Localmente global
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En una conversación en vísperas de la apertura del nuevo local, David Muñoz (Diverxo, Streetxo) hablaba del universo que se abre a la hora de comprar o documentarse sobre productos locales de los que nunca habría oído hablar ni hubiese podido conocer si no existiese Internet. Por contra de lo que podría parecer, el efecto de la globalización ha significado acceder al mundo para esos pequeños pequeñísimos productores, esos artesanos desconocidos y aislados cuyo único vínculo con el exterior es, precisamente, el acceso tecnológico a la información y las inmensas posibilidades de comunicación y difusión que las redes ponen a nuestra disposición. Gente sencilla, de vida sencilla, de ideas sencillas pero con productos únicos que no habían salido antes del mercado local. Ahora, hoy, un gran restaurante londinense puede incluirlos en su carta, en su carro de quesos, en su lista de vinos. Hoy podemos descubrir el mejor shiitake, el ñame africano o el mejor queso de granja canadiense a golpe de ratón. Podemos compartir experiencias con cualquier cocinero del mundo por Skype, aprender técnicas que importar de un extremo al otro del planeta con un video en Youtube, subir un plato a la red social y conseguir diez mil me gusta. Ahora, porque yo lo valgo, la cata de mi vino se convierte en un tweet favorito y es retwitteada a miles de seguidores, o negocio las condiciones de compra en FaceTime, para verle la carita al vendedor. En estos días que vivimos, sin menospreciar el contacto personal y el apretón de manos (mucho menos los dos besos), volamos sin alas de un lugar a otro, de una costumbre a otra, de una receta a otra, de una tradición a otra. Ahora, y sin Pedrojota para decírnoslo, el mundo está en nuestras manos.
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