Callejeando
No conoces Nueva York hasta que pruebas un perrito caliente junto al puente de Brooklyn, ni mereces encontrar el Manneken Pis sin antes tomarte un gofre con mucho sirope. Mayte Lapresta
Ir a Bergen y no quitarte los guantes para disfrutar de un cucurucho de gambas es un verdadero pecado o parar en cualquier puesto de una carretera dominicana para pedir agua de coco abierto a golpe de machete hará que te sientas realmente en el Caribe. Los sabores de la calle son quizás la gastronomía más auténtica y también la mejor transmisora de los valores de un lugar. España, que vive la calle día y noche, bien lo sabe, y por eso sus bares, sus tascas y su tapeo tiene mucho de espontáneo, de auténtico y de nuestro. Así andamos, que siempre lideramos las cifras pandémicas de tanto que nos gusta callejear.
Dicen que somos lo que comemos y sin duda tenemos mucho más de paella –bien hecha, eso sí– en el chiringuito, gilda en una atiborrada barra o vinos y cañas a la puerta de la taberna que de la más alta y refinada gastronomía, que muchas veces intenta reproducir esas sensaciones únicas de la calle en sus platos porque, irremediablemente, nos llegan al corazón de manera fulminante. Directas a la memoria emocional. Como unas palomitas en la feria. O como el olor del kebab sobre los adoquines del viejo Estambul. Cocina con abrigo. De esa que no te quitas ni el sombrero. De la que algunos unen con un palillo y otros alojan en masa de dumplings, los más básicos acogen entre panes o tortillas y el refinamiento japonés sirve con arroz en sushi. Cocina cosmopolita sin complejos. Que puedes tomar de cualquier manera y sin protocolos ni corsés. Que reúne en torno al producto gentes distintas, clases sociales dispares, lenguas estilo Torre de Babel y formas de pensar tan diferentes que nunca imaginarías que podrían tener algo en común. Sin ceremonias, con una intimidad abierta que propicia la conversación fluida, el exceso como norma de consumo, aunque en porciones pequeñas y con cierto bullicio controlado que en definitiva genera un verdadero estilo de vida, absoluto símbolo de lo que fuimos, somos y seremos. Porque en la calle, siempre que nos dejen… Allí nos encontraremos.
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