Mayte Lapresta

Comer, beber, amar

Me gustas, cerdo (Y Feliz Navidad)

Miércoles, 28 de Diciembre de 2016

La cata magistral de cochinillo me ha obligado a hacer un doble titular. Debería hablar, como mandan las buenas costumbres, de esta época del año tan dulce como nostálgica para terminar brindando con ustedes los queridos y siempre amados lectores. Mayte Lapresta

Pero el cerdo se interpone en mi camino. El recuerdo de ese lechón fruto del infanticidio ganadero cuya textura jugosa y casi dulce, su piel crujiente, su salsa potente, su intenso aroma me quita hoy el sueño y me abre el apetito antes de salir de la ducha. El asado es, sin duda, una de las mayores delicias culinarias a la que nos  enfrentamos en fiestas y onomásticas. Desde el rellano o el portal, el jardín o la calle, sus aromas invitan a entrar, besar a la abuela (aunque no sea la tuya) y premiar al cocinero.


Abajo caen los buenos propósitos veganos que se ven pospuestos para la cuesta de enero (ya veremos de qué año). Y las dietas, y la finura, porque los huesos del asado se comen con los dedos. Y el buen comportamiento en la mesa, porque habrá que regarlo con tintos merecedores del privilegio o sorpresas innovadoras (en blanco) como la que nos deslumbró en la cata de cavas de este mes, por no mencionar el reportaje de nuevos asados al que dedicamos generosidad y testimonios ilustres para abundar en la metodología por convección que reina esta Navidad dentro del horno. Porque esa grasa suave, óleo animal, envuelva nuestro estómago como si un masaje terapéutico de aceites esenciales se tratase. Llegan las risas, porque el vino y el asado unen a las familias momentáneamente, empapan de buen humor la charla entre cuñados, hacen que todos sean del Barça o monárquicos si el anfitrión quiere. Y es que, queramos o no, en torno al plato y a la copa se disfrutan algunos de los mejores momentos de la vida. Los otros, seguramente en la cama… soñando. Feliz cochinillo.

 

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