Sir Cámara

Elecciones cerveceras: presión y temperatura

Domingo, 30 de Agosto de 2015

En más ocasiones de lo razonable, no nos dejan elección. De pronto, un día, echas un trago entusiasmado a tu cerveza de toda la vida y descubres que es dulzona. Ni rastro del característico sabor amargo que selló aquél pacto de lealtad comercial. Sin que te pregunten, de pronto, un día, te sirven la fabada emplatada con las fabes en fila, escasas, y con el compango serpenteando detrás en procesión, como si aquella bobada fuera tarea de un maquetista. Lo segundo no tiene arreglo. Lo primero, lo de la cerveza dulzona por decreto, no lo sé. Empezamos de nuevo. Bienvenidos. Sir Cámara

La cerveza que siempre había tomado, de pronto, era empalagosa. Cambié a otra marca de reconocido prestigio estelar y, tras unos meses consumiéndola, de repente, dejaba recuerdos dulzones en la boca. Lo mismo ocurrió con dos marcas más, aunque en un envase de litro conservaba las características clásicas.  En plena torradera agosteña me pregunté por qué se acepta el eufemismo “fresquita” asociado a cerveza cuando lo que estamos esperando es algo frío de arranque. Y eso precisamente cuando más se agradece que esté fría y “cervecera”, es decir AMARGA, que es lo que se espera de esa bebida que nos proporciona placer ante el calor y la sed.  Fue ahí, exactamente ahí, cuando disfrazaron a la cerveza  de golosina y se empezó a calificar de “dulcecita” como una alternativa más.

 

 Para evitar la polémica en el cañeo, que es para el disfrute,  unos recurren a la lealtad de “su” marca de toda la vida que, según ellos,  no ha cambiado nunca;  mientras,  otros se cobijan en las posiciones innovadoras de las cervezas artesanales que, dicen,  se deben beber a una temperatura más elevada para valorar mejor sus cualidades sápidas. Vale, aceptamos espumita como animal de compañía…

 

 Más allá de nuestras marcas cerveceras de referencia y de los protocolos de esta bebida, me zambullo en pleno mes de agosto en las procelosas fuentes de Internet  para tratar de encontrar la respuesta que me aplaque el calentón cervecero, que ya  se acerca a la paja mental (es una bebida cerealera) antes de que lo explique el Gobierno como un recurso electoralista.  Nada. Sólo lo previsible. Sin embargo, en uno de esos abrevaderos veraniegos en los que nos aliviamos en compañía acústica coral y a los que llaman terrazas, se me aparece la virgen de la Cebada. Casi nada, oiga: un ejecutivo,  cervecero según dice,  pontificando a voces. Y aunque no logré entender con nitidez todo lo que decía, ni la marca para la que trabajaba porque le pillé el mitin ya iniciado,  tomé al vuelo las notas que aquí les traslado y que espero les lleven a felices conclusiones personales.

 

“Las cervezas no cambian tan sólo  porque les agreguen algo. Dependiendo del envase y su resistencia a la presión del gas carbónico, su sabor  cambiará. Cuanto menos carbónico contenga, menos nos suele gustar la cerveza. Esto guarda relación con los envases. Las latas cada vez se elaboran con unos materiales más ligeros y esto propicia que su contenido sea el menos aceptado por los consumidores más fieles y entendidos.  De ahí que, y por este orden, el público valore más las siguientes presentaciones: litro, tercio y botellín, de vidrio todos ellos…“¿me entiendes lo que te quiero decir?” (sic)

 

Y continuó: “la botella de litro es capaz de albergar más cerveza que el tercio o el botellín, y por  lo tanto más carbónico, pero, a su vez, un botellín siempre tendrá más presión que una lata ya que el vidrio es un material muy duro y resistente. Por último, el barril es el envase más popular y consumido, ya que mantiene la cerveza en unas condiciones óptimas de temperatura, oxígeno y presión, por eso el contenido tiene un aspecto estupendo. La cerveza del bar y la de las tiendas es la misma; sólo el envase y la temperatura  propician cambios de sabor. De ahí que cuanto más fría, fresquita que dicen algunos, se sirva  más mientras  se extingue el amargor característico de la cerveza”.

 

Tras su peculiar argumentación,  llegué a la conclusión de que la gente se reinventa laboralmente en cualquier gremio. No sé en qué habrá trabajado antes el pavo de la charla en la terraza de Huelva, pero docente no parece que sea. La polémica está servida. ¡Dos caaañas…! ¡Oído!

Pues eso.

SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.