Mayte Lapresta

Rumbos de vida

Sábado, 01 de Marzo de 2014

Mayte Lapresta

Me encanta la gente. Me gusta la capacidad de crear. El instinto de supervivencia. La agudeza mental. Me entusiasma contemplar los caminos que emprenden amigos y no tan amigos cuando la situación demanda un cambio. Se buscan la vida. Literalmente, porque al cuerpo hay que darle sustento y, de momento, cada bocado cuesta euros a pesar de esa ligerísima subida del IPC que no se cree ni mi madre. Y en esa búsqueda encuentran muchas cosas que habían dejado aparcadas en el camino: imaginación, entusiasmo, horas y horas de dedicación, pasión. Nos sentamos frente a un café con leche para compartir sus sueños. Quieren montar un restaurante, un nuevo negocio de apps, una original fórmula para encontrar el vino perfecto para un plato, un servicio de cocineros a domicilio o incluso dar clases de cocina a escolares. Todo puede valer… o no, pero algo ha cambiado en sus hábitos. De repente sus prioridades son otras, ya no entienden que su jornada termina a las tres y oigo a sus niños jugar mientras atienden mi llamada. Ahora vida y trabajo se convierten en un todo, en una mezcla maravillosa donde yo soy yo persona y profesional y lo que hago es porque sé que hay que hacerlo. Un momento en el que crecer depende directamente de las decisiones acertadas que puedan ser tomadas, sin lugar para el miedo ni para la duda, sin mirar hacia atrás. Estoy saboreando una de las mejores pastas de Madrid. Alfredo, el chef, me cuenta su huida de la crisis española, que le llevó durante tres años a Estados Unidos y a su tierra, Sicilia. “He vuelto, Mayte. Aquí todavía se está muy calentito”. Sonrío y me enorgullezco de pertenecer a esta especie capaz de reinventarse, con potencial de emocionar y emocionarse.

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