Momento clave
Freixenet, el presente de un gigante histórico del vino
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Dos años después de celebrar su centenario, la casa catalana salta a la actualidad ante la posibilidad de dejar de ser una empresa 100% familiar, un momento trascendental que pulsamos en la bodega de la mano de sus responsables. Redacción Sobremesa. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto
Freixenet celebró su centenario en 2014 con gran boato, sacando pecho por haber conseguido ser líder en su segmento y modelo de éxito en la exportación a donde aún hoy sigue viajando el 80% de las botellas que produce en España. Además de la internacionalización, los valores que han impulsado a Freixenet según José Luis Bonet tienen que ver con “la calidad, la innovación constante y la cohesión familiar”. Es precisamente este último aspecto el que podría estar cambiando en los últimos tiempos, con la posible venta al Grupo Henkell alemán y el consiguiente ruido en medios económicos y vitivinícolas. Nos adentramos en su complejo entramado y su impresionante universo para conocer de cerca esta gran casa de cava.
El corazón de Freixenet
Más allá de su expansión hacia otras regiones vinícolas españolas y a su implantación internacional, Freixenet es un gran dinamizador económico en el Penedès. Para una compañía que produce anualmente más de 130 millones de botellas en España, 120 hectáreas de viña apenas son una gota en el océano. La compañía compra entre 55 y 60 millones de kilos de uva a unos 1.200 viticultores, además de 40 millones de litros de vino a distintas cooperativas, calcula Josep Buján, director técnico hasta su jubilación parcial en febrero pasado. De los 1.200 empleados del grupo en España, más de 950 trabajan en las instalaciones de Sant Sadurní d’Anoia (Barcelona).
Existen otras 350 hectáreas de viñedo que son propiedad personal de José Ferrer. Ochenta de ellas están en la finca La Freixeneda, en el municipio de Mariona (Alt Penedès) donde nació su padre, Pedro Ferrer Bosch, al que se le conocía como “el Freixenet”. La masía, rodeada de viñedo y situada en un paisaje idílico, se recompró hace unos pocos años y se ha reconvertido en bodega boutique.
Josep Buján, que cuenta ya la friolera de 42 vendimias en la casa, rizó el rizo para cumplir el encargo de elaborar un tinto totalmente diferente. Inspirándose en la laboriosidad de los amaros italianos deshidrata partidas de cabernet sauvignon en cámara que luego mezcla con otros porcentajes de esta variedad y de garnacha. La elaboración por gravedad, sin remontados y envejecimiento en botas de roble de Eslavonia de 1.200 litros (un detalle no acogido por la D.O. Penedès que ha obligado a usar el aval de D.O. Catalunya) permite mezclar las notas de fruta compotada, chocolate y especias dulces con la textura del terciopelo. Se añade gas inerte antes del embotellado en lugar de sulfuroso y el vino se presenta en el mercado con tapón de cristal y sin crianza en botella. El nombre de La Freixeneda, por cierto, al igual que el de la marca de cava viene del catalán freixe (fresno) por los árboles que se encontraban en la finca.
El otro top de la familia sí tiene burbujas. En este caso rinde homenaje a la fundadora Dolores Sala. También cuenta con un escenario propio en la casa familiar de los Sala, en el cercano municipio barcelonés de Sant Quintí de Mediona donde Pedro y Dolores elaboraron la primera botella de Freixenet en 1914. El reto para Buján en este caso fue reflejar la esencia del Alt Penedès en la botella utilizando la variedad dominante en la subzona más elevada de la denominación, la aparentemente sutil y delicada parellada, en un cava de envejecimiento mínimo de siete años. Buján pasó de un 75% xarel·lo, 25% parellada en la primera añada 2004 que debía servir para celebrar el centenario a arriesgarlo todo invirtiendo los papeles de las dos variedades en la 2005 (algo menos estructurada, pero en similar clave de complejidad) y a consolidar un equilibrado 50-50 en la 2006.
