César Serrano

Los gustos y los caminos

Teresa

Martes, 21 de Junio de 2016

Cuando Teresa Mahou cumplió los 70 aún mantenía mucha de su antigua belleza, también la curiosidad por las cosas que le habían acompañado a lo largo del tiempo. César Serrano

De esa curiosidad, su pasión por las máquinas de las manzanas mordidas. A ellas acudía a casi todas horas, le servían para escuchar música, para viajar y relacionarse, porque, gracias a la “computer” como denominaba a su flamante portátil, podía participar en debates y conversaciones con gentes de distantes y diversas geografías. De una de esas geografías un día le llegó, a través de facebook, una petición de amistad: “Oswaldo Graciani le ha enviado una solicitud de amistad”. Acudió al pulsor y buscó el perfil del intruso. “Maestro en escuela pública, me gusta hablar y que me hablen al oído, viajar hasta donde estés y bailar contigo todos los boleros. Odio a Neruda. Amo a Borges”. No contestó a la petición de amistad hasta pasados unos días, que lo hizo con versos de Neruda: “En mi patria hay un monte. En mi patria hay un río. Ven conmigo…” Sí, ella acudió a su amado Neruda en la respuesta a aquel intruso que decía vivir en Azul, en la provincia de Buenos Aires. Después una espera interminable.

 

No supo cuánto tiempo pasó de ese tiempo universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a nuestro propio tiempo. Por fin un día, unas horas o tal vez pasado tan solo un instante, en la ventana del Messenger de Oswaldo Graciani, Borges, sus versos: “No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso…”. Fue así como fueron entrando el uno en la casa íntima del otro, en los mundos del otro, en los miedos, en los sueños que alimentan utopías y libres albedríos, también en los estragos del tiempo, y entonces en las conversaciones trasatlánticas aparecían las ausencias, los ríos que nunca fueron atravesados, los caminos que jamás fueron hoyados y los cuerpos a los que nunca alcanzaron los labios en flor de algún deseo prohibido. Un día, sentados frente a frente y arropándose de miradas a través del diminuto ojo de la webcam, tras una larga conversación sobre el significado del tiempo, Oswaldo le dijo: “Hoy, le he traído un regalo. Porque a vos también le gustan los boleros, le he traído un bolero de Lucho Gatica”

 

Fue algo mágico, los dos se tomaron de la mano y bailaron con pasión aquel bolero mientras se hablaban al oído y se reían del tiempo y de la distancia. Tomaron un café y se dijeron “Chao, hasta mañana”. Ella abrió el correo para escribir a su nieto, en Londres: “Perdona a esta abuela loca la tardanza. Hay días maravillosos y hoy ha sido, como tú dirías, una pasada. Chao. Aquí tienes mi receta de los higaditos, que me pediste. Muchos besos, cariño”.

 

Higaditos de pollo encebollados

 

Ingredientes

 

 ½ kg. de higaditos de pollo, 1 cebolla, 1/2 pimiento verde, 2 dientes de ajo, una ramita de perejil, 1 vaso de vino blanco,  cucharadita de pimentón de La Vera, 1 chorrito de aceite, pimienta y sal.

 

 

Elaboración

Limpiamos de telillas los higaditos y cortándolos en trocitos medianos. A continuación picamos en juliana fina el ajo, el pimiento y la cebolla. Vertemos aceite y pochamos las hortalizas. Con las hortalizas pochadas, añadimos los higaditos que rehogamos durante cinco minutos a fuego medio. Por último, añadimos el vino, llevamos el fuego a fuerte hasta evaporar el alcohol, y bajamos a fuego suave durante 15 minutos.

 

 

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