Ser o no ser
Podría parecer una cuestión shakespeariana pero los acontecimientos no paran de tomar el pulso a la UE. Tras múltiples órdagos a Bruselas, brexit, auges de nacionalis-mos y cierto desencanto generalizado, llega la pandemia y Europa demuestra que la unión hace la fuerza. Mayte Lapresta
Que, a pesar de deudores y acreedores, barreras y recelos, nos cuidamos los unos a los otros y nos mostramos admirables ante el mundo. Dicen que los amigos verdaderos son los que se apoyan en lo bueno y en lo malo. Y esa despintada Europa, desgastada y antigua, vuelve a definirse. El lazo era más fuerte de lo que parecía y el color de la bandera comunitaria luce más azul que nunca. Europa ha demostrado madurez y ha actuado rápido. Día y noche, frío y calor, pizza y gulasch, bretzel y gofre, champagne y fino. La cara y la cruz de un mismo euro que se sientan, hablan, acuerdan y demuestran al mundo que tienen sentido.
Cuando era joven e insensata, en esos tiempos sin Erasmus ni Ryanair, París estaba francamente lejos y de Berlín me separaba un muro. He crecido en Europa, abandonando sin pena la peseta y dejando el pasaporte en el cajón. Y he visto con verdadera lástima como se desgastaba, se malinterpretaba y se iba diluyendo. Hoy, con el huracán soplando fuerte a nuestras puertas y sin respiro para hacer acopio de energías, hallarme arropada por ella me hace sentir mejor. Como con un chocolate caliente entre las manos y junto a una buena chimenea a la que acercarme para imaginar, por un momento, que nada malo puede pasar.
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