Santiago Rivas

Los idiotas

Miércoles, 23 de Septiembre de 2020

Sobremesers todos: observo, no sin preocupación, que de vez en cuando hay que hacer un repaso de la filosofía winelover. No ya porque haya visto alguna conducta por ahí que sea necesario vigilar -que también-, sino porque, de manejar tanto un término, este acaba perdiendo el sentido original, al menos en lo que a mi definición respecta -que, por otro lado, es la única que importa-. Santiago Rivas

"1983 I'm Surrounded By Idiots Pin" by JD Hancock is licensed under CC BY 2.0Y es que no debéis perder de vista que, igual que el wineloverismo tiene mucho de positivo y sirve para que la gente, sin importar raza, origen o religión (más o menos) se vaya animando a coger afición por el vino de una manera festiva, relajada y abierta de mente a través de unas pautas sencillas, divertidas y accesibles, también puede ser una ideología que, en mentes obtusas y gregarias, genere una serie de actitudes acreedoras de una orden de expulsión. Que se comen una fatwa vamos. Retirada del carnet de manera inmediata.

 

Lo expuesto ocurre cuando se pierde de vista la gran regla: lo único que importa es lo que hay en la copa. Lo demás es para el vacile. Si no seguís esta norma griálica, no seréis winelovers. Seréis seres humanos ignorantes con un alto concepto de sí mismos. Lo peor. Bueno, son peores los nazis o los coaches emocionales, pero ya me entendéis.

 

Hace poco un amigo colgó en redes unas botellas de unos vinos de, vamos a llamarlos, una bodega de toda la vida, pero en unas ediciones raras. No eran, a simple vista, raras. Pero realmente lo eran, y mucho. Mi amigo no tiene muchos seguidores ni predicamento social-media y, aun así, le pusieron comentarios, todos negativos, sobre los vinos de la foto. Como estos comentaristas winelover de plástico tienen limitaciones al creerse muy listos, no se dieron cuenta de la particularidad de esas botellas, y estuvieron criticando unos vinos que realmente no creo que hayan bebido. Despreciar por asociación.

 

Aun así, como no se puede ser prejuicioso en la vida (aunque en muchos casos sea bastante útil), me metí en el perfil de estas alimañas para ver qué beben ellos y, efectivamente, son winelovers de manual mal, literales y técnicos. Winelovers que tocan de oídas, en definitiva. En su perfil vi vinos gallegos al tuntún (se creen que todo lo atlántico está bueno), algún Tondonia… tinto y de la última añada a la venta, vulcanismo tinerfeño de referencias sin volcán por ningún lado, algún Jura (pero no de Ganevat, Macle u otros top), finos y manzanillas, borgoñas básicos de cortes muy diferentes, pero todos les parecen igual de bien, de ácidos y de frescos, y también aparecía ese Ribera del Duero que el personal tiene por contracultural y es tan maderón como el que más. Había otras etiquetas vergonzantes, pero no es cuestión de hacer sangre.

 

Tengo otro amigo que hace vino. Vino tinto con uvas de la zona, autóctonas y españolas para que el winelover VOX esté tranquilo. Da la casualidad de que también tiene una Cabernet Sauvignon con la que ensambla una de sus producciones estrella, pero se abstiene de ponerlo en la etiqueta dados los prejuicios que tiene el winelover posturil con las llamadas variedades foráneas. Te vas a las redes y ninguno de esta estirpe idiotizada parece notar nada. Y eso que lleva una cantidad estimable, detectable, y de hecho se jactan de que eso sí que es (no voy a dar la pista de la uva con la que lo mezcla) una botella ejemplo, canónica, arquetípica del tipo de variedad autóctona que contiene.

 

Ahora voy con una anécdota propia: hace ya muchos años entré al final de una cata de estas que ponen puntitos en teoría a ciegas. Y digo en teoría porque yo llegué a su término (para probar de lo que quedaba en las muestras), justo cuando destapaban las referencias que participaron en el examen, y resultó que, cuando una excesiva mala puntuación afectaba a una botella con buena imagen, trendy, aquella era manipulada para situarla en el pelotón de cabeza. Al menos tuvieron la vergüenza de no bajar la nota del underdog que había quedado bien. La moraleja de estos tres microcuentos es la misma: estate a la copa. A tu copa. En caso contrario acabaréis formando parte del wineloverismo más bajonero. El que tiene por modelos de conducta a aquellos dominados por la vanidad y el amiguismo más descarado (por no pensar mal).

 

Ese que, en vez de probar todo lo que caiga en sus manos, fabricarse una opinión y llegar a sus propias conclusiones, prefiere emular, repetir y jugar a ser como los que ellos tienen por referentes que, encima, vete tú a saber de qué intereses son esclavos estos ídolos de papel con la personalidad de un membrillo.

 

Pero ese es otro tema.

 

En cualquier caso: winelovers wannabes, os tenemos calados.

 

 

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