Vino y placer

Enoturismo en Chile, algo más que una cuestión de fe

Jueves, 19 de Marzo de 2015 Actualizada Jueves, 23 de Febrero de 2023 a las 13:25:33 horas

En Santiago de Chile nacieron los primeros vinos del país. La ciudad fue creciendo y muchas bodegas quedaron rodeadas por magníficas mansiones, ahora convertidas en lujosos hoteles donde explotan el filón del turismo enológico. Pedro Grifol

Las viñas chilenas merecen una visita a fondo, ya que son parte de la historia de este país. Al sureste de la capital, Santiago de Chile, se sitúa una de sus principales zonas vinícolas, la cuenca del río Maipo. El valle posee las condiciones ideales para la elaboración del vino. Eso es lo que supuestamente pensaron los conquistadores españoles después de atravesar el desierto del norte, cuando llegaron a la zona central. Con agua en abundancia, grandes extensiones de tierras planas y una moderada temperatura –a causa del efecto refrescante del Pacífico y los nevados Andes–, les debió de parecer un vergel…

 

La historia del vino chileno se mezcla con la de la religión, ya que desde la conquista española se introduce en el Nuevo Mundo el sacramento de la eucaristía, que requería de “la sangre de Cristo” como parte fundamental. Por lo tanto había que plantar viñedos y elaborar vinos indianos para ese fin. Según relatan las crónicas, las primeras plantaciones de cepas datan de 1548 y pertenecían al sacerdote español Francisco de Carabantes por lo tanto, de alguna manera el vino chileno tiene su origen en una cuestión de fe.

 

¿De misa o de mesa?

 

Pero, si bien se produjo mucho vino, el resultado no tenía la finura deseada para un producto de calidad. El líquido servía para la misa, pero no para la mesa. La producción vinícola no empezó a tener calidad hasta la segunda mitad del siglo XIX, con la introducción de las uvas francesas y los conocimientos técnicos de los enólogos que emigraron a Chile tras la plaga de la filoxera que asoló Europa.

 

El turismo enológico en Chile no tiene más de 15 años, siendo el Valle de Colchagua, con más de 20 bodegas abiertas al público, el lugar donde empezó. Allí se encuentra Viu Manent, una de las más antiguas de la región, y donde los circuitos en coche de caballos por los viñedos conforman un atractivo de la visita. Aunque la firma cuenta con un surtido catálogo de etiquetas, las vides de malbec son su estrella; y su Rayuela Reserva 2012, goloso en nariz y amplio en boca, un vino difícil de olvidar.

 

Viña de Viu Manent

 

El epicentro del valle es la pequeña ciudad de Santa Cruz, un lugar algo aletargado en el tiempo hasta que se reinauguró el hotel Santa Cruz Plaza, que constituye parte de un complejo turístico de primer orden, con un casino, un museo y un observatorio astronómico, además de sus propios viñedos –Viña Santa Cruz– donde se cultivan cepas de cabernet sauvignon, syrah, carménère, malbec y merlot, que permiten obtener tintos de muy diversas características, y de entre los que destacan el Chamán Gran Reserva y el Tupu, un premium de edición limitada.

 

En ese valle también se encuentra la bodega más distinguida de la zona y quizá de todo Chile, entregada por completo a la elaboración de su vino exclusivo, al que llaman Clos de Apalta (71% carménère, 18% cabernet sauvignon y 11% merlot), y que se encuentra en el mercado al precio de 120 dólares. La bodega, que lleva el nombre de Lapostolle, es propiedad de Alexandra Marnier, dueña también del Château de Sancerre, en Nantes, donde vive la sexta generación de los padres del legendario licor Grand Marnier.

 

El Valle de Casablanca constituye la más afamada región para los vinos blancos. La influencia de la brisa marina del Pacífico modera su temperatura, y las noches frías y las mañanas nubladas favorecen el potencial aromático de las uvas sauvignon blanc y chardonnay, dando a sus vinos un carácter más afrutado. Allí se encuentra Viña Matetic, otra experiencia enológica para no perderse. Ubicada entre los valles de San Antonio y Casablanca, destila un encanto peculiar. Su hotel boutique es un espacio construido con maderas naturales, cristal y acero; decorado con delicadeza y buen gusto. También elaboran un queso –orgánico– de oveja que marida perfectamente con su chardonnay Corralillo. Armonía, deleite y silencio.

