Haro centraliza las fiestas del vino con sus celebraciones

¿Y qué traje usará la pobre niña?, decía la letra de All tomorrow’s parties de The Velvet Underground, una canción que habla de cómo disfrazarse de un mañana que está siempre en cambio. Quizás la temporada de Beaujolais Nouveau y festivales como Pinot Palooza, Bordeaux Wine Festival o Sulafest sean ejemplos internacionales que marcan este camino, pero si queremos hallar creatividad orientada a este propósito en España, bien podremos encontrarla en la localidad riojana de Haro, centro neurálgico de destacadas bodegas, muchas de ellas centenarias. El Carnaval de Haro (febrero) o la Batalla del Vino (junio) son eventos cíclicos de carácter lúdico, episodios puntuales de cohesión enofestiva en los que la cuestión vínica trasciende, con mucho, a la individualidad de la etiqueta. Aún tocado azarosamente por la crisis sanitaria global, este municipio, por completo orientado al vino, reúne unas condiciones inigualables para convertirse en un gran centro de ocio en torno a la botella y la copa.

Vino para todos

El sector del vino requiere alegría, ingenio y cohesión para contender en los mercados globales con otras categorías de bebidas que, a la postre y aunque parezcan no ser competidoras, resultan sustitutivas en muchos entornos del consumo cotidiano, como pueden ser las cervezas y los refrescos; bienes de consumo que, a diferencia del vino, cuentan con una baja dispersión y concentran mucho mejor su mensaje. La realización de eventos alrededor del vino –y los hay magníficos–, con contadas circunstancias virales como el ya mencionado Beaujolais Nouveau, siempre ha adolecido de una marcada estacionalidad y de una baja fijación de su mensaje. Son numerosas las acciones incidentales que apenas calan en el consumidor, precisamente porque no resultan sostenidas en el tiempo.

Que los grandes operadores vitivinícolas rompan las fronteras –reales e imaginarias– del sector para consolidar fórmulas imaginativas y constantes, quizás en un circuito mundial en el que participen pluralidad de productores y comerciantes, que permitan que cada vez más consumidores adviertan el producto como una unidad sólida, es un reto mayúsculo que puede catapultar el vino a cotas nunca vistas.

Carnaval, carnaval

En 2020, su temática, que varía cada año, ha sido la obra de Agatha Christie Asesinato en el Orient Express. Con la colaboración de numerosas bodegas, se trata de un evento con espectáculo a puerta cerrada –para el que han de adquirirse entradas– que se celebra en el Hotel Eurostars Los Agustinos, aunque lógicamente la mascarada permea luego a las calles de Haro.

Guerra con taninos

La Batalla del Vino, Fiesta de Interés Turístico Nacional, tiene lugar durante la mañana del 29 de junio. En esencia, lo que sucede en ella es que los participantes se empapan entre sí con decenas de miles de litros de vino tinto hasta que el blanco de su ropa queda completamente morado, para lo cual emplean toda clase de ingenios, desde botellas a pulverizadoras.

Sinergia y compromiso

La voluntad de las bodegas de presentarse en un marco colectivo de consumo responsable es una de las grandes claves de estos eventos. En el Carnaval del Vino, por ejemplo, han participado compañías como Santalba, Carlos Serres, Maset, Marqués de Carrión, Virgen de la Vega, Marqués de la Concordia, Martínez Lacuesta, Muga, Gómez Cruzado, Viña Pomal y Roda.

Por tierra y por aire

De bodega en bodega

Por supuesto, al margen de los eventos concretos, Haro se presta como pocas localidades a una inmersión plena en el universo vitivinícola a través de las visitas a sus bodegas, omnipresentes en la estructura urbanística. Su Barrio de la Estación, hito cardinal de la historia ferroviaria española, cobró inmensa fama enológica en el siglo XIX con la plaga de filoxera que golpeó a Francia y convirtió a la zona en proveedora de referencia para los productores galos.

Volar alto

La compleja configuración geomorfológica de La Rioja compone un paisaje singular y heterogéneo, pleno de atractivo visual; no solo por el rigor agronómico de sus viñedos, diversos en altura, inclinación o suelos, sino por la riqueza ecológica de esta fértil región. Desde hace años, la posibilidad de conocer parte de este territorio a bordo de un globo aerostático es una de las ofertas enoturísticas más interesantes.