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La cocina de Begoña Rodrigo, fogones con genio levantino
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La cocinera valenciana al frente de La Salita dejó por unos días su local para acercarse a Madrid y desmentir tópicos sobre su personalidad y simpatía, una imagen distorsionada que surgió por su participación en Top Chef. Álvaro López del Moral. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto
Su paso por el hotel Villamagna de Madrid, donde ha realizado una estancia de una semana presentando lo mejor de su cocina, la ha situado bajo el ojo implacable de la crítica especializada, circunstancia que ha generado en su ánimo no pocas sensaciones contradictorias. Sin embargo, esta valenciana de 40 años no se arredra y planta cara a cualquier objeción haciendo lo que mejor sabe, que es cocinar. De apariencia frágil pero resuelta en sus convicciones, Begoña, quien dio el salto a la popularidad al ganar la I edición del concurso televisivo Top Chef, está segura de su potencial y pretende demostrarlo a base de profesionalidad y grandes dosis de talento. “No comprendo cómo los periodistas serios pueden hacerse un perfil de mi persona, e incluso calificarme de borde, basándose en un programa que, además, está editado”, afirma sin ambages. “Creo que cada uno tiene la responsabilidad de dirigir su carrera hacia aquel lugar que estime más oportuno. Es posible que haya quien se presente a un talent show buscando una fama rapidita, pero, desde luego, ese no ha sido mi caso, y tampoco puedo pasarme la vida desmintiéndolo. El tiempo se ocupará de poner cada cosa en su sitio”, concluye la cocinera.
Currículum laureado
La Brandada de bacalao ahumada con guisantes frescos que puede verse en la foto, el Tartar de endivia, vieira y pomelo en cono o la Anguila en all i pebre con causa limeña completaron la presentación de la chef en la capital. Licenciada en ingeniería industrial, su desembarco en cocina se produjo en el hotel Marriott de Ámsterdam. “Falsifiqué mi curriculum y tuve la suerte de que me aceptaran; así conseguí ponerme a las órdenes de Nick Reade, discípulo de Michel Roux, de quien pude aprender las bases de la cocina francesa, pero sobre todo el respeto que supone ponerse el mandil todos los días. Después viaje y tuve un empleo en Londres durante dos años con el jefe de cocina de The Square”.
Espíritu de conciliación
El apoyo de su esposo, el holandés Jorne Buurmeijer, con quien tiene un niño de dos años y junto al que regenta el restaurante La Salita en Valencia, ha resultado fundamental en la carrera de esta chef. “Jorne es la persona que más me ha apoyado y animado, y gracias a él he podido conciliar mi vida personal y profesional.
Es una cuestión cultural, a veces somos las mismas mujeres las que nos ponemos trabas. A las chicas que empiezan ahora a trabajar las recomiendo que se aten bien los pantalones y, si se ven preparadas, que monten su propio local, porque va a ser la única manera de que tiren para delante. Creo que dentro de la alta cocina española faltan referentes femeninos jóvenes”.
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