
Una cata excepcional en la que pasamos revista a las tres etiquetas y las distintas etapas del proyecto Numanthia, desde la añada 2014 que pronto saldrá al mercado, hasta la cosecha fundacional de 1998.
Se trata de la novedad de la casa. Las variedades blancas de la zona, trabajadas con precisión en inoxidable y barrica, pasan cinco meses con sus lías con lo que se consigue un perfil cremoso, con volumen, nervio ácido suficiente y una buena carga de cítricos y fruta blanca en boca.
Esta etiqueta se elabora con viñedos de entre 30 y 50 años, aprovecha las barricas de Numanthia y marca bien la tipicidad de la zona en un paladar amable de medio peso, taninos elegantes y sabores de uva madura, con matices de grafito y regaliz.
La uva proviene de viñas entre los 80 y los 100 años en 114 parcelas y define una sensación de opulencia y terrosidad fina, con mucha fruta jugosa –moras, frambuesas- en sazón perfecta, un toque de especias dulces y un tono balsámico atractivo. El cierre salino pone la frescura final.
Se perciben nítidamente la añada cálida y el roble, al gusto de la época, que pone notas de chocolate en un entorno de fruta confitada, especias (clavo) y taninos con cierto filo que “cortan” a través de un paladar denso que evoca la tierra húmeda y las flores.
Aún se muestra juvenil para sus veinte años, pero siendo afinado por el tiempo. Mantiene la frescura y la integridad de su fruta, mientras que su personalidad balsámica y mineral (tinta, carbón) se hace aún más patente y se enriquece con las notas de cuero que aporta el tiempo en botella.
Aún está madurando en botella y le queda un año para salir al mercado. Hoy sorprenden sus taninos elegantes y envolventes en un entorno de maderas lujosas y fruta negra compleja con un aire de flores y especias –cilantro y jengibre molidos– y un gran equilibrio que lo hace fluido.
Una añada más difícil que ofrece otros aspectos de la marca: fruta abundante –mora, granada– con un pequeño giro vegetal y balsámico y taninos sólidos en un paladar que muestra nervio ácido y una terrosidad, muy de la zona, que evoca tormenta, musgo, mina de lápiz.
Salió al mercado con 10 años de guarda en 2016 y muestra un perfil frutal muy maduro, al gusto de la década, de higos y ciruelas en licor. Ofrece una extrema definición de su terruño con mineralidad balsámica y notas de monte bajo, más los toques de café y canela que pone el roble. La boca ha ganado en amabilidad y longitud, pero aún cierra con taninos enteros.
Ranking de vinos de Sobremesa | ||||||||||||
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