Santiago Rivas

Qué grande es el vino

Miércoles, 03 de Febrero de 2021
Qué grande es el vinoQué grande es el vino

A mí me gusta mezclar la cultura del vino con la cultura pop. Esto en el sector crítico vinero llama mucho la atención; y en ciertos círculos, cuando comento mi modo de comunicar, me miran con cierta extrañeza, si no rechazo. Santiago Rivas

 

De hecho, mi proceder ha provocado que incluso muchos receptores del mensaje piensen que realmente no tengo ni idea de vino. Que soy un actor o un humorista o un fantoche oportunista, que no diferenciaría un champagne de una Fanta de limón y que he venido a este mundillo a degradar la figura del vino, a frivolizarla. Todo por querer utilizar, por ejemplo, el cine como hilo conductor de parte de mi narrativa, algo muy loco, vamos. Loquísimo.

 

Y eso que sabemos que al agente 007 del MI6 le da al Dom Pérignon del 55 en Operación Trueno (1965), y del 52 en La Espía que me amó (1977), donde llega a decirle al villano que quien bebe “Dom Peri” no puede ser tan mala gente. Aunque su favorito es el del 53, según le dice al Dr. No. También tira de Taittinger en Desde Rusia con Amor (1963). Sin embargo, últimamente está con Bollinger: R.D (añada 75 en Panorama para matar, de 1985, y del 61 en Muere otro Día, de 2002) y Grande Année (añada 88 en Goldeneye, de 1995, y 90 en Casino Royale, de 2006). Tampoco hace ascos a un buen tinto como el Château Angelus si viaja en tren con Vesper Lynd. Sin embargo, otro agente al servicio de la Reina, Colin Firth en Kingsman (2014), prefiere un Lafite-Rothschild del 45.

 

Aprendimos gracias a Hannibal Lecter que el Chianti marida bien con un hígado humano y que la riesling del Trimbach Clos St. Hune va guay con los sesos del jefe de Clarice Sterling (por cierto, en las novelas dicha agente y Hannibal acaban siendo pareja con Château d'Yquem de por medio). En comedia, los Monty Python nos alertaron en El Sentido de la Vida (1983) de los peligros de abrirte para ti solo seis botellas de Château Latour del 45. Mejor añada fue la del 61 con la que engatusa el Chef Skinner a Linguini en Ratatoullie (2007).

 

Muy curioso fue ver las cajas de Romanée Conti que amenizaron la fiesta de El Coloso en Llamas (1974), justo antes de las llamas; o el Château Picard del Capitán Picard en Star Trek (sí, ni en una odisea espacial os libráis del vino). Bajando mucho en calidad cinematográfica, pero no en wineloverismo, estuvo bien observar cómo en Acoso (1994) Michael Douglas le daba al Pahlmeyer en la oficina, o cómo Tarantino en la última habitación de Four Rooms (1995) considera meado cualquier champagne que no sea Louis Roederer Cristal; aunque yo creo que a Bogart le valía cualquiera en Casablanca (1942), no como al dueño de la bodega de la peli Encadenados (1946).

 

Y todo esto sin salir del cine, sin recurrir a series, sin literatura, moda, ni teatro, ni ópera, ni pinturas, sin comentar que Margaux Hemingway debe su nombre al Château Margaux y, por supuesto, sin mencionar pelis cuya temática es el vino en sí. Aunque ahí tampoco os perdéis gran cosa. El vino siempre ha sido espectáculo. Lo raro, extravagante y esnob es no verlo así. Yo soy el normal

 

 

 

SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.