Placer extremo

Cabo Norte (Laponia noruega): viaje al techo de Europa

Viernes, 05 de Junio de 2015

Es uno de los destinos míticos para cualquier viajero que se precie. Y más aún en verano cuando el sol nunca se pone. Una buena excusa para recorrer la región de Finnmark, la Laponia noruega, y saborear su gastronomía tradicional. Pedro Javier Díaz Cano. Imágenes: Manuel Villar

“Ahora estoy en el Cabo Norte, en la misma esquina del mundo. Aquí termina mi curiosidad; ahora regresaré a mi casa, Dios mediante...”. Así resumió sus impresiones el primer ‘turista’ que llegó al Cabo Norte, el científico italiano Francesco Negri, que alcanzó al punto más septentrional de Europa con la ayuda de una mula en el verano de 1664. La anhelada sensación de hallarte en el fin del universo se apoderó también del periodista que rubrica este texto, al igual que les ocurre a todos los viajeros que sueñan con poder ver algún día con sus propios ojos este mítico lugar.

 

Esta magnética atracción es resultado no tanto de la belleza de su acantilado de 300 metros que cae a pico hasta el agua como del espíritu explorador que anida en el hombre desde tiempos inmemoriales. Si a eso le sumamos que desde mediados de mayo hasta finales de julio aquí se puede contemplar el fenómeno del Sol de Medianoche (el astro rey no llega a desaparecer del todo durante dos meses y medio), se comprenderá por qué éste es uno de los destinos más visitados de toda Escandinavia.

 

[Img #7472]Como curiosidad, el Centro de Visitantes de Cabo Norte oferta incluso pernoctar en la Suite 71º 10’ 21” (latitud donde se sitúa el promontorio) –que se halla en su última planta– a los recién casados y otras personas que deseen pasar la noche en el “techo de Europa”. Aquí hay incluso una capilla, la St. Johannes Kapell, que al tratarse de la más septentrional del planeta, celebra bodas para los novios que no quieran “perder el Norte” ya desde la luna de miel... Conviene saber, no obstante, que el Cabo Norte es “solo” el límite panorámico de Europa. En realidad, el punto más boreal del continente es el del cercano cabo de Knivskjelladden. Ambos puntos se hallan en la isla de Mageroya, que está unida a tierra firme a través de un túnel de 6,8 kilómetros de longitud construido a 212 metros bajo el nivel del mar.

 

El peaje que hay que pagar por vehículos y pasajeros, y el coste de la entrada (160 coronas noruegas, 19 euros) para acceder al promontorio y poder fotografiarse junto a su icónico monumento del Globo Terráqueo resulta un tanto excesivo, pero a ver quién es el osado que se da media vuelta después de haber recorrido miles de kilómetros para llegar a un punto donde ya no hay tierra firme que te separe del Polo Norte, a excepción del archipiélago noruego de Svalbard.

 

Resplandor ambarino

 

[Img #7473]Aunque en esta época del año los visitantes se multipliquen y el aparcamiento esté repleto de decenas de autobuses y de autocaravanas, la contemplación del Sol de Medianoche con su resplandor ambarino reflejado sobre el espejo del Mar de Barents compensa los inconvenientes de la muchedumbre, que se concentra desde la medianoche hasta la una de la madrugada. Un consejo es disfrutar de este momento más en solitario a partir de las dos de la mañana. Eso sí, bien abrigados, porque el viento que sopla directamente puede llegar a helar la respiración. No obstante, la temperatura no es una excusa para los viajeros más frioleros, pues la media en verano es más alta de lo que pueda pensarse debido al efecto templado de la Corriente del Golfo, variando normalmente entre los siete y los 10 grados centígrados (positivos, claro…).

 

Existe algo en este desolado promontorio azotado por los vientos que excita los sentidos. En su origen fue un lugar donde los samoyedos celebraban sus sacrificios. De hecho, al excavar el túnel que desde 1999 une la isla al continente, se encontraron rastros de vida humana de más de 10.000 años de antigüedad. Antes de alcanzar este confín tan cargado de simbolismo, el paisaje a ambos lados de la carretera alterna los grises pelados de la tundra (la palabra sami más internacional), sin apenas vegetación, con el blanco de las nieves perpetuas. Algunos renos pastan a sus anchas por estos lares. No en balde, estamos en la región de Finnmark, la tierra de los samis noruegos.

 

Safari del Cangrejo Real

 

En esta zona la fauna es abundante y en los alrededores del Cabo Norte se ofertan varios safaris interesantes. Se puede elegir entre un tour de avistamiento de aves en Gjesvaer, para observar frailecillos, alcatraces, cormoranes y otras aves marinas, o el más gastronómico safari del cangrejo real, con pesca en el mar y posterior cocina y degustación en una lavvu, la tienda de campaña cónica de los samis. Los cangrejos reales son enormes y llegan a pesar hasta 10 kilos, aunque las capturas más comunes son cangrejos de entre tres y siete kilos. No son precisamente bonitos, incluso se les califica de “infames”, pero su sabor es delicioso y la experiencia completa de la pesca más el festín resulta inolvidable pese al precio (128€ por persona).

