Escapada a Mons, descubre Bélgica en clave gourmet

Dicen que si se acaricia la cabeza del mono de Mons con la mano izquierda, ese mismo año la suerte te traerá un bebé. La pequeña figura de bronce situada en la fachada del ayuntamiento es uno de los emblemas de la ciudad, más por la controversia de sus orígenes que por la dudosa eficacia de su leyenda. Desde luego, en Mons hay muchos jóvenes pero pocos niños. Ciudad universitaria, los ritmos los marcan los periodos académicos aunque todo se paraliza para acoger su gran fiesta local, el Doudou (Ducasse de Mons), un festival popular declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad, que se celebra desde hace 600 años, 57 días después de Semana Santa. Fiestas y exámenes aparte, Mons es una ciudad tranquila, asequible, fácil de pasear incluso en este año en el que los responsables han decidido dar una renovación total urbanística de cara a su capitalidad cultural europea en 2015 y las obras llegan a cada rincón. Sin duda, la vida gira en torno a la Grand-Place, absolutamente peatonal, donde se alza su imponente ayuntamiento de estilo gótico.Desde esta plaza baja la rue d´Havré, en la cual cada artesano marcaba su casa con un blasón representando su oficio. Muy cerca, la colegiata de Sainte-Waudru donde se encuentra el carro de oro estilo Luis XVI que se utiliza en la procesión del Doudou y el campanario de 87 metros de altura y 49 campanas. Cualquier recorrido pasa por las instalaciones de la universidad y los múltiples colegios mayores. Pero Mons tiene además un lado moderno y transgresor, con un proyecto en ciernes de Calatrava para su estación de tren, un magnífico Museo de Bellas Artes recién remodelado y múltiples espacios culturales dedicados a nuevas tendencias.

Muchos son los turistas gastrónomos que se acercan a esta localidad atraídos por la calidad de su cocina. Incluso los vuelos low cost al cercano aeropuerto de Charleroi suponen para algunos la oportunidad de llegar por la mañana, comer y volver a su país por la tarde. Y es que Mons es sin duda una ciudad gourmet. La profusión de locales y los precios considerablemente inferiores a los de sus vecinos franceses hacen de ella un lugar perfecto para dedicarse al placer culinario. Cada rincón esconde un buen restaurante, con una cocina renovada, en la que la oferta quesera nacional está bien presente, acompañada de cartas de vino extensas, evidentemente con predominio claro de referencias galas. Por supuesto, la carne juega un papel primordial en su gastronomía, con la ternera, el cordero, el cerdo y el pollo como protagonistas; pero no faltan platos de pescado, vieiras, pulpo y por supuesto mucha verdura, con espectaculares espárragos de temporada. Entre los platos típicos se encuentra la soupe montoise, un caldo de carne que sirve de base para una sopa de verduras estofadas y las crepés de queso, bechamel y jamón, denominadas ratons du car d´Or. Hacia un terreno menos selecto, encontramos también numerosos puestos de patatas fritas tan típicas de Bélgica que tienen su mejor expresión justo en la región de Valonia, bajo la garantía de la etiqueta de Terra Nostra.

No falla Mons tampoco en el capítulo de los dulces. Las tartas de frutas son una de las recetas más repetidas, especialmente la de grosella verde o la de manzana y crema, así como las de arroz o de azúcar. Por supuesto, los chocolates tienen su lugar como corresponde al país, al igual que los gaufres, conocidos en España como gofres, que pueden tomarse en cualquier pequeño puesto cercano a la gran plaza y los macarons, realmente deliciosos.