Atracción fúngica

Setas y champiñones, alternativa sorprendente en La Rioja

Miércoles, 10 de Junio de 2015

Impulsado por una activa campaña y por una administración que se implica cada vez más en su promoción, el cultivo de setas y champiñones en La Rioja se revela como una interesante opción frente al monopolio de la vid. Álvaro López del Moral. Imágenes: Álvar Fernández Prieto

No solo de vino se vive en La Rioja: en los últimos tiempos el cultivo de champiñones y setas se ha desvelado como un negocio alternativo a la vid, ecológico y rentable. El comienzo de esta práctica data de finales de los años 50, cuando, después de verlo anunciado en una publicidad, los hermanos Gil Merino, miembros de una familia de arriesgados emprendedores, se decidieron a comprar una botella de abono orgánico o compost invadido de micelios fúngicos y lo aplicaron en una bodega en desuso de la localidad de Pradejón, en la Rioja Baja. Quizás sin saberlo, dieron así el pistoletazo de salida a una actividad que ha terminado generando pingües beneficios y convertido a esta zona en la primera provincia productora de dichos hongos en España, con una media anual de 61.000 toneladas, lo cual supone el 60% del total nacional y el 8% de la producción europea.

 

Pero el auténtico despegue de esta iniciativa tuvo lugar a partir de los años 70, gracias a la construcción de las primeras comercializadoras y plantas de compostaje, que marcarían las directrices de unión y lucha conjunta características desde entonces en el sector. Ejemplos notorios de este espíritu fueron la fundación en 1987 de la Asociación de Cultivadores de Champiñón (ASOCHAMP) o, más recientemente, la creación del Centro Tecnológico de Investigación del Champiñón (CTICH) en 2003. Tales acontecimientos, así como la reciente puesta en marcha de la planta de reciclaje de compost Sustratos de La Rioja, que gestiona el 70% del total del abono de la región, han sido posibles gracias al consenso entre todos los cultivadores.

 

Dos son los tipos de champiñones que se cultivan en La Rioja de forma controlada: el champiñón común o de París (Agaricus bisporus), que tiene una acción levemente saciante y cuyo consumo es muy recomendable en dietas bajas en calorías; y el champiñón Portobello (Agaricus brunnescens), mucho más idóneo para los gourmets por la intensidad de su sabor, pero de una calidad nutricional notablemente inferior. Aun así, es rico en vitamina B y fósforo, y constituye una fuente de minerales y antioxidantes que contribuyen a la prevención de ciertos tipos de cáncer.

 

Pero el subsuelo riojano también es particularmente apropiado para el cultivo de setas, especialmente la modalidad conocida como seta de ostra, un hongo procedente de Francia cuya producción ha generado la creación de Agruset, primera planta de compost específico para setas, puesta en marcha gracias la unión de diferentes colectivos de Calahorra, Autol, Rincón de Soto y Pradejón.  Su buen funcionamiento ha hecho posible la implantación en esta área de nuevas variedades micológicas no exentas de exotismo, como pueden ser las setas shiitake, nameko, enoki o maitake. Todas ellas son saprófitas, el único grupo que es posible cultivar por el momento. Sin embargo, en un futuro cercano puede que se den plantaciones de setas parásitas y simbióticas. Se estima que, de los cerca de 200 cultivos que existen en La Rioja, 21 se dedican exclusivamente a las setas y siete lo compaginan con el de champiñones.

 

En torno a ambas actividades se ha generado un nuevo fenómeno denominado Fungiturismo. Gracias a él hoy es posible descubrir todos los secretos de esta actividad en el Centro de Interpretación de Pradejón, un espacio didáctico y audiovisual, que permite al visitante implicarse en el proceso de forma activa; recorrer las bodegas familiares tradicionales, donde pueden apreciarse todas las fases del crecimiento del hongo, o sentirse como un setero de los de toda la vida paseando, cesta en ristre, por las instalaciones milenarias de su cultivo. Sin olvidar las numerosas posibilidades gastronómicas que entrañan estos productos, de las que puede disfrutarse en cualquiera de los numerosos restaurantes de la zona.

 
 
 

Imitando a la naturaleza

 

El cultivo de setas y champiñones riojanos consta de cuatro fases: reproducción, germinación, alimentación y fructificación. Todas son controladas con rigor, para garantizar un abastecimiento continuo a precios razonables. Pero ello no sería posible sin el compost, una mezcla de agua, paja de trigo, gallinaza y suplementos nitrogenados, que fermenta 12 días y es pasteurizada durante una semana. A continuación, se empaqueta y lleva a los cultivos, donde se siembran 150 gr de semillas invadidas por cada 20 kg de esta materia.

 

 

 
 

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