Comer, beber, amar
Comer con las manos
Cuanto más viajo, más consciente soy del paletismo de madrileña de mediana edad y clase acomodada en el que estoy sumergida. Mayte Lapresta
Mientras suenan las campanadas de la Puerta del Sol, se brinda por un nuevo año que no comparte la mitad del mundo. Cuando abro el grifo y sale agua disfruto de un lujo que no existe en casi ningún lugar. Si me horroriza la basura de una ciudad en vías de desarrollo me sorprendo ante la obviedad de que la recogida organizada y pública de residuos es algo que muy pocos disfrutamos. Vivimos en una burbuja del bienestar de la cual salimos de forma esporádica, custodiados y protegidos por mosquiteras, profilaxis, agua mineral y pasaje de vuelta. En esas visitas socioculturales, algunos, los más osados, adoramos sentirnos parte del entorno. Somos lo que yo llamo turistas integrados (pero turistas, no lo olvidemos) y entre las diferentes prácticas hay una especialmente deliciosa: comer con las manos. Bien limpias, claro. Algo tan natural, innato y sencillo. Algo delicioso, pringoso y auténtico. El finger food de verdad, las tapas sin pan, sin apoyo, sin palillo. El arroz sirve de sustento en India –aunque debas ser diestro, pues la mano izquierda es impura–, la polenta permite absorber las salsas de África subsahariana, hojas de plátano en Malasia o en el Caribe, trozos de coco en Polinesia, cous cous en Marruecos. Puede ser un plato común donde todos comparten, charlan y ríen. O individual, en la intimidad de la complacencia. Se chupan los dedos y gozan del tacto, tan importante en la experiencia gastronómica. Algo que podría parecerte extraño, inapropiado y hacerte sentir incómodo es, como casi todo, una cuestión de prejuicios y percepciones. La humanidad lleva comiendo con las manos la mayoría de su corta trayectoria.
La humanidad come ahora con las manos en una gran parte del planeta. Recuerdo ese plato de pollo con jugo de coco y arroz, los dedos sintiendo la temperatura adecuada de la comida, la salsa escurriendo en la mano, el momento final de rebañar los últimos trozos … y pienso… ¡qué ridículo y esnob es utilizar cubiertos¡ Ya decía el Shah de Irán que comer con cuchara y tenedor es como hacer el amor mediante un intérprete.
SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.









