
No conversar –y casi zambullirse, sobre todo si hablamos de la Calle Laurel y alrededores– sobre vinos, añadas y maderas achocolatadas o avainilladas en La Rioja sería un pecado que Baco nunca nos perdonaría.
Sin embargo, en Logroño hay caminos y trazas –también la Ruta Jacobea– que desbordan y complementan el inherente y mágico mundo enológico que levantó sede mercantil en la capital riojana casi en tiempos de los romanos (luego, ya saben, la filoxera francesa remató el trabajo). Vino que todo anega y todo armoniza, cuyo curso, como el del Ebro, baja con ímpetu y algarabía por la calle Laurel y se filtra por la transitadísima Portales. Un paseo por su casco viejo –Fuente de Murrieta, Plaza del Parlamento, Concatedral Santa María la Redonda, Plaza de San Agustín– certifica la animada vida de una villa que se hizo ciudad gracias a Juan II de Castilla en 1431. Cinco centurias después, este cruce de caminos, de puentes de Hierro y de Piedra, es parada y fonda repleta de bares gastronómicos, tapas para saciar a Pantagruel, raciones y pinchos, bullicio, tiendas gourmet, paseos y running junto al río y bodegas que tienen museo (Franco Españolas). Una cocina noble y abierta, regada de huerta y de cierto Cantábrico, de mesa y mantel con báculo de vino.
Como un asceta en busca de la mayor excelencia en su trabajo. Así vive, respira y trabaja Félix Jiménez su barra de sushi para únicamente diez comensales. Tras un empapado magisterio en Tokio junto al gran maestro Yoshikawa Takamasa, levantó su anhelo en la ciudad que le vio nacer, con una metodología y un sabor tan profundo y genuino que ya le han valido una merecida estrella Michelin. Kiro Sushi es todo un acontecimiento, con una lista de espera que puede desesperar.
La arteria por donde fluye el vino y el tapeo de Logroño es la archiconocida calle Laurel (y su travesía). Sin duda uno de los tramos urbanos más reseñados de España en cuanto al alterne desenfadado. Vinotecas, bares de tapas de concurso, mollejas legendarias... Un ambiente transversal y que imanta a locales y foráneos, donde destacan Tío Agus, La Tavina, Lavid, Ángel (esos champiñones míticos), Matute y Tahití (asadores), Ontañón, La Universidad o El Perchas.
El chef Francis Paniego, dos estrellas Michelin con su Portal de Echaurren, abrió hace unas temporadas un largamente deseado gastronómico en Logroño. Las croquetas que le robó a su madre (mítica Marisa Sánchez), costillas de cerdo, postres caseros y una estupenda merluza destacan en carta, con un repertorio de vinos que incluye las mejores referencias de la D.O. aledaña, así como algunas rarezas elegidas por el hermano de Francis, consumado sumiller.
Más de medio siglo lleva De Torre Gourmet afinando los mejores quesos, ofertando las mejores conservas, rellenando su cava con los mejores vinos de Rioja... Toda una institución en el corazón de Logroño, gestionada por la misma saga que abrió el negocio en los años 60 y que cuenta con una dilatada experiencia en cestas, tablas de embutidos, jamones de bellota, dulces y chocolates, así como productos excelsos de otras latitudes. Además de ser plataforma de su comercio on line (en la web detorregourmet.com) su página digital es una bitácora repleta de recetas y post actualizados muy pertinentes.
Dicen que pusieron el nombre de La Quisquillosa por la mujer de uno de los chefs, demasiado tiquis miquis en su rectitud, y esa inflexible precisión la han extrapolado a la cocina los hermanos Aragón. Ya se han abierto un hueco en la exigente agenda culinaria de Logroño, gracias a productos y recetas intachables (alcachofas, pochas, cardos, boletus, albóndigas de chuletón, tiraditos del mar...) buenas presentaciones, excelente equipo de sala y una carta de vinos de lo más ancha. Casi de estreno, pero ya huele a próximo clásico...
De grifos y cucuruchos
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Ranking de vinos de Sobremesa | ||||||||||||
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