San Borondón
La casa de doña Candelaria Bencomo Acedo se alza elegante en el centro de una fértil vega heredada de sus abuelos maternos, los Acedo-Elizo, y, como hicieran sus antepasados, dedicada al cultivo de pimientos, tabaco y frutales. César Serrano
A la casa llegó tras el casamiento de su único hijo, dejando atrás a un marido insignificante para su corazón, fruto de un tiempo de sumisión patriarcal. La cocina, su alquimia, sus aromas y sabores son una pasión heredada de la abuela y de la madre cuando siendo niña las veía cocinar en la casona de Isora, hasta la que llegaban los olores yodados del Atlántico y a donde arribó un día el bisabuelo Inocencio Acedo Varona, a fin de conocer el cultivo del tabaco. Allí se quedaría para siempre enamorado de una mujer bellísima descendiente del rey Bencomo. Un día, tras el deleite de una chiva en salsa y mientras se acometía el ritual de la sobremesa, Candelaria Bencomo Acedo señaló sobre el hule del mapa de España el archipiélago y comenzó a narrar una lejana historia que había escuchado a los viejos marinos sobre una isla que iba y venía como las mareas, la Isla de San Borondón, de la que dicen es la última tierra firme que avistan los marinos antes de penetrar definitivamente mar adentro. Algunos afirman haber anotado su presencia en el cuaderno de bitácoras, situándola al norte de la gran isla del Rey Mencey; otros dicen haberse refugiado en una de sus ensenadas. También hay marinos que ríen socarronamente a la vez que aseguran que San Borondón solo existe en la mente de aquellos que sienten miedo de ir mar adentro.
“Yo la vi, yo vi la Isla de San Borondón”. Y Candelaria Bencomo Acedo habló de sus miedos, de su miedo a un mar de besos y pasión que se mecía ante ella y la invitaba a su danza, de su miedo a levar el ancla del patriarcado y la sumisión, de su miedo a la soledad… Habló de cómo, ahí, varada, cada mañana y cada noche, alcanzaba a ver la Isla de San Borondón. “Pero llegó el día en que me dejé azotar por las tormentas. Caminé mar adentro, sin mirar atrás, sintiendo las caricias anunciadas durante años, escuchando los arrullos, abandonándome a los delirios y las vehemencias que tanto tiempo mantuve confinados. Y yo avanzaba, y según avanzaba San Borondón iba sumergiéndose. Y no sentía miedo solo ansia de una vida que hoy comienza cada día”. Fueron aquellos besos, aquéllos abrazos y aquellos susurros los que hundieron lo que algunos decían San Borondón y otros temor. Candelaria levantó su copa. “¡Brindemos por los viejos marineros, por la memoria de un beso mirando al mar!”.
Chiva guisada
Ingredientes
1 kg de pierna de chiva o cabra, 2 cebollas, 3 pimientos italianos rojos, 2 tomates, 6 dientes de ajo, 1 cucharadita pequeña de cayena, una cucharada de Pimentón de La Vera, ralladura de nuez moscada, 1 vaso de vino malvasía y un vaso de agua.
Elaboración
Troceamos la carne, salpimentamos, la doramos en una sartén y reservamos. En una cazuela elaboramos un sofrito con las hortalizas y cuando esté a punto añadimos la carne y el pimentón e incorporamos el vino. Dejamos que se evapore el alcohol y vertemos el agua, bajamos el fuego a medio durante media hora.
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