Sir Cámara

COMER, ES DE IZQUIERDAS O DE DERECHAS

Jueves, 30 de Abril de 2015

El principal argumento de una pancarta, ese soporte generalmente textil, como los manteles, sobre el que se manifestaban las reivindicaciones, era el pan. El clásico “Pan trabajo y libertad”, se planteó con diversos matices al finalizar la dictadura franquista. Sir Cámara

 

 

 

Con la proliferación de las opciones políticas,  el pan y la guarnición de trabajo y libertad se diluyeron en los más diversos axiomas:  “socialismo es libertad”,  “España, lo único importante”, 

y un mensaje inesperado en esa escena y en aquellos años que recomendaba “pon tu voto a trabajar”, obviamente para llevar algo a casa y comerlo todos juntos.

 

Se alcanzaron unos niveles de confort impensables. Fundamentalmente porque no es un país muy dado a la reflexión.  La  ‘calidad de vida’ era algo de curso legal y frecuente.  Tan frecuente que es muy posible que no se llegara a valorar en su exacta dimensión. Ni siquiera se reparó en que la calidad de vida puede ser buena y generalmente es muy mala.  El lujo se alineó entre los derechos más básicos.  Comer,  ya no sólo  era un objetivo de salud y nutrición.  Entraron en escena los placeres, los comentarios de cata, los contrastes, las denominaciones de origen, las especias que algunos entienden como una especie de hierbajos, los aromas, las texturas, las sensibilidades en algunos casos y la memez  en otros… Y la tartera se hizo cultura culinaria.

 

Y así hasta que alguien decidió que había que empezar de nuevo a costa de quien fuera. Y se hizo, como siempre,  a costa de los mismos. Llegados a este punto, las víctimas de la nueva situación meditan, - que todavía es gratis-  sobre los recursos nutricionales y la dignidad de las personas. Y surge la pregunta que todo lo mueve: Comer, ¿es de izquierdas o de derechas? Decían que comer con las manos era de izquierdas, hasta que se descubrió el placer de comer percebes  haciéndose el loco mientras los bichitos nos chorrean sus juguillos marinos por los antebrazos y hasta los codos.  Se argumentaba desde un pretendido código de buenas costumbres en la mesa,  que lo elegante era no comerse TODO lo que se sirve en un plato, dando así muestras de que somos  un comensal que no tiene por qué ser, necesariamente,  un  “muerto de hambre”.

 

Y ahora, desde esta  realidad hiriente,  el único análisis posible nos descubre que comer no es ni de izquierdas ni de derechas. Comer, prescindiendo de aportes innecesarios, no es más que un acto de justicia social que se debería reivindicar de manera coral en todo el planeta sin más colorantes ni conservantes innecesarios.  Y lo es porque la justicia social no tiene más ideología que la se pregona desde su enunciado. A ver si aprendemos a comer y enseñamos al que no sabe, no tiene,  o no puede llegar a ello. Que, entre el sustento y las delicatessen hay todo un universo de sensibilidades esperando para ser emplatadas.

Pues eso

 

   

 

 

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