Paul Pontallier, director de Château Margaux:
“España es un mercado importante para Château Margaux por su cultura del vino”
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La casa bordelesa celebra en Madrid una cata con varias añadas de sus vinos más emblemáticos. Raquel Pardo
Durante la cuarta edición de Enofusión, la parte vinícola del Congreso Internacional de Gastronomía Madrid Fusión, una de las grandes citas con el vino tuvo como protagonista a Château Margaux, uno de los pagos pertenecientes a la elite del vino bordelés y clasificado Premier Cru en la primera de las clasificaciones de esta denominación, en 1855. De la mano de su director, el enólogo Paul Pontallier, la casa trajo a Madrid algunas referencias de sus tres vinos, Pavillon Blanc, Pavillon Rouge y el legendario Château Margaux (Premier Grand Cru Classé), primera marca de la casa, cuyos vinos se comercializan exclusivamente a través de los llamados négociants.
Pontallier introdujo a los asistentes (que llenaron la sala al completo y mantuvieron a varios rezagados fuera del recinto para escuchar al enólogo) la historia de este mítico cru, cuyo prestigio se remonta al siglo XVII, antes de la clasificación de 1855. Según el enólogo, “la excelencia de Château Margaux tiene que ver con coincidencias de la historia”, aunque lo más importante para la casa es, afirma, “el terroir, un sitio natural privilegiado” a lo que se suman “tiempo y trabajo”. Confiesa que Margaux “es afortunado” por haber sido un lugar donde los viticultores se han preocupado desde el siglo XVII por la excelencia, que han ido transformando los terrenos en terroirs, un término de difícil, si no imposible, traducción al español.
Pero para Pontallier también ha intervenido la vocación comercial: sin mercados los esfuerzos no sirve. Otro de los factores determinantes ha sido el desarrollo de la cultura del vino, aunque, recalca, “no hacemos vino para sacar notas en las catas, que no son importantes en nuestra toma de decisiones”, sino que se basan en lo que llama “talento” de su terroir, en la capacidad de que este exprese su “genio”: “Yo como director no quiero expresar en Margaux mis propios sueños, sino los del terroir”, comenta Pontallier. Destacó que su presencia en España se debe a que es un mercado interesante para la casa por su cultura del vino, que debe a ser también un país productor.
En cuanto a los vinos de la casa, se caracterizan sobre todo por un equilibrio medido que se percibe como una forma perfecta, aromas y sabores sin puntas, completamente ensamblados y formando un conjunto armónico. Pontallier destaca la suavidad de los taninos, su delicadeza, elemento clave en la grandeza de los vinos: “la potencia tánica no puede dar demasiada astringencia”, señala. Otra de las características es la expresividad que aporta a los vinos la cabernet sauvignon, variedad de la que están plantados, según Pontallier, los mejores suelos del château.
La bodega, que elabora 130.000 botellas de su Château Margaux, un tinto que ronda en la mayoría de sus añadas los dos mil euros, trajo a la cata sus dos “segundos vinos”, Pavillon Rouge y el blanco de sauvignon blanc Pavillon Blanc.
Este último fue el primero que se sirvió en la cata, de la añada 2011, fresco, muy complejo, lleno de equilibrio y expresividad, con una boca sabrosa, glicérica, intenso, equilibrado y pleno de elegancia, en un muy buen momento pese a que su momento óptimo de consumo, según Pontallier, puede alargarse hasta los diez años.
Pavillon Rouge, en sus añadas 2009 y 2004 fueron los siguientes, el primero en un excelente momento pese a su juventud, especiado, muy equilibrado, con mineralidad, fuerza y carácter y una textura que invita a beber, persistente, seductor. El 2004 fue en la misma línea, aunque su carácter era más ligero, muy fresco e igualmente elegante, aunque junto al 09 puede parecer algo menor.
Los protagonistas fueron, sin duda, los esperados Château Margaux de 2004 y 1999, dos vinos potentes y voluptuosos, sabrosos, florales, equilibrados y con una factura impecable, largos, poderosos.
Pese a que en la cata no se mostraron añadas míticas como las de 96 o 2000, las cosechas que mostró Pontallier dieron a conocer a los asistentes la personalidad única de un vino mítico, que roza la perfección, y que tiene bien ganado el ser un objeto de deseo para los aficionados al vino. Y sí, la clave es el terroir.