Enoturismo en Rioja
La casona del boticario, refugio en el corazón del vino
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Hacer enoturismo en La Rioja puede compararse con llegar a Santiago cuando uno es peregrino, o confirmar la alternativa si uno es torero: una parada obligada que consagra al visitante como enoturista “oficial”. Teresa Álvarez
En Rioja hay pueblos que huelen a vino. Uno de ellos es San Vicente de la Sonsierra, donde conviven con el viñedo todos y cada uno de sus habitantes. Allí, en esa pequeña localidad de bellas vistas, imponentes subidas y sinuosas callejuelas, se encuentra la que era la botica del pueblo, una casona imponente de piedra datada a finales del siglo XVIII con hermosas vistas al viñedo omnipresente en toda la región. Hace escasamente seis meses, Mayang Pombo y Benito Perelló abrieron un bellísimo hospedaje que refleja en cada rincón su cariño por esta herencia familiar. El proyecto de rehabilitación tan solo duró un año y medio y fue liderado personalmente por Benito, arquitecto de profesión y pasión; pero los resultados son francamente diferentes a los que un gran estudio hubiera llevado a cabo. Lo primero que llama la atención son los inmensos ventanales que, como afirma Mayang, “meten el viñedo dentro de casa”; lo siguiente, la magnífica labor de recuperación de los muebles originales del edificio en sus diferentes etapas. Desde unas lámparas de los setenta a un imponente espejo del siglo XIX. Estos detalles son los que han conseguido crear un ambiente doméstico y hogareño muy especial. En la rehabilitación total del edificio, los propietarios consiguieron disponer el antiguo calado o bodega subterránea excavada en piedra como un lugar donde poder tomar una copa con vistas a Sierra de Cantabria. Pero lo que realmente hace de La Casona del Boticario un alojamiento enológico de primer orden es su estratégica situación en la histórica localidad de San Vicente de la Sonsierra, que cuenta con un potente patrimonio cultural y monumental, con su recinto amurallado y su puente medieval sobre el río Ebro y una vida activísima alrededor del enoturismo. Un paseo por los alrededores de la villa te sumerge en un paisaje de vides infinito que se torna rojizo en el otoño tras la vendimia, en bodegas históricas donde catar y descubrir, o te sorprende con lagares rupestres, guardaviñas y prensas de alto valor histórico salpicados por sus campos.
Muy cerca, Haro, Laguardia, Briones, el museo Dinastía Vivanco. En sus calles, bodegas como Sierra Cantabria de los hermanos Eguren o locales divertidos donde conviven las principales figuras del vino español con los lugareños, como ocurre en el local de Benjamín Romeo, a pocos metros del alojamiento.
Sin duda, el proyecto personal al que esta pareja han dedicado cuerpo y alma es un buen refugio para conocer y profundizar en el corazón de la cultura vinícola de nuestro país.