César Serrano

El Guacamayo azul

Domingo, 14 de Febrero de 2021

La algarabía de los mirlos, su revoloteo sobre el laurel del huerto en un trepidante cotejo, la luz cada día más temprana, los reventones claveles del pensil, el ir y venir de las golondrinas al nido en el ventanal de la biblioteca... César Serrano

 

Sí, llegaba la primavera, y se anunciaba lujuriosa. Antonino Gradilla Durán nunca creía haber deseado tanto su llegada como en estos días del más largo y oscuro invierno, que, afortunadamente, parecía ya quedar atrás. Mojó sus labios con un goloso licor de cerezas y susurró: “Bendita lujuria, que tanto nos alegra la vida, que tanto bien le hace a los cuerpos”, un cuerpo enjuto que parecía aún, y pese al paso del tiempo, moldeado por la mismísima Terpsícore. Un cuerpo, recuerda Antonino, al que buscaban las manos, las miradas, los besos, un cuerpo que se negaba y que se niega a los inviernos del alma, que vivía, y vive aún al aguardo de las encendidas primaveras.

 

[Img #19003]En el pequeño huerto todavía es visible la fertilidad de las habas, de los cardos, de las berzas, de las espinacas… Jacinto, el guardés, permanece encorvado cuidando con mimo los arriates de las plantas aromáticas. Antonino piensa en ese disfrute íntimo de Jacinto, silencioso, de susurros con las plantas y se pregunta si habrá sido un hombre feliz, si hoy es un hombre feliz. Desde ahí, desde esa pregunta, acude a interrogarse sobre su propia felicidad, si verdaderamente la felicidad existe o bien, como decía Platón, es algo que no se puede alcanzar en esta vida, sin acudir a nuestra parte celeste. Y desde esas incertidumbres le gusta volar, volar a aquellos cielos azules que dice de los metales de Isla Negra, y vuela junto a los arrendajos azules, y se ve vestido de aquella belleza de los pájaros. ¡Ay! Aquellas noches del Guacamayo, en las que llegadas las 12 aparecía sobre el pequeño escenario, arropando su cuerpo con plumas de aves exóticas y transparencias de seda, y su boquita encendida por volcanes del sur nocturno. Aquellos días en que abandonaba sus estudios de Medicina y se dejaba seducir por ardientes paraísos, por deliciosos jardines donde florecían gozosos los pecados. Fueron días de trasgresión, de libertad prohibida. Aquellos días se sentía como un hijo de El Bosco, se veía gozando de lujuriosos jardines y paraísos. Amaba y era amado. Hoy, sintiendo el aleteo de la memoria, regresa al insinuante batir de su abanico de plumas de marabú, negras como la noche que se vivía fuera de aquella fantasía del Guacamayo. Fuera todo parecía el mismísimo apocalipsis. Entonces vuela a la memoria más oscura, a la de las simas de Onuba y Batalyaws, tras una noche de golpes, gritos, humillaciones, llantos y miedo. Es el sonido de un pico picapinos el que le arrastra de aquella hora oscura, el que le lleva al desván a abrir los viejos baúles, a vestirse de delicadas plumas y a gritar, una vez más, a la trasgresión, a la vida, a la fantasía de un carnaval que siente cercano…Jacinto, el guardés, le despierta: “Pruebe, señor, los pestiños que acaba de hacer Teresa”.

 

 


 

Pestiños

 

Ingredientes

  • harina 300 g
  • manteca de cerdo 25 g
  • mantequilla 25 g
  • aguardiente  ½  vaso
  • agua 1 vaso
  • aceite 1 litro
  • anís en grano 1 cucharadita
  • miel

 

Preparación

 

En un cazo ponemos a hervir el agua; cuando hierva añadimos los granos de anís haciendo una infusión que pasamos por un colador y vertemos sobre la manteca y la mantequilla. Removeremos hasta desleír; añadimos la harina con una pizca de sal. Amasamos, primero a mano y después estiramos con un rodillo; tomaremos pequeñas porciones y estiraremos sobre la mesa de trabajo en rectángulos de unos 10 centímetros y tres-cuatro milímetros de espesor; doblamos hasta coincidir las puntas y las unimos humedeciéndolas. Es el momento de la fritura en aceite muy caliente; dejamos enfriar. Por último, con la ayuda de una cuchara los regamos con miel líquida (la conseguiremos mezclando la miel con agua a partes iguales, calentamos en un cazo a fuego suave y vamos removiendo hasta conseguir la textura deseada).

 

 

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