En el centro del buen gusto
Hotel Orfila
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Servicio exquisito y atención al detalle son dos de los pilares del éxito y prestigio del Hotel Orfila. Su otra seña de identidad es la cocina, que firma Rubén Arnanz mezclando sabiamente sabores y contrastes. Ander Caparrós
Una culinaria de contrastes, que parte de lo local para abarcar lo internacional. Así define su trabajo el joven Rubén Arnanz, flamante chef ejecutivo del restaurante El jardín de Orfila, donde acaba de presentar una carta de temporada cuya excelencia pretende estar a la altura del hotel en que se inscribe. Porque la incorporación de este segoviano de 27 años de edad, que antes de desembarcar aquí había trabajado en lugares como Les Relais&Crayères Châteaux, en Reims; el Hotel de Ville en Crissier, el de la Cité de Carcassone, el Kabuki Wellington y el Ritz de Madrid,es la última vuelta de tuerca de un establecimiento que ha convertido el lujo discreto en seña de distinción. Perteneciente al grupo Relais&Châteaux desde el año 2000, el Orfila puede preciarse de figurar entre los aposentamientos más elegantes del mundo (son huéspedes habituales Inés Sastre, Carolina de Mónaco o el príncipe Eduardo de Inglaterra, por citar algunos ejemplos), gracias a su estricta observancia de los cuatro conceptos que definen la filosofía de esta cadena hotelera:carácter, cortesía, encanto y, por supuesto, cocina.
Ubicado en un palacete del siglo XIX, en pleno centro financiero y cultural de Madrid, cuenta con 32 habitaciones, 12 de ellas suites, cada una con una arquitectura y decoración diferentes, lo que convierte a este refinado enclave en un emplazamiento único en su clase. Los muebles son antigüedades restauradas procedentes de distintos países continentales y el amor por el detalle de su personal se manifiesta en rasgos tan delicados como la bata con las iniciales bordadas que espera a cada cliente asiduo en su habitación, sobre el respaldo de una silla veneciana. Los gabinetes de reuniones, el salón de té y la terraza garantizan una intimidad tranquila y completa, ideal para convenciones o cenas en pareja. Y en el mencionado bistrot, Arnanz parece decidido a convertirse en la sensación del momento gracias a una Colección Otoño Invierno (tal como él mismo la define), que incluye platos con una notable ausencia de prejuicios y propensión al cosmopolitismo. Son los casos de la Grouse escocesa con laminado de boletus, el Usuzukuri de zamburiña y salsa ponzu de granny smith, la Perdiz de tiro estofada con trompeta de la muerte y espuma de oloroso o la Confitura de hongos estivales maridada con camembert al calvados. Un auténtico recreo para todos los sentidos, gracias al cual la estancia en este alojamiento se perpetuará en su memoria con la firmeza de los recuerdos inalterables.