Lo que se cuece en...
Manila, visitando un paraíso asiático de raíces españolas

Manila sigue avanzando sin perder el recuerdo de españoles y americanos que durante muchos años permanecieron en la isla. Una herencia hispana que se refleja en cada rincón de sus mercados, en sus escuelas, en sus calles... Alberto Granados
No se puede negar que la presencia española en Filipinas, y concretamente en Manila, ha perdurado en el tiempo. Aún, hoy en día, la mayoría de las abuelas siguen hablando castellano y hay ciertas palabras de nuestro idioma que se mantienen presentes en el tagalo, el idioma oficial filipino. Aquí todavía se dice: cocina, cinturón, mesa, silla… y numerosas calles, plazas, apellidos o lugares históricos están arraigados a la cultura española, la que perduró durante más de 300 años en la isla. Esa presencia también se hace evidente en su gastronomía, plagada de platos que a cualquier español le resultarán familiares como la paella, las calderetas o el lechón (nuestro cochinillo), que cocinan con una maestría inigualable. En Filipinas lo preparan generalmente asado, con la corteza bien crujiente y el interior jugoso, es una delicia de plato que en nada tiene que envidiar a nuestros famosos asados segovianos (aunque aquí no se utiliza apenas el cochinillo lechal) y que suele servirse fundamentalmente en banquetes y en celebraciones familiares especiales.
De lo que no existe ninguna duda es que el alimento principal para un filipino es el arroz. Existen infinidad de variedades y se consume en desayunos, comidas o cenas. Da igual el plato que se prepare (dulce o salado), siempre llevará un acompañamiento de arroz. De hecho, a pocos kilómetros de Filipinas, encontramos desde 1960 el IRRI (Instituto Internacional de Investigación del Arroz) donde se guardan y analizan más de 127.000 tipos de granos de arroz diferentes, recolectados en todos los rincones del planeta.
He de reconocer que cuando atravesé Manila me quedé realmente sorprendido, nada de lo que yo me imaginaba se ajustaba a la realidad. Yo pensé que me encontraría una ciudad de casitas bajas, repleta de vegetación tropical y niños corriendo descalzos por las calles y lo que descubrí fue muy diferente: una ciudad saturada de tráfico, humo y polución en la que los atascos son el padre nuestro diario (atravesar de lado a lado la ciudad puede llevarte varias horas), con grandes rascacielos y torres de edificios más habituales en ciudades europeas o americanas. También es cierto que al ser una ciudad tan grande (con una extensión parecida a la de Madrid, pero con el triple de habitantes), tenemos diversidad de paisajes y barriadas, desde los más “europeizados” con amplias avenidas y zonas comerciales repletas de lujosas tiendas a los más pobres de casas bajas, con aceras sin asfaltar y apenas luz eléctrica. Es otro de los contrastes de Manila, en pocos metros cuadrados encontramos la riqueza y la pobreza en una ciudad donde las desigualdades económicas son abismales. Aquí no existe clase media (o es minoritaria), aquí hay ricos ¡y muy ricos! Y pobres… ¡y muy pobres!
Pero si realmente queremos conocer “lo que se cuece” en esta ciudad hay que recorrer sus mercados y tiendas repletas de frutas tropicales con el coco como principal producto de exportación del país. Algo que sorprende (y mucho) a los visitantes es que el pescado que se vende permanece vivo chapoteando en grandes peceras, tú mismo lo pescas y te lo llevas... ¡Más fresco imposible!
Para conocer la auténtica Manila hay que salir a la calle y disfrutar de su gastronomía callejera (en cada esquina encontramos comida para llevar), porque otra cosa que distingue a este pueblo es que se pasa el día comiendo. A todas horas, sin descanso...
Una vuelta por el Mercado
Adentrarse en el Farmers Market es toda una experiencia para los sentidos. Este mercado ubicado en el centro de Manila ofrece la mejor materia prima de la zona y aquí encontramos prácticamente todo el producto fresco que deseemos. Verduras, frutas espectaculares, carnes, pescados y mariscos frescos..., en un mercado donde la sonrisa de los vendedores te reconforta en cada puesto en el que te detienes a comprar. Sorprende la cantidad de frutas diferentes que encuentras, coloridas y apetecibles.
Calle General Araneta, Quezon City (Metro Manila).
Un paseo en Jeepney…
Estos coloridos autobuses recorren las transitadas calles de Manila soltando ese humo negro característico de los vehículos antiguos, porque estos “minibuses-furgoneta”son la herencia que dejaron hace muchos años los norteamericanos en la isla, eran los transportes militares durante los años de la II Guerra Mundial y fueron abandonados por los soldados americanos tras su marcha. Los filipinos los transformaron ampliándolos para aumentar su capacidad y los decoraron a su antojo y es toda una aventura pasear por Manila a bordo de uno de ellos. No hay duda que es el transporte más barato de la isla.
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