El Palacio del sur
Hotel Kempinski
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Lujo en las habitaciones, el servicio y en una gastronomía que gestiona Jordi Bataller conviven en este Cinco Estrellas Gran Lujo malagueño, situado en un enclave donde hasta la playa es un privilegio. Teresa Álvarez
Parece mentira que todavía existan playas infinitas en nuestras costas sin multitud de sombrillas, toallas, chiringuitos y cuerpos bajo el sol. La situación del Kempinski Hotel Bahía es francamente asombrosa, a tan solo dos kilómetros de Estepona y menos de veinte minutos de Marbella pero ubicado en una playa privilegiada de uso casi privado y con el horizonte africano presente en los días despejados.
El hotel está catalogado como 5 estrellas Gran Lujo y lo merece sin duda. Con 132 habitaciones y 15 suites de capricho, dispone de un nivel de servicios y atenciones de los que te hacen sentir un príncipe en su palacio. Cada rincón emana suntuosidad y sofisticación. Renovado hace tan solo cinco años respetando el diseño original del arquitecto español Melvin Villaroel, se rodea de 45.000 metros cuadrados de jardines subtropicales, piscinas, cascadas y acceso abierto a la playa. Entre sus valores, el equipo humano, que además de su formación lingüística (hasta las limpiadoras hablan inglés) y de atención al cliente, tiene una especial delicadeza para estar siempre pendientes de las necesidades del huésped sin molestar. No en vano cuenta con 120 empleados en su temporada más baja alcanzando los 280 en pleno agosto. Pero el verdadero aliciente de Kempinski Hotel Bahía es su vocación gastronómica, arropado por una restauración de primer nivel gestionada por el chef Jordi Bataller.
El restaurante principal, Alminar, ofrece una cocina tradicional española donde los productos de su propio huerto toman un protagonismo excepcional. Prácticamente todas las frutas y legumbres se han cosechado y recolectado en un vivero del propio establecimiento que puede visitarse libremente por los huéspedes, recorriendo el espacio mientras disfrutan de los aguacates, nísperos, chirimoyas, limones, naranjos, habitas frescas, tomates cherry o calabacines que luego pasarán a formar parte de menús donde Jordi juega con estos artículos tan mediterráneos componiendo platos de gran originalidad y potencia aromática.
Para comidas o cenas más informales y menos elaboradas, La Cabaña del Mar, casi sobre la arena de la playa, ofrece pescados de primer orden que se muestran al comensal para su elección antes de ser enviados a la parrilla o al horno. Además, el hotel participa en multitud de actividades, presentaciones y degustaciones gastronómicas que posibilitan que este local se haya convertido a lo largo de los últimos años en una referencia única para disfrutar de la trepidante actualidad culinaria de la zona.