Ribera en la sangre

José Moro, presidente de Emilio Moro: respeto por el terreno

Lunes, 27 de Abril de 2015

Etiquetada en...

El presidente de esta bodega, una de las consolidadas en Ribera del Duero, habla de la trayectoria ascendente de la bodega, que ha logrado colocar algunos de sus vinos entre las referencias imprescindibles de la zona. Mara Sánchez. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto

En su discurso hay pasión y determinación, las que dan una larguísima experiencia y muchos años de trabajo para situarse en el lugar de prestigio que hoy ocupa Bodegas Emilio Moro, dentro y fuera de nuestras fronteras. José Moro, actual presidente, representa, junto a su hermano Javier, la tercera generación de una familia cuya historia vinícola comienza con su abuelo Emilio, y continúa con su padre, también Emilio, a quienes responde el nombre de la marca. Con éstos comenzó la selección clonal de tempranillo que luego han continuado ellos y que constituye uno de sus principales hechos diferenciadores. La identidad con el territorio es su filosofía, y el respeto al mismo, su aliado de cara al mercado. “El suelo te da exclusividad, personalidad”, afirma categórico.

 

No es hasta 1987 cuando José toma la decisión de crear su propia marca y comercializarla, siendo, dos años después, cuando nace Emilio Moro. A partir de entonces, y hasta que comienza la crisis, el mercado nacional absorbe la mayor parte de su producción, pero, a día de hoy, la bodega exporta a más de 70 países. El objetivo, hacer de esta firma una gran marca. A ello está dedicando todos sus esfuerzos nuestro protagonista, con el respeto a su entorno y el carácter de la tierra como bandera.

 

¿Qué tiene que reunir una añada para considerarla histórica?

Tiene que estar llena de matices, recoger una gama aromática y de sabores que te haga recordarla por muchos años. Es esa que te emociona cada vez que la catas y, por supuesto, la que a medida que avanza en botella va ganando en complejidad, en elegancia, en personalidad.

 

¿Cuáles serían las suyas?

Por respeto, creo que la primera que elaboramos en 1989, pero también por calidad, como luego se demostró; fue catalogado mejor vino de España. Pero para mí las más importantes han sido 2001 y 2011, las dos añadas que más complejidad han tenido recién embotelladas y que luego mejor han evolucionado, y están evolucionando, pues la 2011 aún es muy joven.

 

Los clones de tinto fino son uno de los grandes activos de Emilio Moro...

Con cinco o seis años mi padre me llevaba a vendimiar y recuerdo probar las uvas, ver esos racimos, crecer con ellos. Después, cuando aparece la Ribera del Duero, había 3.000 hectáreas de ese clon auténtico de tinto fino, con esa morfología de racimo y una personalidad diferente. Desde un primer momento observé que esas uvas daban muchísima calidad y me propuse injertar los nuevos viñedos con esos clones, como ya habían hecho mi abuelo y después mi padre. Ofrecían muchísimo más color, más personalidad y matices, gracias, por supuesto, al suelo en el que se encuentran y las condiciones climáticas. Luego comprobamos que ese clon elegido era de los mejores de tempranillo en Ribera, como certificó un estudio de la Junta de Castilla y León.

 

Están trabajando en el desarrollo de levaduras autóctonas, ¿con qué objetivo?

[Img #7031]Nuestro hecho diferenciador es que procedemos de la mejor parte del mundo en la que se produce tempranillo, desde mi punto de vista, por las especiales condiciones climáticas y sobre todo por la altitud. Los vinos de Ribera muestran la máxima expresión de la tempranillo. Además tenemos el tinto fino, con una morfología diferente de racimo y una uva más pequeña. Luego son las levaduras las que dan carácter a los vinos, y con las comerciales siempre se pierden matices, aunque, más o menos, respetan la personalidad del terroir. Por eso decidimos seleccionar nuestras propias levaduras de los viñedos más antiguos donde, teóricamente, las que persisten han aguantado las peores condiciones, con lo que resultan más potentes y son las que nos van a dar el carácter diferenciador. Así que realizamos un estudio con la Universidad Complutense de Madrid, primero para identificarlas, luego para seleccionar las que tienen mejor comportamiento. A partir de ahí, hemos hecho microvinificaciones, catado y visto los matices que aportan. Ahora vamos definiendo el perfil que nos gusta para cada vino.

