Comer, beber, amar
La vida
Cada hora deberíamos ser conscientes de lo maravilloso que es estar vivo. Parece que solo cuando un tsunami arrastra nuestra cotidianeidad apreciamos lo perdido y sentimos en la piel el valor de lo insignificante, que en sí mismo es lo más grande. Mayte Lapresta
El silencio y sosiego de una buena siesta, la ausencia de dolor, la risa de un niño, una mañana cálida, un café a media tarde, la luz de la puesta de sol, esa llamada de un amigo…; el aroma y el sabor de un buen vino. Hace poco, unos análisis hicieron saltar la luz roja de mi salud hepática. No es que fuera un terremoto que sacudiera todos los cimientos, ni mucho menos. El remedio era muy sencillo: eliminar el alcohol de mi dieta. Como gran aficionada a este singular compuesto, la prescripción supuso un suplicio. El placer de una comida no lo era tanto, el momento de cocinar perdía sentido sin esa copa que me acompañaba mientras añadía ingredientes y sazonaba por instinto. Bajaba a la bodega y buscaba la botella perfecta que yo no probaría, no compartiría. Cataba un grande y abandonaba la copa que tantas satisfacciones estaba dispuesta a darme, sintiendo una punzada aguda de menosprecio involuntario. Tras meses de reducir la experiencia enológica a la simple cata sin ingerir, el otoño me ha traído buenas nuevas y mis niveles parecen recuperar la cordura dando paso a la permisividad vinícola. La vida no cambiará por el hecho de tomar vino. No tendré un futuro más exitoso ni los problemas desaparecerán de mi rutina. No se trata de un elixir que permita la eterna juventud ni un alucinógeno que me trasporte a mundos paralelos. Pero os aseguro que el trabajo de estos genios, agricultores y técnicos, enólogos y bodegueros, la paciencia y el tiempo, la constancia y el sacrificio, la cordura y la sabiduría acumulada por la experiencia, consigue embotellar algo más que una bebida. El vino tiene algo místico, algo que te conduce a un embrujo sensorial muy completo, que te embarca en el fascinante mundo del deleite. Es mucho más que un alimento, es pura magia… Y qué es una vida sin magia.
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