Santiago Rivas

2019

Miércoles, 08 de Enero de 2020

Se acaba, o acabó (depende de cuando se publique este texto), un año que supone mi primer aniversario en Sobremesa. Santiago Rivas

Nunca pensé que iba a durar tanto, de verdad que creía que pasada la efervescencia de mis cuatro o cinco primeras entregas la dirección de esta revista me diría que ya está bien de intentar dogmatizar con mis delirios, que para eso me fuera a Facebook. Pero, por alguna extraña razón, eso no está pasando. Y yo muy contento, sobre todo porque ya Facebook es un solar.


Así, si en 2019 os he traído, entre otras cosas: el cuerpo legal del winelover; el manual de la perfecta winestar; mi opinión sobre la estandarización por atlanticismo; el problema de agencia que tiene la prensa vínica (aplicable a la prensa en general); cómo la transferencia de riesgo acabará con la civilización abocándonos a un futuro apocalíptico a lo Mad Max... he realizado, además, una crítica de diversos contenidos audiovisuales y os he hecho ver que la comunidad perteneciente al culto iniciado, independientemente de su procedencia, viene a beber y adorar los mismos ídolos. Me ha quedado el año de lo más completo.


Pero esto ya es pasado; bueno, si lo pensáis, todo es pasado, porque desde que veis una imagen hasta que la procesáis, con más o menos éxito, esa imagen ya es pretérita. El presente es pasado. Pero en 2020, y esto sí es hablar de futuro, mi gran objetivo es ir desentrañando la que para mí es la gran distorsión nacional. Yo lo llamo la paradoja española, Spanish Paradox. He sobrevolado por ella en capítulos anteriores ,pero para quien necesite refrescar conceptos, esta paradoja consiste en que hay todo un conjunto de divulgadores, periodistas, críticos y profesionales varios que hablamos, exponemos, bebemos, publicitamos o recomendamos vinos que solo bebemos nosotros. Pero la industria (productores o distribuidores) sí nos/los consideran gurús, influencers o prescriptores.


Hablamos de vinos que  el personal no iniciado, es decir, el 95,3% del espectro de consumidor de vino nacional, no conoce porque los que hablamos de esto lo hacemos en contenidos muy nicho, y el que llega a un medio generalista de repente idiotiza su mensaje por motivos muy diversos (van desde la obligatoriedad impuesta por un anunciante a el temor de que si pone vinos muy exclusivos o raros su colaboración tendrá poco recorrido).


El caso es que el 95,3% de la enopoblación sigue pensando que la mejor región de vinos del mundo es Ribera del Duero. Esta situación me parece divertidísima. No es preocupante porque con el tiempo, digo yo, sí acabaremos llegando al gran público (“gran”, en términos vínicos, sigue siendo muy minoritario). De hecho ya sí se ve gente “buena” recomendando referencias de culto, sin selecciones sospechosas, en medios como El País (Amaya Cervera por ejemplo, colaboradora sobremeser tambjén).


Pero, mientras esto va calando, hay una comunicación de vinos que en absoluto se corresponde con lo que se consume en este país. Es como si un crítico de cine solo escribiera sobre pelis que no ve nadie pero Disney y Warner le tuvieran muy en cuenta. Sí, en 2020 voy a desarrollar y analizar está situación, sin olvidarme, por supuesto, de profundizar en la cultura winelover, que no deja de ser el otro gran fenómeno, este ya global, que está cambiando el criterio de consumo de vino. Un fenómeno superficial pero, en muchas ocasiones, acertado, que hace que valores un vino no por cómo es si no por cómo te hace quedar, es decir, dejar de poner el foco en los puntos que tiene una determinada referencia en la guía de turno y hacerlo en el prestigio que nos da a nosotros tomar esa referencia. Los puntos del carnet winelover.


Así que mi labor en este año se va a centrar en haceros ver qué es winelover y qué no. Es muy embarazoso ver bodegas que se creen pertenecientes al culto y, sin embargo, nada más lejos, o mamíferos en Instagram poniendo #winelover mientras se beben un Jumilla. Ahí necesitáis ayuda, tengo muchísimo trabajo por hacer. No os preocupéis, sobremesers.


Que tengáis un feliz 2020 en el que os vaya todo fenomenal o, al menos, no fallezcáis. No fallecer ya es un gran éxito.

 

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