Entrevista con Yolanda García Viadero

Bodegas Valduero, la personalidad de la tinto fino

Jueves, 08 de Enero de 2015

Yolanda García Viadero llegó a la Ribera para instalar un concepto de vinos que en su momento fue innovador, apostando por largas crianzas y la expresividad de la uva propia ribereña, la tinto fino. El tiempo le ha dado la razón. Mara Sánchez

Ingeniera agrónoma y máster en enología y viticultura, su preparación ha sido, según ella, la mejor manera de instalarse en la Ribera, como profesional y como mujer. “Mis estudios me ayudaron mucho, como ingeniero te plantas delante de la gente de otra forma, sabes, tienes idea, y seguramente yo contaba mucha más formación que todos esos señores que tenía alrededor”. Así lo cuenta Yolanda García Viadero, directora general de Bodegas Valduero, pues cuando ella llega a la Ribera del Duero la zona no era lo que es ahora.

 

Fundada en 1984 por su padre, Gregorio García Álvarez, tres años más tarde Yolanda tomó las riendas al frente de la firma; le acompañó poco después su hermana Carolina para ocuparse de la dirección comercial. Siempre con el apoyo de su progenitor, fue esta una de las primeras bodegas asentadas en Ribera del Duero, y desde el primer momento apostaron por la tinto fino y los vinos de larga crianza como la mejor manera de darse a conocer. A partir de aquí, pueden presumir de tener uno de los mayores viñedos en vaso, además de ser pioneras en haber salido al mercado exterior, fundamental hoy en día dada la caída en picado del consumo nacional. Una situación “patética”, reconoce Yolanda, para cuya solución considera necesario un cambio radical en la manera de promocionar las bodegas. “Deberíamos aprender de otros sectores más activos como la cerveza, con un look más joven, porque es un camino que hemos desandado...”. Aunque tiene claro que eso requiere un gran apoyo por parte de la administración.

 

¿Cómo recuerda los inicios de la bodega y los suyos propios en el mundo del vino?

 

Desde muy jovencita quería ser ingeniera agrónoma, y luego con 16 años probé mi primer vino y me pareció todo un descubrimiento. Ahí surge mi interés por este sector. Así que hice Agrónomos con la pretensión de centrarme en el vino aunque sin saber muy bien cómo. Pero al final de mis estudios mi padre me habló de una cooperativa que alquilaban en Gumiel de Mercado, cerca de Aranda de Duero, y me dijo: “¿te apuntarías?”, y así lo hice. Terminé la carrera y me fui para la Ribera, nada que ver con lo que es ahora; entonces había ocho bodegas, sin contar cooperativas, hoy somos sobre 280. Pero allí me instalé y empezamos a funcionar. Aunque mi padre tampoco venía del vino, –él es ingeniero industrial–, siempre le ha llamado la atención, es de un pueblo cercano a Gumiel y ha tenido mucho contacto con la agricultura. Tengo claro que sin él también me habría dedicado al vino pero seguro que no como lo hicimos iniciando nuestra propia bodega.

 

Es a finales de los ochenta cuando llega a la Ribera y se convierte en una de las primeras profesionales en la zona, ¿cómo lo vive y cómo la reciben?

 

Hubo un poco de todo, había gente que lo hacía con escepticismo, otros con indiferencia, otros nos recibieron a palo limpio, las cosas como son. También tengo que decir que era muy joven y tenía mucha fuerza y convencimiento en lo que íbamos a empezar y cuando vi aquellos viñedos, aquellas uvas, el objetivo y el proyecto quedaron claramente definidos. Supe dónde queríamos estar con Valduero, qué íbamos a hacer, y con las ideas tan claras uno se concentra en eso y no repara en exceso en lo demás. Es verdad que las agresiones o ataques no puedes obviarlos pero, en general, estaba muy centrada en el proyecto y en lograr recursos para ello. De todos modos, las cosas importantes de la vida no son sencillas y requieren concentración y perseverancia. Luego, cuando logras lo que querías, da tanta satisfacción que la dificultad queda aparcada.

 

También sigue siendo la única mujer en el Consejo Regulador, en cuyo nacimiento participó...

 

¡Qué pintamos sacando un joven, o un roble!, ¡nosotros podemos y debemos hacer los vinazos de la Ribera!

Siempre he querido estar y he estado muy involucrada en el Consejo Regulador. Soy vocal desde hace muchísimos años, tal vez la que lleva más tiempo. Los que iniciaron la denominación querían una entidad más pequeña, más estrecha, de lo que finalmente se ha conseguido, y en aquel planteamiento había poco espacio o poca receptividad para la gente que queríamos aportar algo diferente. Diría que hasta un poco de rechazo, pero es que en aquella época había mucho cacique en la Ribera... uno tiene que decir las cosas como son. Lo cierto es que la zona había arrancado y aunque querían que aquello fuera un coto cerrado no fue posible porque enseguida más empresarios se interesaron por la Ribera, lo que ha repercutido en que sea lo que ahora es. Siempre digo que en la zona han cambiado la viña, las gentes, y diría que les ha cambiado hasta el modo de andar.

