Tesoro portugués

Vinho verde, la revolución que lleva años en silencio

Miércoles, 25 de Febrero de 2015

Portugal ha caminado hacia la modernidad tras décadas de oscuridad. Sin demasiado ruido, la Región de los Vinhos Verdes ha vivido su particular revolución enológica y es ahora cuando se muestra al mundo en todo su esplendor. Alex Calvo. Imágenes:Antonio de Benito

Hace unos años los lectores de Sobremesa fueron testigos de excepción de una iniciativa pionera: un enfrentamiento entre las dos orillas del Miño mediante una cata a ciegas de Albariños españoles de Rías Baixas y Alvarinhos de la Región de los Vinhos Verdes. Se trataba, a priori, de un duelo ibérico claramente descompensado. Pero una selección formada por expertos de ambos países dictó sentencia y, contra todo pronóstico, los vinos portugueses coparon los primeros puestos. ¿Qué había ocurrido? Simplemente que los nuevos vinhos verdes ya estaban ahí desde hacía tiempo y solo había que descubrirlos.

 

Un nuevo comienzo

 

[Img #6380]Hasta hace algunos años, estos vinos estaban considerados como una especie de souvenir gastronómico del norte de Portugal, perfectos para acompañar a cualquiera de las recetas de bacalao –dicen que hay 365, una para cada día del año- que se elaboran en el país. El cultivo primitivo en minifundios y la prohibición de plantar grandes viñedos en la zona impuesta por el gobierno de Salazar había desterrado al vinho verde al consumo regional y casero. Hace dos décadas y libre ya de restricciones, la Comissão de Viticultura da Região dos Vinhos Verdes (CVRVV) puso los puntos sobre las íes e instó a las bodegas de la zona a centrar su producción en los blancos, mucho más comerciales y fáciles de exportar. Los productores aceptaron el reto y las correspondientes subvenciones, pero una transformación de tal magnitud necesitaba de algo más que un simple cambio de mentalidad empresarial y una inyección económica. Afortunadamente, el cambio de milenio trajo consigo una nueva generación de enólogos con amplitud de miras dispuestos a encabezar una de las mayores reconversiones vinícolas de la historia de Portugal.

 

Tiempos modernos

 

Las variedades utilizadas para elaborar vinho verde continúan siendo autóctonas, pero estos nuevos enólogos –algunos procedentes de Galicia- han llevado a cabo una criba considerable y se han centrado solo en aquellas a las que les pueden sacar mejor partido: Avesso, Arinto, Alvarinho, Trajadura y Loureiro. En el viñedo –el mayor de Portugal con más de 34.000 hectáreas-, el caos selvático de antaño ha sido sustituido por el cultivo en espalderas con el fin de hacer prevalecer la calidad frente a la cantidad. El antiguo enforcado, un sistema mediante el que las cepas descansan en lo alto de árboles a tres o cuatro metros de altura y exige vendimiar en escalera, ha sido relegado definitivamente y se ha convertido en una rareza difícil de encontrar. Lo mismo ocurre con el ramado, solo empleado ya para elaborar vino en fincas particulares. En las grandes quintas, su presencia es meramente ornamental.

 

La innovación y las nuevas modas están presentes también en algunas bodegas de la zona. El profesor de enología Rogerio de Castro ha implantado en el viñedo de su Quinta de Lourosa el sistema de conducción en Lys, que permite, según su hija Juana, “una mayor productividad y una vendimia manual más rápida”, y Solar del Merufe ha elegido la biodinámica como forma de cultivo. Los resultados son desiguales, pero el salto de calidad es indiscutible. En general, la agresividad clásica del vinho verde ha dado paso a cierta elegancia sin perder un ápice de frescura.

 

Entre ríos

 

[Img #6378]Cualquiera que se adentre en la Región de los Vinhos Verdes desde Galicia no encontrará, a priori, grandes diferencias entre ambos paisajes. El Minho, al norte; el majestuoso Douro, al sur; el océano Atlántico, al oeste; y varios sistemas montañosos al este acotan la región como si de un inmenso anfiteatro se tratara. Su escenario, pintado de verde por cientos de bosques de pino y eucalipto, tierras de pasto y cultivos, es una sucesión de frondosos valles fluviales en los que la vegetación se muestra especialmente exuberante. Los ríos Este, Cávado, Lima y Támega no cesan de dar riqueza a una tierra que parece tener vida propia. En sus pueblos y aldeas, donde no parece pasar el tiempo, reina la tranquilidad y el sosiego. Pero, sin duda, lo que marca la diferencia entre el paisaje gallego y portugués es el viñedo, integrado entre casas, bosques y montañas como en ningún otro lugar de la Península Ibérica. Toda la región está salpicada de viñas y cada campo de cultivo, por pequeño que sea, está rodeado de su particular ramado. Las parras de Alvarinho, Loureiro y Trajadura mantienen la esencia de un vino cuya presencia es imprescindible en cualquier hogar del norte de Portugal y del que, por fin, podemos disfrutar sin complejos en cualquier parte del mundo. 

 
 
 

La Cuna de Portugal

 

Además de Braga, capital de la antigua provincia del Minho, y Amarante, partida en dos por el río Támega, la región de los vinhos verdes cuenta con una ciudad milenaria de visita obligada por su encanto y belleza. Futura Capital Europea de la Cultura en 2012 y conocida como “La Cuna de Portugal” por su antigüedad, Guimarães refleja el interés de las instituciones portuguesas por preservar el patrimonio histórico de sus ciudades más emblemáticas. Su casco histórico ha sido completamente reformado hasta recuperar el aspecto medieval de sus orígenes y el pequeño comercio vuelve a ser protagonista. Para entender el carácter aguerrido de esta ciudad es imprescindible visitar la iglesia de Nuestra Señora de Oliveira, símbolo de la victoria lusa ante el invasor español en el siglo XII.

 

Enoturismo rural: despertar en pleno viñedo

 

Como en toda región vinícola, existe una Ruta de los Vinhos Verdes con más de 60 establecimientos asociados. Aún así, destacan algunas quintas muy especiales que, además de sus vinos, ofrecen alojamiento en un ambiente señorial a pie de viñedo:

 

Solar de Serrade (Quinta de Serrade-Mazedo; 4950-280, Monçao; Tel.: +351 251 654 008): enorme quinta familiar con media docena de confortables habitaciones. El visitante tiene la obligación moral de pedir a su enólogo, el gallego Carlos Blanco, que le deje catar sus excelentes Alvarinhos de 1999 y 2004.

 

Quinta da Lixa (4615-258, Lixa; Tel.: + 351 255 490 590):  la primera bodega de la región con hotel y spa. También es de las pocas que exporta vinho verde a España, a través de varios distribuidores.

 

Quinta de Lourosa (4620-722, Sousela; Tel.: +351 255 810 480): cuenta con seis habitaciones y un completo apartamento junto a sus 27 hectáreas de viñedo.

 

Casa do Valle (4860-167, Cabeceiras de Basto; Tel: +351 938 802 111). posee una hermosa casa rural a tan sólo 20 metros de la bodega. Tiene seis habitaciones y su alquiler cuesta 300 euros al día.

 

 

 

 

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