Sir Cámara

De calle (Zurbano)

Viernes, 24 de Abril de 2015

La calle es el resultado de construir unos edificios frente a otros. Dependiendo de los criterios “urbamísticos” y de la cotización de estos, la calle será más o menos ancha y más o menos elegante. La ornamentación floral y arbórea, la aportación de bellas cerámicas integradas en las fachadas y la uniformidad ambiental del conjunto, pueden hacer que esa calle resulte elegida como una de las doce mejores de Europa, como le ha ocurrido a la calle Zurbano de Madrid. Sir Cámara

 

Así lo ha decretado Andrew Ferren, licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes,  en el The New York Times hace unos días. La reacción mediática no ha tardado en dotar de relieve el hallazgo recordando que en Zurbano tiene restaurante Sergi Arola, que existe un hotel de superlujo, que es una calle muy tranquila y que allí, en una buhardilla, vivió con sus abuelos un miembro del Quinto Regimiento: el gran humorista Miguel Gila.

 

Y  le cito por el afecto que siempre le tuve, porque cada vez que paso por allí me acuerdo de él, y porque soy consciente de que es la gente quien hace que las ciudades, sus calles, tengan un encanto. O todo lo contrario. Hay calles que son famosas por un acontecimiento histórico, por un hecho lamentable, por un establecimiento peculiar  o por varios. Ese fenómeno le vivimos muy pegados al terreno,  -había  gente que aguantaba mal la bebida- en los tiempos de la transición y la movida, que vienen a ser una misma cosa. Cobró un auge tremendo el barrio de Malasaña, como antes lo tuvo la calle Serrano y después el Madrid castizo. Hoy el cerveceo por el barrio de La Latina es casi un protocolo de obligado cumplimiento, como antes lo fueron los lugares más increíbles para reponer fuerzas. Mi abuelo comentaba que el tramo de la M-30 sobre el que transita la calle de Alcalá, en los años treinta, era un lodazal en los crudos inviernos. No obstante, allí  se asentaron lo que luego serían chiringuitos en los que se detenían los afligidos que regresaban del cementerio de La Almudena para echar unos tragos al porrón y acabar de templar la anatomía con una sardina, unos zarajos, morcillas o chorizos entre pan.

 

Ese tipismo fue salvajemente emblemático hasta que nos estalló, sin entenderlo y sin saber aprovecharlo, el llamado “boum del turismo”. La ordinariez de los manteles de papel de los años sesenta,  sirvió  de soporte a la oferta sencilla y tradicional de las casas de comidas, con veinte primeros, veintitantos segundos y postres para aburrir,  hasta que se asentó el concepto de restaurante.  Llegaron después las cocinas exóticas que inundaron de aromas las calles hasta clasificarlas por nacionalidades. Quedar con los amigos un viernes no es como antes: ¿nos hacemos un chino, un vietnamita, un camboyano,  un indio, un africano…?

 

Que hayan elegido Zurbano como una de las mejores calles de Europa, argumento que ha inspirado esto, no me sorprende. Así, a ojo y de memoria, creo recordar que no hay más de tres franquicias; y no tengo nada contra este esquema. Todo lo demás, son bares, restaurantes y cafeterías de tratamiento propio, personal, creo que hasta 27 establecimientos:  Bar Zurbano, La Encina, Baker Street para desayunar y acabar el día, el antiguo Belagua que hoy es La biblioteca de Santo Mauro, Etxegárate, Doña, Restaurante Izariya, Barzur… ¡Manda huevos! Con patatas. En Zurbano, y sin tardar demasiado,  desembarcará la Sexta flota.

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