Una lata de chatka

Sábado, 17 de Octubre de 2020

El otro día me compré una lata de chatka para recordar el sabor del cangrejo real, el cangrejo ruso. Esta conserva del valorado marisco se encuentra solo en las tiendas de alimentación distinguidas, para gourmets, y son, como es lógico, carillas. José Manuel Vilabella

[Img #18409]Me compré la barata, la de 30 euros, que tiene una parte de patas y otra de cuerpo. La que solo tiene patas cuesta justamente el doble, 60 euracos del ala. España tiene los mejores mariscos y las mejores conservas de pescado del mundo y, además, a precios razonables. Cuando vivía en La Haya echaba mucho de menos las conservas españolas y sufría ataques agudos de patriotismo gastronómico acordándome de los mejillones en escabeche. Para enjugarme las lágrimas me iba a la sección de quesos y hacía acopio de las delicias locales y de sus múltiples variedades. Y es que, en cuestiones gastronómicas, el que no se consuela es porque no quiere. El cangrejo real se encuentra sobre todo en el mar de Bering. Es un crustáceo gigantesco que puede llegar a pesar 12 o 13 kilos, con unas patas poderosas que alcanzan casi dos metros de longitud, lo que dificulta mucho su captura. Es un manjar reconocido y valorado en todo el mundo, pero un gran desconocido en España. Un servidor ha comido mucho, pero el cangrejo rojo gigante (también llamado centollo de Alaska) es una de sus escasas asigna­turas pendientes. Lo bueno de la lata de cangrejo es, además del cangrejo, que está enlatado y está allí, esperándole, para ser consumido cuando usted lo desee. Me explicaré. Si es usted un caballero pudiente, hedonista y con buen apetito, puede despertarse a las tres de la mañana y luchar contra el insomnio preparán­dose una fruslería de fácil elaboración. Acude usted a su reserva de conservas y echa una ojeada. Dice que no al bonito en aceite, duda ante una lata de anchoas, pero en cuanto se percata de que le queda una lata de chatka sonríe complacido y se pone manos a la obra. En la misma cocina prepara el condumio. Abre la lata y se encuentra el cangrejo real envuelto en un papel; viene preparado con esmero, como lo que es. Como una joya. Separa las patas y les quita unos nervios rígidos; en un pispás tiene usted un platito, un tentempié que aliña con una mahonesa ligera. ¿Para beber? Yo le recomiendo un albariño, un Terras Gauda como los que me manda todas las navidades mi amigo José María Fonseca Moretón, caballero de educación exquisita que, además, sabe tocar el saxofón. Rebusca en la bolsa del pan y queda media barra. No la desdeñe. Acomódese y deguste el cangrejo real. El mar de Bering entra en su cocina y se desparrama por el pasillo y el blanco gallego lo torea con arte y le acompaña, forman una buena pareja, se hermanan como lo haría la Guardia Civil. Moje pan en la salsita y beba el albariño en pequeños sorbos. ¿A que se siente feliz y reconfortado? Puede parecer una falta de higiene, pero yo le recomiendo que no se cepille los dientes y que vuelva usted a la cama con el saborcillo del marisco, el vino, la mahonesa y el pan. Se quedará us­ted dormido en un periquete y mañana será otro día. Bon appétit.

 

 

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