Del Carta Nevada a las cuvées prestige
Si medio mundo ha brindado en alguna ocasión con Carta Nevada y Cordón Negro, Freixenet no ha tenido tanto éxito a la hora de poner en valor su gama alta. No es el único productor que tiene problemas para conciliar su exitoso lado productivo con una imagen de calidad. Más allá de los dos tops nacidos para el centenario y salvo contadas excepciones, las cuvées prestige siguen siendo grandes desconocidas en el mercado.
Nacieron para demostrar el potencial de las variedades autóctonas acogidas a la D.O. Cava, pero interpretándolas de forma diferente, explica Josep Buján. Freixenet elaboró el primer cava rosado de trepat en un claro intento de recuperar una variedad de poco color que no encontraba salida en el mercado. También ha trabajado los blancs de noirs jugando a menudo a la combinación de uvas blancas y tintas. Su malvasía, por otro lado, no solo es una de las experiencias más originales de cavas de postre en España, sino que ha demostrado tener una compleja e interesante evolución en botella.
Estamos hablando en todos los casos de vinos de los que se hacen entre 15.000 y 20.000 botellas, salvo en el caso del Cuvée DS donde se alcanzan las 80.000-90.000 botellas.
Tecnología puntera
La mejor manera de conocer la verdadera dimensión de Freixenet es visitando las tripas de bodega, el lugar donde según dice Josep Buján “nos ganamos a los importadores”.
Las levaduras siempre han sido importantes en esta casa. “Dolores Sala” –recuerda Buján– tenía un garrafón de cristal como pie de cuba procedente de los históricos bocoyes de castaño. La reproducción se hacía añadiendo mosto concentrado. De ahí hemos pasado a seleccionar un total de 22 levaduras, todas ellas contrastadas con el CSIC y registradas como propias que se tienen tanto en cultivo de cepa madre (en congelación) como en estrías, que es un modo de cultivo específico en tubo de ensayo”.
Las salas de reproducción de levaduras de Freixenet, tan grandes como cualquier bodega al uso, trabajan sin descanso y reproducen 30.000 litros de levadura diarios. Gracias a una sonda de biomasa patentada por la propia compañía, se puede conocer la cantidad exacta de levadura que hay en un tanque y hacer la mezcla correcta para el millón de tirajes diarios (adición de levaduras para la segunda fermentación en botella que dará origen al carácter espumoso del vino) que se realizan durante la primera mitad del año.
Para muchos consumidores Freixenet es el cava de las burbujas doradas que se pasea puntualmente por su televisor todas las Navidades. Entrevistamos a su presidente, José Luis Bonet Ferrer, el 3 de mayo pasado, justo el día después de que el Consejo de Administración de Freixenet diera luz verde para que el gigante alemán Henkell auditara sus cuentas tras la oferta de compra lanzada varias semanas antes. La noticia aparecía esa mañana en los principales medios económicos, pero Bonet, jubilado de sus tareas docentes en la universidad, aunque muy activo a sus 74 años (es presidente de la Cámara de Comercio de España, de la feria Alimentaria y de la Asociación de Marcas Renombradas Españolas), no quiso confirmar ni desmentir lo que podría ser el primer paso hacia la pérdida del control familiar en la firma. “Existe una oferta para la compra de una parte del capital de Freixenet y hasta aquí puedo contar. Esta situación exige la máxima confidencialidad. Por otro lado, constituye una demostración de interés por una empresa y eso es bueno”, fueron sus únicos comentarios al respecto acerca de la presumible venta.