 

Con esta filosofía, el terroir resulta fundamental.

Determinante, y el nuestro es inimitable; las cepas 15 kilómetros más allá darían un resultado completamente distinto porque estarían en otras condiciones. Ese carácter diferenciador nos ayuda a la hora de abrir mercados. Hemos sabido aprovechar una zona que, históricamente, estaba llena de viñedos, con tremendas posibilidades y, ahondando en lo que sale del corazón de esas tierras, tendremos la batalla ganada. Modificando cualquier condicionante de ese terroir perderíamos identidad y no seríamos fieles a nosotros mismos.

 

En el 98 renunciaron a etiquetar con las categorías de reserva, crianza y gran reserva. ¿Qué les llevó a tomar esta decisión?

Usar la barrica conforme al carácter de cada añada. No necesitamos 12 meses para un crianza, eso solo me lo pueden decir los parámetros de cada cosecha, y a través de la cata decidimos la personalidad de los vinos al margen del tiempo de barrica. En todo caso, siempre buscamos que la expresión de la barrica sea sutil, elegante, pues para mí es un vehículo, algo que va a adornar. Pero la verdadera protagonista es la fruta y hay que trabajarla con respeto.

 

¿Han experimentado con otras variedades o pensado en elaborar blancos?

De momento estamos dando vueltas a la cabernet sauvignon, pero lograr una buena cosecha en Ribera es una lotería, requiere mucho manejo de la viticultura y, luego, suerte. Aún no está definido el proyecto. En cuanto a blancos, tuve un proyecto en Pesquera y durante diez años estuve investigando con cuatro variedades pero desistimos porque no se acoplaban, y hace tres años las arrancamos. Lo cierto es que me encantaría elaborar un blanco en otras zonas, porque cada vez me gustan más, y estoy descubriendo cosas que antes no sabía, pero no tengo tiempo. Me encanta el godello, la expresión que tiene en Ribeira Sacra y en la zona norte de León.

 

¿A qué responde el nacimiento de Cepa 21?

A la elaboración de otro tipo de vino fuera de nuestra bodega original. Estamos hablando de un momento de más concentración de fruta, esos mal llamados vinos de alta expresión, y con la idea de ofrecer ese tipo de vino busqué un terroir diferente en la Ribera, más norte y con un ciclo vegetativo más largo. Así nació Cepa 21, injertando el mismo clon que en la casa materna.

 

Tienen importadora propia en Estados Unidos, ¿qué les llevó a tomar esta decisión?

Estábamos con Jorge Ordóñez, un hombre con una personalidad muy particular y cuya empresa no obedece al perfil de empresa de este siglo, con la que tiene que haber comunicación y unos propósitos comunes; no respondía a mi forma de ser ni de entender el negocio, por lo que decidí abandonarlo. Sabía que iba a sufrir mucho porque es una persona de peso en el mercado americano, además en plena crisis, pero lo afronté. Es verdad que ya teníamos un nombre gracias a la labor de Jorge, y vimos que una importadora propia era la mejor manera para servir rápido, y sin que nada cortara la cadena, a un mercado tan exigente y complicado como el americano. Ahora disponemos de una red de distribución y trabajamos con cada cliente de la manera que yo quiero… El crecimiento se va palpando y ya hemos superado las cifras iniciales, pero lo hemos pasado muy mal.

 

Además han abierto oficina en Shangai. ¿Cómo es el consumidor asiático?

Me gustaría saberlo también a mí. Es un mercado complejo porque está en pleno desarrollo; la clase media apenas existe y la que hay no tiene una cultura vinícola. Pero queremos estar para educarla sobre vinos con buena relación calidad-precio, pues ellos, por ahora, se fijan en países con más presencia como Francia.

 

¿El vino español está superando la crisis?

Creo que va bien, se están haciendo grandes cosas. Si tengo que hacer una crítica es que no deberíamos perder el carácter para vender más, aunque a corto plazo eso pueda resultar beneficioso. Si el vino español marcara su personalidad en cada zona y saliera al mercado acorde con esa identidad particular y no estando pendiente de las modas, a largo plazo tendríamos más prestigio, más reconocimiento, y eso se traduciría en riqueza. De lo contrario siempre estaremos a expensas de cosas que no transmiten pasión.

 

Ver la cata de los vinos de Emilio Moro

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.