Sir Cámara

NADA SABE A NADA

Domingo, 05 de Abril de 2015

Tras las primeras vacaciones del año, que gracias a la estable climatología han marcado una aparente recuperación del sector turístico-zampón, me detengo para analizar las últimas sensaciones del paladar. Sir Cámara

 

La noticia me la trae el amigo de un colega, que dice que un amigo suyo viajó en ese vuelo Pekín-Shanghai  que hizo el recorrido con asqueroseno, una mezcla de queroseno y aceite de cocina reciclado a partes iguales. Y dicen que va bien, que la cosa vuela; incluso que se ha encontrado un filón nuevo para  los biocombustibles. Otra cosa es que, al recogerte en el aeropuerto de destino, te digan que te apesta la chaqueta  a chipirones.

 

Otro amigo, galo por más señas, pero sin el menhir a la espalda, estuvo en la capital culinaria francesa, Lyon, en la que vivió una experiencia que jamás olvidará.  Le encanta la casquería, pero le sirvieron un plato tradicional que en los aromas dejaba mucho que desear.  Para colmo de males, en el “Bouchon” en el que intentó comer, una especie de nuestras tascas con manteles de cuadros rojos y blancos, el servicio de  mesas distaba mucho de lo razonable. Los vinos, en los que pretendía cobijarse tras cambiar de plato, sólo emocionaron a su bolsillo. Un  Beaujolais y un “Ribera del Ródano” (Côtes du Rhône), le sirvieron para acompañar un típico queso de san Marcelino que justificó la espera.  Y ya metidos en quesos, lo más sorprendente fueron los que amablemente trajo para comentar su escapada. Sorprendentemente, in-tras-cen-den-tes. Puede que no sepa comprar quesos, cosa que dudo, porque viaja con un buen detector de cosas ricas, o que no fuera el día del cliente en las fromagaries de Lyon, pero lo cierto es que vivimos un fenómeno paranormal curioso: con independencia de las características básicas de cada queso, podríamos decir  que todos sabían, básicamente, igual. Es decir, a poco, a nada. Ni la autodenominada “Étoile de Provence”, Banon, hecho a mano con leche de cabra cruda, aportó las sensaciones previsibles a nuestros paladares.

 

¿Y por qué ocurre esto?, nos preguntamos.  Alguien sin intereses comerciales,  pero con criterios profesionales en el terreno de la dietética y la nutrición, dejó caer dos datos que venían a decir que muchos quesos hoy se hacen con leches pasteurizadas y fermentos de pacotilla que se redondean con esos argumentos de cata:  lo suave y lo saludable; lo que no sabe a nada y que tanto y tan bien se vende hoy.

 

Como elemento de contraste saludable, llega mi vecino Manolo de las Canarias. Ha ido a visitar al hijo y a la nietería y, como siempre, me trae Almogrote. Sorprendentemente, sabe como siempre, no es suavecito ni de sabores planos. Es riquísimo, repite mi perímetro amistoso a boca llena. Y alguien añade: “Esto lo hago yo”. Dicho y hecho. Se retira cruzando datos sobre la elaboración del Almogrote en un buscador. Al día siguiente a la caída del sol, llama: “Prepara vino que voy”. ¡Eso es un vecindario! Trae Almogrote. Y está muy bueno, pero demasiado uniforme la pasta. Toma nota y regresa a los pocos días con su característica textura terrosa y los demás referentes gustativos perfectamente situados. Sólo hay un “pero” que ponerle: es  Almogrotti  italiano. Lo ha hecho, no sabemos por qué, con queso Parmesano, cinco ñoras hidratadas, una cucharada de carne de pimiento choricero, dos dientes de ajo y aove. Rallar el queso y mezclar con la carne de ñora, el pimiento y los ajos rallados. Aportar textura con el aceite. Es otra cosa, pero no deja indiferente. Como algunos vinos que han sido víctimas del enoturismo, del que hablaremos la semana próxima con un enfoque diferente

SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.