Según nos confirma el propio José Luis Bonet, la compañía no ha contado con un protocolo familiar. “No he creído nunca en ello porque cuando hay cohesión familiar todo es estupendo, y cuando no la hay, lo mejor es que cada uno siga su camino”. Dada su discreción en este asunto, sería demasiado arriesgado aventurar que ése vaya a ser finalmente el destino de Freixenet. La compañía ha pasado por momentos infinitamente más duros en su larga historia, como el propio Bonet se encargó de recordar: “En 1935 Freixenet era segunda en el sector con perspectivas favorables. Mi abuelo proyectaba una bodega en Estados Unidos tras la abolición de la Ley Seca, pero la Guerra Civil truncó sus planes. Fue asesinado en 1936 y la empresa colectivizada. Cuando volvió a sus legítimos dueños, mi abuela Dolores y mi madre Pilar, la mayor de los hermanos, decidieron continuar. Mi abuela era una mujer entendida en el vino y en el negocio”.
Ellas, al igual que otras viudas y mujeres ilustres del mundo de las burbujas como Veuve Clicquot en Champagne, lideraron Freixenet hasta que el pequeño de los hermanos, José, pudiera hacerse cargo del negocio. El actual y nonagenario presidente honorario, perteneciente a esa segunda generación, sigue asistiendo a las reuniones del Consejo. Ha sido sin duda el gran impulsor de la compañía y el responsable de su meteórico desarrollo coincidiendo con la recuperación económica del país desde finales de los años 60 del siglo XX.
Tras José Ferrer, la figura con mayor carisma y autoridad en la familia parece ser el actual presidente. Ninguna mujer de la tercera generación ha tomado el testigo de Dolores Sala o de su hija Pilar. Los nietos de los fundadores son seis varones y seis mujeres. Entre los primeros, además de José Luis Bonet, están el consejero delegado Pedro Ferrer, el director de comunicación Pedro Bonet, el vicepresidente y director financiero Enrique Hevia o José María Ferrer, que estaba al frente de los intereses australianos de la familia. La única representación femenina es Mercedes Ferrer Noguer, secretaria del Consejo y de la Comisión Directiva que forman los seis varones de la tercera generación. Hasta que José Luis Bonet no propuso su entrada hace unos seis años, no había presencia femenina en el Consejo de Administración.
Las quinielas del momento enfrentaban a la rama más fuerte de la familia, los Ferrer (42% de las acciones y que al cierre de esta edición podrían haber conseguido la financiación suficiente para ejercer su derecho de recompra), con los Hevia Ferrer (29% y favorables a la venta), mientras que la tercera rama, la de los Bonet Ferrer (otro 29%), está dividida entre dos hermanos que quieren vender a los alemanes (Pedro y Eudaldo), quien se inclinaría por los Ferrer (Pilar) y el propio José Luis Bonet que mantiene una posición neutral. Seguro que Henkell, el productor más importante de espumosos de Alemania y propietario de Alfred Gratien en Champagne, ha tenido bastante más en cuenta la trastienda tecnológica a la hora de realizar su oferta.
143 millones en reposo
La compañía barcelonesa factura 503,2 millones de euros a nivel mundial de los que 314,8 millones corresponden a la facturación del grupo en España. La producción asciende a 164,3 millones de botellas de 75 cl. de capacidad a nivel mundial y 133 en España. A esto hay que añadir 143,6 millones de botellas reposando en cavas. El negocio internacional supone el 79% de la facturación. Freixenet emplea a 1.201 trabajadores en España y 679 en el extranjero. Son datos facilitados por la propia compañía a 30 de abril de 2016.
Un gran grupo de empresas
Más allá del gigante Freixenet como tal, los tentáculos del grupo catalán incluyen nombres del cava como Segura Viudas, Castellblanch y Canals & Nubiola, además de René Barbier en Cataluña y bodegas en Priorat (Morlanda), Rioja (Solar Viejo), Rías Baixas (Vionta) o Ribera del Duero (Valdubón). Fuera de España, las bodegas más significativas también tienen que ver con las burbujas: Henri Abelé (Champagne), Gloria Ferrer (California) o Sala Vives (México) donde también se elaboran vinos tranquilos. A destacar también el control de la firma bordelesa Yvon Mau y de la australiana Wingara Wine Group.
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