 

Desde Honningsvag (“la ciudad del Cabo Norte”), uno de los puertos más importantes de Noruega, hay que recorrer la carretera hacia el sur que serpentea el fiordo de Porsangen, el más profundo del país, en dirección a Lakselv. La mejor opción es alquilar una autocaravana para sentir más intensamente el disfrute del viaje en libertad. Un lugar de avituallamiento para paladear unas excelentes cocochas de bacalao es el restaurante del Motel & Rorbusenter, en Repvag. Así podremos recargarnos de energía para practicar el senderismo en el Parque Nacional Stabbursdalen, en las inmediaciones de la localidad de Stabbursnes.

 

Karasjok, la capital de los samis

 

[Img #7475]La ruta puede continuarse atravesando la gran llanura de Finnmarksvidda hacia Karasjok, conocida como “la capital de los samis”. Cada vez se ven menos a este pueblo luciendo sus llamativos trajes típicos. Con el desarrollo de la economía, incluido el incremento del turismo, ha ido adoptando las costumbres de los noruegos. No obstante, el 17 de mayo, Día Nacional de Noruega, sí que visten sus mejores galas enorgulleciéndose de su singularidad como pueblo. De hecho, muchos de ellos continúan siendo seminómadas y se dedican a la cría de renos, la caza y la pesca. Año tras año se trasladan con sus rebaños siguiendo su migración natural, desplazándose a la costa en primavera, cuando se inicia el deshielo, y volviendo a la altiplanicie en otoño.

 

Según una antigua leyenda sami, el origen de toda la vida fue un gran reno macho de color blanco. Su piel se convirtió en toda la vegetación de la tierra; sus venas y arterias en ríos y mares; sus ojos en estrellas en el cielo... Al final, su corazón fue enterrado en el interior de la tierra, y si se pone el oído en la superficie terrestre se escucharán todavía los latidos. Cuando deje de latir, la Tierra terminará de existir. Ésta es una de las historias que se cuentan en una película que puede verse en el teatro mágico Stálubákti, dentro del parque temático Sápmi enclavado en Karasjok.

 

Karasjok tiene unos 3.000 habitantes y se calcula que en todo su municipio moran unos 30.000 renos, la principal fuente de riqueza de los lapones. A un sami no se le puede preguntar cuántos renos posee, ya que es como si a un occidental se le interroga sobre cuánto dinero guarda en el banco. Muchas de las instituciones samis como el Parlamento, las Colecciones Samis y el Centro Cultural se hallan aquí. En concreto, los samis noruegos tienen su propio órgano electo desde 1989 y se trata del primer parlamento indígena del mundo. El edificio administrativo del Parlamento se sitúa precisamente junto al parque temático Sápmi, inaugurado en junio de 2000. La palabra Sápmi significa Samilandia (la tierra de los samis) en la lengua vernácula, que pertenece al grupo lingüístico ugrofinés, y alude a la zona geográfica septentrional extendida al norte del Círculo Polar Ártico sobre cuatro estados: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia (península de Kola).

 

Sagrado acto de la comida

 

[Img #7476]El yoik, la expresión musical tradicional de los samis, puede escucharse en el parque temático Sápmi durante una comida en la Storgamme, una carpa gigante construida como una réplica auténtica de cuatro tiendas de campaña típicas, conocidas como lavvus. Además del canto ancestral indígena, los bancos cubiertos de pieles de reno, la luz tenue del fuego crepitante y el olor de la leña ardiente mezclado con el aroma de los guisos de salmón y los estofados de carne de reno, crean un ambiente único en torno al sagrado acto de la comida.

 

Karasjok está situado en el corazón de Samilandia, a sólo 18 km de la frontera con Finlandia, y pertenece asimismo a la región de Finnmark, un territorio que en el otoño de 1944 fue arrasado por los nazis cuando huían en retirada incendiando a su paso todo lo que pudiera ser útil para el avance del enemigo ruso. Milagrosamente, en Karasjok se conserva la iglesia de madera más antigua de Finnmark, del año 1807, que fue el único edificio que quedó en pie tras la Segunda Guerra Mundial.

 

Pese al incremento del turismo, la vida no ha cambiado mucho en este lugar desde entonces. Las actividades más importantes continúan siendo la cría de renos, la caza y la pesca. Incluso todavía se puede buscar oro en la grava del río, como se hacía a finales del siglo XIX en la zona de Basevuovdi, junto al bosque sagrado de Helligskogen. Y es que solo por disfrutar de la naturaleza virgen de los alrededores de Karasjok, ya estaría bien empleado el viaje.

 
 
 

Carne de reno, salmón y los afrodisíacos huevos de gaviota

 

[Img #7474]La carne de reno y el salmón, en sus diferentes preparaciones, desde en guiso hasta ahumado, son los dos manjares de la gastronomía tradicional de la Laponia noruega, a los que se añaden los pescados. En menor medida, tenemos carnes como la de alce o de caza menor, pues aquí el rey de la mesa es el solomillo de reno. Y entre los postres, priman las frutas del bosque. Pero la base de esta alimentación también cuenta con peculiaridades como los huevos de gaviota, supuestamente afrodisíacos.

 

 

 

 

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