COMER “FRESQUITO Y SANO”
Estaba yo en plena operación bikini, poniéndome una estantería torácica de Ikea para sujetar los testimonios del invierno y de la primavera, cuando me llegaron voces de cambio en la dieta. Se trata de esas voces cíclicas que derrochan tanta imaginación como hastío y que llaman la atención en un plato sobre lo jugoso, lo sano y lo natural, aliñado con importantes dosis de postulados nutricionales, desde los pigmentos beneficiosos para la salud y hasta la absorción de los carotenoides. Sir Cámara
Es la segunda intentona para ser un poco mejores en lo que va de año. La primera fueron los buenos propósitos del día 1 de enero: dejaré el tabaco hasta el día 15, tiraré otra vez el dinero de la matrícula de inglés y del gimnasio y haré deporte todos los días, aunque el tontolculing (correr para atrás) todavía no sea olímpico.
En resumidas cuentas, que el verano ya es inevitable. Esto arrastra las aberraciones visuales de esos ciudadanos que van a trabajar, aunque sea fugazmente, con pantalones piratas y una camiseta. No tengo ni idea de qué guardarán para ir a la playa o a la piscina, pero sí sé, que los he visto, que luego te van a una boda vestidos de mafiosos años ochenta y ellas de pitón verbenero con un verbo muy opresor y aplastante.
Y por el mismo precio les voy a recordar la guía de espeluznes estivales que van desde el desparrame inevitable de la divulgación científica a la letanía veraniega — que podía ser la letra del himno nacional, y que dice así: sal-mo-rejo, gaz-pa-cho vi-chi-suá, gaz-pa-cho, vi-chi-suá, to-ma-te y en-sa-lá… —
Las aberraciones que conducen al verano son esas ideas que se han debido sacar de las memorias de Mariló Montero y que hay que soportar —porque las recitan pontificando a voces—, para que el auditorio vea de cerca a un monstruo de la divulgación científica: “Pues he oído el otro día que los lípidos son moléculas hidrófobas; vamos, que no saben nadar y rechazan el agua por si se oxidan. También he oído ‘de que’ que la digestión ya no se corta, como con Franco, y que van a poner una puerta giratoria en las coles para que se jubilen allí los ex altos cargos porque tienen mucho gas natural. De ahí que den flato.” Y así hasta el delirio y más allá, deseando que acabe pronto el verano porque no es más que un espejismo.
Los lugares idílicos casi no existen, créanme. Hagan la prueba. Pónganse en la plaza de cualquier pueblo, cierren los ojos, y cuando los abran tendrán la sensación de estar en Bakú —que este año se lleva mucho aunque no se sepa ni por qué ni dónde está—, en Londres o en Berlín. Huele a lo mismo y se ven las mismas franquicias. Las memeces son idénticas, pero entonadas en esas lenguas que, ni siquiera un primero de año, nos propusimos aprender. Y si se quedan por aquí, por favor, escalonen sus tiempos en la medida de lo posible: váyanse, aunque sean cuatro días, a finales de junio, para que le traten como a una persona. Reserve mesa para comer a la hora del brunch, aunque no sepan de qué se trata. Oirá otras cosas. Muy especialmente si empieza por desayunar antes de irse a dormir. Te ríes mucho con los bolingas en retirada. Y no lo olvides, come fresquito y sano. Aunque sólo sea una semana. Pues eso.
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