 

Vayamos a sus vinos. Se dice de ustedes que abanderan la nueva Ribera.

 

Aquí se impone la viña porque la climatología y el suelo no tienen nada que ver con otras zonas vitivinícolas. Ribera del Duero es una zona complicada y esto nos obliga a bajar a la viña, además de marcar grandes diferencias de un año a otro; de hecho, en Valduero hay añadas que no sacamos vino. Eso supuso una línea muy distinta en la forma de elaborar. El mío se hace en la viña y, aunque hoy esto parezca una perogrullada, lo cierto es que la viña y el clima a nosotros nos condicionan muchísimo, con lo que nos hemos hecho viticultores, y eso te da un conocimiento muy profundo de lo que te traes entre manos. Al tener tu viña la trabajas como tú quieres, la recoges tal y como consideras, lo cual permite hacer una selección impresionante sin necesidad de subir uva mala a la bodega. Eso es un paso grandísimo y marca mucho la manera de trabajar y el resultado. Como ingeniera agrónoma me gusta mucho hacer vino pero mucho más hacer buena uva, conseguir lo mejor dentro de la misma viña, seleccionar incluso por pendientes es algo insólito y en aquellos inicios mucho más.

 

¿Cómo va creciendo su viñedo?

 

Lo primero que hicimos es abrir mercado porque necesitábamos dinero para funcionar. Lo siguiente fue comprar viñedos, y por ello viña vieja, y luego, poco a poco, empezamos a adquirir terreno. Cuando llegamos la uva se compraba a unas 30 pesetas y de pronto, en siete u ocho años, sube a 400 pesetas. En un momento en que nosotros ya estábamos tocando exportación, aquello fue decisivo y nos llevó a hacer un gran esfuerzo dejando la construcción de la bodega para más adelante y destinando todos nuestros recursos a conseguir tierras buenas para plantar viña. En esa época plantamos la mayoría del viñedo, que ahora ronda las 200 hectáreas, todo tinto fino porque es la autóctona, se da divinamente, y salen unos vinos con unas peculiaridades y un carácter que los distingue, tanto por la variedad como por el terreno y la climatología que recibe. Considero que Carolina y yo hemos tomado dos decisiones empresariales muy importantes en su día y pioneras: la exportación, incluso a costa del mercado nacional pero convencidas de que era lo que teníamos que hacer, y el tiempo nos ha dado la razón; y dedicar el dinero a la viña.

 

Sus vinos son elaboraciones con largas crianzas, ¿a qué responde esa decisión?

 

Me di cuenta de que la uva es especial para hacer estos vinos. Para mí es el estado ideal de un Ribera del Duero, además de movernos en un ámbito que nos permite tener un margen para reinvertir e ir haciendo empresa. ¡Qué pintamos sacando un joven, o un roble!, ¡nosotros podemos y debemos hacer los vinazos de la Ribera!

 

¿Y cuáles considera sus añadas históricas?

 

Curiosamente los cinco para mí suelen ser buenos, así como los que terminan en tres no lo son (93, 2003 y 2013 no hemos salido al mercado). Luego son muy buenas añadas el 2001, el 2004, el 2007, también, el 99... Digamos que las que acaban en cinco suelen resultar más expresivas pero luego hay otras, las de frío, que son de mucho carácter Ribera y a mí esos vinos, serios, me encantan.

 

¿Cómo llega la expansión a Rioja y Toro?

 

Antes de empezar en Ribera, mi padre hizo una pequeña incursión con unos amigos en Rioja y nosotras hemos continuado con ello más que nada para exportación. En Toro adquirimos unas instalaciones y metimos unos depósitos, sin invertir en ladrillo, plantamos la viña y hacemos vinos que, por ahora, destinamos principalmente a al exterior, pues nos parece más ‘sencillo’ que abrir el mercado nacional con un Toro.

 

También elaboran un blanco de albillo como Vino de la Tierra, ¿cómo surge? ¿No les ha tentado Rueda?

 

Nunca hemos tenido intención de ir a Rueda porque nuestro blanco nos parece sensacional, muy original, y no necesitamos otro. Además se ha convertido en la zona de moda, con vinos que se vendían muy baratos, por lo que no era interesante para nosotros, preferimos elaborar con más valor añadido... En cuanto al albillo, lo hacemos desde hace 10 o 12 años, con mucho mimo, primero comprando la uva pero ahora con la fruta propia, muchísimo mejor porque lo cuidamos y controlamos.

 

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