Santiago Rivas

Indignados por indignar

Sábado, 17 de Septiembre de 2022

Confieso que en agosto he estado algo alejado del portátil desde el que suelo escribir en beneficio de la conciliación, de tener vida, y demás experiencias supuestamente divertidas y gratificantes. Santiago Rivas

Pero no por ello se me han pasado ciertas polémicas veraniegas, llamativamente banales, que mi episódico retiro me ha permitido procesar desde la distancia, en pro de la debida perspectiva. Ha habido muchas, la mayoría bastante estúpidas pero, de todas, mis favoritas han sido las protagonizadas por los que he denominado “Indignados por Indignar”.

 

[Img #20952]De estas han sucedido varias. Básicamente, "indignados por indignar" consiste en que la propiedad de un negocio hostelero perpetra un acto que define su opción política, religiosa, intelectual… etc. Quedando el sujeto tan contento. Y, efectivamente, así debería de ser y, de hecho, es. Salvo ¡vaya por Dios! que esa opción que se  desvela tenga un componente intolerante.

 

No es lo mismo declararte seguidor del Real Madrid o abstemio (que en nada afecta a que yo sea del Barça o winelover), que ir soltando barbaridades por redes sociales sin comedia mediante (o al menos sin apariencia de chiste). Eso me puede hacer reaccionar posicionándome, pero porque tú has sido el primero en atacar. Estos indignados por indignar aluden a la llamada “Cultura de la Cancelación” y así intentar vestirse de víctimas. El agresor situacional muta en llorica.

 

O sea que, si un día a tu negocio va Adolf Hitler y te haces selfies con él bajo el hashtag #MiPresidente, me quieres dar a entender que está mal que un judío, o alguien mínimamente humano, exprese que no consumirá tus productos y anime a que nadie los consuma. Ese ejercicio de falsa intelectualización que viene a poner en la picota al que se muestra intolerante con el previamente intolerante, igualando, obscenamente, ambas conductas.

Y no, no vamos tampoco a caer en el truco de que una cosa es la obra y otra el autor. Aquí eso tampoco cuela.Mira qué fácil te lo voy a decir: si tú eres intolerante con mis ideales yo lo voy a ser contigo, no hay más. De lo contrario, y en la práctica, mi tolerancia se verá depredada por tu intolerancia. No creo que algo tan básico, tan atávico, tan inherente a una sociedad que pretenda ser simétrica y recíproca en sus derechos y obligaciones pueda poner esto en duda.

Así es que nada, madurad.

A mí me parece muy bien que te quieras significar; de hecho, lo agradezco para así saber a qué atenerme, pero, desde luego, si apoyas causas que yo quiero abolir no cuentes conmigo como cliente ni como altavoz.

 

Yo escribo de vino y, obviamente, a todos aquellos a los que he detectado conductas repugnantes, a veces delictivas, los tengo vetados de mis publicaciones ¿Cómo voy a recomendar una referencia que ni yo compraré? ¿Qué voltereta sofista habilita a tal hipócrita conducta?

 

Así es que deja los lamentos y míralo por el lado bueno: los que sí están de acuerdo contigo te apoyarán más (digo yo). Lo mismo te conviertes en un mártir del movimiento y hasta tienes más éxito que, al final, es lo que más te importa.

 

Por cierto, en este punto quiero aclarar, dada la usual ausencia de comprensión lectora que desencadenan mis textos (sin duda por mi falta de talento a la hora de comunicar), que no estoy poniendo el foco en la simple discrepancia de ideas; me refiero insistentemente a conductas intolerantes. Me refiero a manifestaciones de ideologías y praxis que, de triunfar, recortarían mi manera de entender el ser humano.

 

Y por supuesto que la Cultura de la Cancelación puede ser abominable, salvaje, estar basada en un bulo, prejuicio, darse por errores de contexto, resultar desproporcionada, inducir a la paranoia… de acuerdo, pero es que los casos a los que me refiero no tienen nada de esto. Por no hablar de los que van de atalayas morales parlantes que, cuando luego resulta que les viene mal cumplir sus altos estándares de conducta, ponen el grito en el cielo al sufrir la ira de la Inquisición digital que ellos mismos han creado.

 

Pero eso son otras situaciones.

 

Aquí que las técnicas torticeras trumpistas no os confundan: estamos ante expresiones, actos y gestos claros, publicados por sus propios emisores y con todo el conocimiento de la situación. No queda espacio a la ambigüedad. Hasta me asombra, más allá de por aquello de sacar rédito mediático, que les moleste tanto.

 

Yo no tengo ningún problema en que me “cancelen” personas machistas, xenófobas, fundamentalistas, fascistas y demás externalizaciones de una manera de pensar que quiere anular la mía.

 

Si te declaran la guerra, te tienes que convertir en guerra.

 

Todo lo demás es ceder. Y eso nunca.


 

Imagen de Jason Leung en Unsplash

 

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