En Soria
La Lobita y Elena Lucas, el valor de lo inesperado
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El primer restaurante con Estrella Michelin de Soria es un establecimiento donde el encanto rebosa, sobre todo gracias al talento medido de su chef, pero también gracias a un equipo que sabe lo que hace. Mayte Lapresta. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto
Sin duda, los amantes de la micología están de celebración. Uno de los restaurantes punteros en la cocina alrededor de las setas ha conseguido la codiciada estrella Michelin. La primera de Soria. Merecidísima. Poco esperada. Su humildad y discreción nunca les hizo creerse merecedores de tal galardón. Al frente de los fogones Elena Reyes. Dulce, prudente, equilibrada, igual que sus platos. Y por supuesto, doña Elena madre, que sigue al pie del cañón. Muy de cerca el marido, Diego Muñoz, un verdadero sabio en vinos, que maneja esta sala de siete mesas con la ayuda, a ratos, de su suegro. La Lobita es un negocio familiar, ahora igual que antes. Se inicia en 1952 con los abuelos de la chef, como una modesta casa de comidas que va creciendo por dentro aunque conserva todo el sabor de pueblo por fuera. Nadie podría imaginar el valor culinario que se acoge tras una fachada austera de bar donde tomar un café o hacer la bonoloto. Pero los que se atreven no lo olvidan, porque descubrir lo que hace esta joven pareja es algo único. “¿Lo vuestro es ‘Kilómetro 0’?”, pregunto, tras su demostración del aprovechamiento de los recursos que los pinares suministran a su carta. “Es un buen ahorro”, afirma Diego con una sonrisa honesta. Saben hacer simple lo complicado aunque sus platos no lo son para nada: técnica y tecnología con sentido común, diría yo. Sin espectáculos, los de La Lobita han renunciado a las formas para seguir haciendo bien el fondo. Me gustan.
De buena familia
Los abuelos, pescador y cocinera, fueron los que iniciaron esta saga de chefs, seguida por Elena Gonzalo y su marido, Jesús Reyes, a los que puede encontrar sin remilgos atendiendo la barra del bar. Desde pequeña, su hija Elena trasteaba en la cocina. Hoy, convertida con solo 33 años en una cocinera de renombre que participa en Madrid Fusión, los padres no pueden sino pensar que el sueño se ha convertido en realidad. Un proyecto logrado a base de trabajo, esfuerzo y lucha.
La ribera soriana
Aunque Diego ofrece una amplia gama de vinos, Ribera del Duero adquiere cierto relieve en su carta, en especial en la zona de la denominación menos conocida, la que pertenece a Soria. Muñoz recomienda probar tintos como Camino Soria, joven y fácil de beber; La Loba, elaborado por Ana Carazo y con muy poca producción; La Nación de Rudeles, leve y elegante; La Hormiga de Antídoto, de Bertrand Sourdais, sutil y con capacidad de envejecimiento o Valdegatiles, de las viñas viejas de Dominio de Atauta, plena expresión del terruño. Para aquellos que se tengan a sí mismos por atrevidos, el rosado Le Rosé de Antídoto, albillo con un toque de tinto fino y garnacha con un estilo borgoñón.
Una pareja de ases
Elena Lucas ha sabido aprovechar el tiempo. Su pasión por la cocina desembocó en la decisión de formarse en la Escuela Superior de Hostelería de Castilla y León, reforzando este aprendizaje con un rodaje en el hotel Santo Mauro. Siempre tuvo claro que su puesto estaba en el restaurante de su pueblo, de su familia, y allí volvió para reivindicar la cocina castellana con su toque personal y su pasión por el mundo micológico. Junto a ella, Diego Muñoz que, desde 2004, ha tomado las riendas de la sala con una especial dedicación al vino. Son matrimonio desde 2011 y aunque pensaban tener descendencia este año, la recién otorgada estrella parece que les hará retrasar sus planes.
Micología
Campo en la mesa
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