Consejos para un joven ingenuo y bueno

Martes, 12 de Mayo de 2020

El honesto y estudioso joven, Patricio del Pulgar de Avellaneda y Hamilton, de origen inglés y residente en Madrid, es un caso digno de estudio y un ejemplo para todos los muchachos jóvenes. José Manuel Vilabella

 

Cuenta solamente con 15 años edad pero los ha aprovechado y su futuro es esplendoroso. Ajedrecista brillante, jugador de polo, buen tenista, estupendo rapsoda de sus propios poemas y prodigioso estudiante. En su momento fue calificado de superdotado y tratado como tal por sus padres, ella asistenta y él modesto reparador de bicicletas. El joven Patricio cursa hoy dos carreras simultáneamente con brillantes calificaciones a base de becas y ayudas estatales. El país cuenta con él para futuras proezas. Me escribe una carta encantadora y me pregunta qué creo yo, como crítico reputado y mundialmente famoso, debe de comer un joven para mantenerse sano y poder rendir adecuadamente en los estudios. En una conversación telefónica que tuve con mi comunicante recité una vez más los tópicos al uso. O sea, coma frutas y verduras, proteínas de origen vegetal, camine, ‘más zapato y menos plato’, evite las carnes rojas, lleve una dieta equilibrada, no engorde. En pocas palabras le dije, con aire solemne, todos los tópicos al alcance de cualquier pelagatos de los que pululamos por el mundillo de la gastronomía. Los plumillas, que no tenemos ninguna formación específica que nos permita dar consejos, repetimos de forma automática las campanas que oímos a otros; mezclamos lo que aconsejan los médicos del seguro con lo que pontifican los dietistas, hacemos con todo ello una pelotilla con aire de croqueta y se la vendemos al personal, se la colocamos a las buenas gentes que se creen que sabemos realmente algo del tema del que solemos escribir. Lo que aconsejamos no es malo pero, por sabido, es una verdad de Perogrullo. O sea, le largué un sermón con aire profesoral bastante repulsivo y melifluo. Me imagino que el adolescente habrá pensado que, además de incompetente, soy un botarate. Qué lástima. No quise robarle la inocencia, me negué a decirle que si hoy estamos mal el futuro es horrendo. Preferí quedar como un majadero que como un augur del desastre, como un profeta del horror. No tuve valor para decirle que dentro de 15 años la población de gordos significativos, de los que sufren obesidad mórbida, será un problema para ellos y para el resto de los mortales. Ahora abundan los gorditos, basta salir a la calle para detectarlo. Yo soy uno de ellos, soy más ancho que largo y mi barriga me impide que pueda observar mis estimadas partes pudendas, las mal llamadas “partes impúdicas” por los que no saben castellano. Se tiende, ante la falta de oportunidades y de trabajos bien remunerados, a que se implante una renta mínima existencial para que la gente no salga a la calle, entre en tropel en las tiendas de comestibles y se forme la de Dios. Las autoridades tendrán que evitar los desórdenes fijando una ayuda de subsistencia para la población que no tenga los recursos adecuados. Hay un elevado número de españoles sin formación de ningún tipo, que dicen servir para todo pero, en realidad, no sirven para nada. Presiento que se volverá al campo, a la agricultura, esperando tiempos mejores. En el campo se malvive, pero se sobrevive y lo importante es comer todos los días. La España vaciada se volverá a llenar de gentes desaliñadas y desesperadas. No habrá sitio donde emigrar porque todos los países estarán con graves dificultades. Si dentro de tres décadas alguien lee estas predicciones que ahora hago con mi habitual desfachatez y acierto en algo que no lo divulgue y diga: “Ya el difunto Vilabella, aquel comentarista desaparecido de mente lúcida y analista certero, hace 30 años que predijo exactamente lo que está ocurriendo en España”. Por favor que nadie me tome por un Julio Verne. Si acertase, que lo dudo, habrá sido por casualidad, por pura chiripa. Uno, gracias a Dios, es solo un frívolo, un escritor superficial, un bufón. Ojalá me equivoque y que nuestra salida sea en V como predican algunos economistas.

 

 

 

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