 

Con cesta y tijeras

 

Durante la vendimia, la bodega Viña Casas del Bosque organiza un programa para visitantes a los que provee de delantal, tijeras y cestas para cosechar los racimos. Al finalizar las tareas del campo, el premio es descansar en la terraza de su restaurante en compañía de un exquisito sauvignon blanc… junto a una empanada chilena.

 

El Valle del Maipo es el más aristocrático, donde algunos próceres de la historia del país se construyeron castillos como si del propio Valle del Loira se tratara. En este terroir se plantaron las primeras cepas de cabernet sauvignon, merlot o syrah. Allí se producen vinos con mucho cuerpo, que expresan con claridad su origen… el aroma de eucalipto, de menta o de frutos rojos es el común denominador de su bouquet.

 

Vendimia en viñas de chile- Casa LapostolleDos bodegas destacan allende los mares. Viña Santa Rita, cuya especialidad son los vinos envejecidos en barricas de encina francesa, peculiaridad que caracteriza a su Ultra Premium Medalla Real Reserva, un cabernet sauvignon elaborado a partir de parras de más de 40 años de antigüedad. El vino dormita en barrica por un período de 18 meses, para luego mantenerse 12 meses en botella. Un producto de gran madurez e impactante armonía. La otra bodega es Concha y Toro. Política y poder podrían ser las dos palabras que definieran el transcurrir del negocio enológico más importante del país. En los años 60 del pasado siglo la bodega adoptó la tecnología punta de la época, colocándose como el principal exportador de Latinoamérica, puesto que aún ocupa. Su vino estrella es Don Melchor, un cabernet sauvignon que “amarra”, como dicen los chilenos y que se exporta a medio mundo. Claro que si de exportación hablamos tenemos que mencionar su Casillero del Diablo, elaborado a partir de uvas cabernet sauvignon, con aporte de syrah. Una etiqueta que tiene su presencia consolidada en más de 100 países, a la que acompaña su propia leyenda: “Hace más de cien años, Don Melchor de Concha y Toro reservó en su bodega privada una partida de los mejores vinos que se producían en sus viñedos. Al ver que estos ‘desaparecían’, y con el fin de alejar a cualquier posible intruso, difundió el rumor de que en aquel oscuro lugar habitaba el Diablo… Así nació su nombre y la leyenda del Casillero del Diablo”.

 

Desde cada botella de vino hecho en Chile sale a la luz el espíritu de algún valle: Aconcagua, Cachapoal, Leyda, Curicó, Elqui, Limarí, Itata, Maule, Casablanca, Maipo, Colchagua… Un negocio en boga que se inició hace 400 años.


Pomaire, parada y fonda

 

Casa Lapostolle ChileA 50 kilómetros de Santiago, en la llamada Autopista del Sol se encuentra Pomaire, un pintoresco pueblo. Es un lugar ideal para pasar medio día de excursión o hacer una parada para las compras. Es famoso por su tradición alfarera, que se caracteriza por su tonalidad color café y superficie brillante.

 

Todo ocurre en la calle principal donde se encuentran las antiguas casonas de adobe convertidas en tiendas de artesanía o en restaurantes de cocina regional. Se puede ir desde la terminal de autobuses santiaguina de San Borja o contratando una excursión privada desde el hotel.

 

 

Lo que tienes que saber para disfrutar al máximo de tu viaje a Chile

 
Cómo ir: la compañía aérea LAN, conecta, diariamente y sin escalas, Santiago de Chile con España.
 
Cómo moverse: a todas las bodegas se puede ir por cuenta propia en coche, solo hay que proveerse de un buen mapa de los valles vitivinícolas. También se puede contratar un servicio de transporte guiado.
 
Alojamiento: muchas bodegas cuentan con alojamiento propio. Es una opción recomendable si quieres profundizar en los conocimientos enológicos. Si prefieres un alojamiento en Santiago de Chile la oferta es amplia, ya que cada barrio tiene, al menos, un hotel de lujo e innumerables low cost.
 
Qué comer: en los últimos años el interés por la nueva cocina se deja notar en la mayoría de los restaurantes de las propias bodegas.
 
Los menús están diseñados para maridarlos con cada uno de sus vinos, así que lo mejor es ponernos en manos del chef de turno.
 
 
 
 
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