La balsa, Gran Hermano y el confinamiento
Durante la clausura del coronavirus me vi por Netflix "La balsa", un documental del sueco Marcus Lindeen que
rememora –con testimonios de supervivientes y documentación audiovisual auténtica–, un experimento antropológico de hace casi 50 años.
Luis Cepeda
Se llamó Acali (la casa sobre el agua, en nahuatl) y consistió en la travesía del Atlántico de 11 personas, de distinta nacionalidad, sexo y etnia, viajando en una balsa de 12x7 metros, a merced de la corriente del Golfo. Partieron de Gran Canaria y llegaron a Cozumel tras 101 días de navegación. El promotor de la experiencia fue Santiago Genovés, antropólogo de la Universidad de México. Había formado parte de las expediciones Ra 1 y Ra 2 de Thor Heyerdahl, que verificaron cómo desde el Mediterráneo se pudo llegar a América en balsas de papiro del Nilo. La experiencia le inspiró la utilidad de una balsa a la deriva como espacio de convivencia inescapable para registrar comportamientos, situaciones, reflexiones, incidencias, filias y fobias; conflictos de liderazgo, sexo, raza o violencia y cuantos episodios desencadena una situación cotidiana extrema.
El primer y más prolongado concurso de telerrealidad emitido en España, Gran Hermano (Telecinco, 2000-2020), se fundamentó en el experimento Acali, aunque no se reconociera. Su creador, el holandés John de Mol, encerró en una casa a un grupo de desconocidos para generar actitudes inesperadas. Más allá de las actitudes trasmitidas desde las cámaras y las observaciones puntuales de los comentaristas, desconozco si ha dado lugar a
un mensaje antropológico digno de estudio. Acali sí que generó un documentado libro sobre las relaciones humanas, habitual en los estudios de antropología.
Santiago Genovés (1923-2013) fue un intelectual español nacido en Galicia y exiliado en México desde los 15 años, que se doctoró en antropología en Cambrige (GB). Pertenece a la nómina fundamental del talento español en el exilio. Gocé de su amistad viviendo en México y en alguna ocasión me comentó que la alimentación no fue motivo de conflicto alguno durante el encierro de Acali. Por el contrario, la actitud de todos fue solidaria y no dio lugar a ventajismos. Con legumbres, cereales y peces como productos esenciales, destacó la colaboración para cocinar y la frugalidad en el apetito; incluso sobró producto de emergencia, como huevos en cal de una remota receta china de supervivencia. En una situación de riesgo bastante menor, la alimentación en Gran Hermano fue objeto de desavenencia frecuente, con furtivos asaltos a la despensa, episodios de acopio y escondite, confidencias acusadoras, recelos y recurrentes discordias ante el consumo poco equitativo de leche.
Acabamos de vivir durante la pandemia una experiencia involuntaria de alimentación de clausura. Prescindiendo de acopios iniciales fuera de concierto y de penosas situaciones objeto de atención social y filantropía, la vivencia hogareña ha sido civilizada y aleccionadora. Nos ha devuelto la curiosidad por la cocina de proximidad y ha generado un entusiasmo nuevo por los sabores domésticos, tras la prolongada interrupción de la cocina burguesa de canelones, potajes, tortillas, sofritos o escalopes que descartó la nouvelle cuisine. Con una conciencia armónica de consumo, gasto y desperdicio. Lo que tiene más que ver con el remoto Acali que con el reciente Gran Hermano.
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