SAN CALABACÍN
Hace unos días publiqué en la nada y en el todo, en Twitter y en Facebook, una tira que era adelanto de la conmemoración anual de la fiesta de los enamorados. Y se la adjunto aquí como apoyo gráfico para que no duden de mi generosidad. Sir Cámara
Ayer, saliendo de un aparcamiento, veo una vitrina de emergencias para fuegos con el cristal roto, bien roto en el que aún se podía leer. Mientras llegaba el ascensor para bajar a extraer el coche de las entrañas de la tierra, intento recomponer el texto allí serigrafiado: “rompa el caso incendio de…” O sea, el clásico “rompa el cristal en caso de incendio”. Miré alrededor y no se veían trazas de humo, que siempre quedan. Al no verlas, trasladé el razonamiento al terreno de la ironía y el protagonismo con fines preciosos: las estrategias del enamoramiento.
Poniéndolo en limpio, deduje que un tipo, esperando el ascensor, decidió triunfar aquella noche; porque estas misiones siempre ocurren de noche. Debió liarse el pañuelo en la mano, sobre los nudillos, le dio un puñetazo al cristal y le dijo a su acompañanta algo así como “ardo en deseos de…”
Ella debió liberar fluidos. Primero los lacrimógenos que impulsa la risa y que suben al marcador con ovaciones y aplausos hechos carcajadas. Donde esté esto, que se quiten los emoticonos. Ella le correspondió, seguro y, en aquél ascensor, debieron cruzarse palabras que nunca pasarían los filtros de los oídos castos.
Qué bonito. Pero, salvo que vayamos sobrados de presupuesto para el regalo de san Valentín, siempre temeremos no estar a la altura del regalo de ella. La comparación es tan inevitable como su lucidez y su instinto consumista que ya va haciendo aconsejable el regalo a medias: un viaje, algo con mantel, o con sábanas, un… O dos, si la forma física, y mental, lo permitiera…
Saliendo del ascensor, y como si lo hasta aquí plasmado fuera una demencia extraída del almacenillo de recursos del bloguero, me di de narices con una pareja acariciándose con la mirada y haciéndose eso que hacen los propensos al enamoramiento: acariciar los primeros frutos de su pasión: abrazaban entre ambos un importante, ¡tremendo!, calabacín. Ella, sonriente y sorprendida, al abrirse las puertas del ascensor, dijo:
-Es guapo, ¿verdad? Es que nos queremos mucho y como las verduras y las hortalizas están por las nubes… hemos sacado los ahorros y nos hemos regalado un calabacín para celebrar el día de los enamorados. Y pronto iremos a por la parejita: ¡una berenjena!
Él, emocionado, dijo:
-Es bonito, ¿no?
Pues eso.
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