ES COSA DE HOMBRES
Cuando la coñá, -que decían los primos del pueblo, los primos de mi abuelo- se le daba hasta a los niños (y las niñas, que dirían ahora) para los gases, para que dejaran dormir a los padres y para ampliar la cartera de clientes, apoyándose en la propaganda de la época, con ese eslogan, “es cosa de hombres”, la compra, decía, la hacían ellas. Sir Cámara
Y digo propaganda, aunque lo llamaran ya publicidad, porque las estrategias comerciales no surgían de los datos que aportaba la extracción social a la que se supone iba dirigido el mensaje de cada producto. Resumiendo: no había márquetin, por lo tanto, al menos para mí, era propaganda planteada sobre un argumento gráfico, más o menos acertado y atractivo para prestarle atención, y una frase de cierre, en ocasiones latiguillo de fácil repetición para la gente, como muestra de modernidad por estar al día en todo lo relacionado con los soportes de comunicación.
Hecha la exposición de lo que viene a justificar el titular de este comentario pretendidamente gastronómico, retomo la afirmación del final del primer párrafo. Sí, efectivamente, la compra la hacían ellas. Bueno, y ahora. Los tíos, salvo contadas y eminentes excepciones, solteros organizados o singles en general, que saben más que mucha lince ibérica del mercadeo… el carrito lo llenan ellas. Pero ha sido ahora, con la pandemia vírica que ha servido para reclasificar al personal, cuando nos llegan referencias de otros hábitos de compra. A los que les pilló el Covid con el carrito del helado, con el niño o la niña en casa, son ellos los encargados de comprar semanalmente porque a nosotros, casi, casi, se nos ve la fecha de caducidad. Y luego, como ocurre ahora en casi todo, chico o chica comparten criterios de depilación y/o tatuaje de las cejas y el absoluto convencimiento de que el mercado libre no es una feria de taxis. De todo hay… Incluso quienes creen que el Ácarofest se celebra todos los sábados para mantener intacto el aspirador.
Ante esta exposición de perfiles, hay padres que se reprochan el carácter de uno o de la otra, y viceversa; aunque ya se empieza a achacar la falta de adornos genéticos a la cebolla. ¿A la cebolla?, dirán ustedes. Pues sí. Está más que comprobado, dadas las inevitables referencias culinarias que para todo hoy día se aportan, que pochar abundante cebolla con unos granitos de sal antes de iniciar el acto de la perpetuación de la especie, aporta después unos matices más cordiales en una sociedad por naturaleza hostil.
Pero, vayamos al grano, que la paja vuela, y elaboremos la particella, la lista de la compra. Asesorados generalmente por la reina de los lineales y cabeceros del hiper, que los recorre mentalmente ahora que los añora, avanzaremos, como el Comecocos del juego, Pac-Man para los cultos, sin dejar rastros comerciales para otros. Desaparecerá la edición en papel del rollo mientras que algunos editores con imaginación se empiezan a plantear ya ese soporte para autores que sólo venden a sus familiares y amigos. La harina… ¿cómo era? ¿La de repostería, para fritos o la normal…? Y el colutorio, eso que descubriste que alguien en casa se lo tomaba con ginebra cuando se quedaba solo, ¿de qué color era? Y luego el papelito del turno para fiambre al corte, para la panadería, la pescadería. Tras el posado inicial en el primer lineal y fotografiando los artículos, y hasta las interjecciones, ¡mierda!, me quedo sin carga en el teléfono, ¡puaj!, etc, etc, se establece la relación visual cantidad-tiempo. Para el tremendo rato que lleva el presunto comprador allí el carrito no le hace justicia: cuatro cosas y falta lo más esencial, y ahora esperar a ver si me limpian el pescado y ese calamar gigante que puede servir para múltiples preparados. ¿Le limpio el Kraken?, dice el pescadero. Mientras le hace la autopsia se impone un vuelo rasante por la panadería y la charcutería, ya al filo del cierre…
De regreso a casa oye en la radio que hablan de una persona que tiene su mismo nombre y su mismo apellido. Le suena el móvil. Son sus padres.
-Sí, papá, me quedé sin batería en el móvil y una señora muy amable que hace unas croquetas de la leche, me dejó su cargador y… Bueno, dile a mamá que no se enfade, pero me ha adoptado. Y lo mejor es que es menos vulnerable que vosotros. Al menos para lo del Covid.
¿Estás ahí…? Papá, papá… ¡Qué carácter tiene, oye…! Eso va a ser vírico
No sé si será vírico, pero es cosa de hombres
SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.