El (in)discreto encanto de la Champagne
Viaje a la Champagne, descubriendo la ruta distinguida
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Pocos días antes de conocer si finalmente las cavas y maisons de la Champagne serán Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, no está de más adentrarse con ojos de turista en este, el viñedo más exclusivo del mundo. Raquel Pardo
Ayer tarde se supo que, finalmente, las casas, viñedos y cavas de Champagne forman parte del Patrimonio Mundial de la Unesco. El objetivo se ha conseguido y este precioso paisaje goza del reconocimiento que ya tienen otros paisajes de viñedo como el valle del Douro. Es, pues, un momento idóneo para plantearse un viaje a la Champagne.
Un vino tan excepcional como el champagne tiene que tener, necesariamente, un origen de leyenda y proceder de una tierra con encanto especial. La Champagne, a una hora en TGV (alta velocidad francesa) desde París, es uno de esos territorios que todo aficionado al vino (o incluso sin serlo) debería visitar al menos una vez en la vida. Descubrir el encanto de sus pueblos, con Reims como centro neurálgico; observar, desde la primavera y hasta bien entrado el otoño, la exuberancia de sus viñedos en terrazas, que se encuentran entre los más valorados del mundo (a un millón de euros la hectárea), visitar cavas kilométricas de caliza por donde se respira historia y, finalmente, beber, claro, el fruto de toda esa magia.
Cara de ángel
Reims es la capital del champagne y el mejor sitio donde quedarse para organizar la visita. El Hotel de la Paix (9 Rue Buirette), a dos pasos de la catedral (busquen allí el ángel sonriente de la buena suerte) es un lugar estratégico para visitar la región y relajarse a última hora en su bar, con una excelente carta de champagnes por copa.
De Cru en Cru
La región delimitó en el 85 los 17 pueblos Grand Cru con los viñedos más valiosos de Champagne, y en el centro de esa aglomeración se encuentra Épernay, otro de los lugares imprescindibles, con la Avenue Champagne, que bien merece un paseo, y casas como Moët & Chandon, sus 28 kilómetros de cava subterránea. Enfrente, el bello palacio de L’Orangerie, del siglo XIX y destinado a banquetes privados.
El encanto de las grandes casas
En Champagne se respira lujo y distinción, un espíritu que se observa ya desde fuera, con los majestuosos edificios que albergan las grandes casas de champagne, muchas de ellas con una historia que se remonta al siglo XVIII. La más antigua es Ruinart, la primera en establecer sus cavas en las míticas crayères subterráneas de piedra caliza de Butte St. Niçaise, que aspiran también a ser Patrimonio de la Humanidad. Todo un entramado de túneles blancos desde el que observar las “tripas” del champagne, su subsuelo, el artífice de la acidez y la mineralidad de este vino mágico. Casas como la ecléctica Pommery y su desconcertante edificio, la elegante Roederer, aún familiar, o la mítica Krug, con sus mini barricas de madera, constituyen un recorrido por la historia más universal del champagne, llena de episodios y anécdotas.
Beber (y comer) estrellasSi el monje Dom Pérignon pronunció aquello de “Estoy bebiendo estrellas”, gracias al apogeo turístico de Champagne hoy esas estrellas también se comen. Por ejemplo en A. Lallement, con tres estrellas Michelin y situado en el hotel L’Assiette Champenoise (5*), donde Arnaud Lallement y su familia (madre, hermana y esposa) gestionan un servicio pensado para disfrutar de la mejor cocina francesa, sin olvidar, claro, al rey líquido de la casa, el champagne, y con una exquisita mesa de quesos para terminar el menú al estilo francés. Donde empezó todoAunque el encanto de la región está en cualquier rincón, hay un pequeño pueblo que todo fan del champagne visitar: Hautvillers, donde el monje Dom Pierre Pérignon desarrolló las bases del champagne tal como lo conocemos. En la abadía de St. Pierre de Hautvillers, fundada en el siglo VII y destruida dos veces a lo largo de los siglos, se elaboraba vino con cierta fama, pero nada comparado con la que alcanzó después 1668 con Dom Pérignon, que empezó a mezclar vinos (uno de los sellos de identidad del champagne moderno), elaborar vinos blancos de uvas tintas y abrir cavas en el subsuelo para mantener la temperatura. El método tradicional vendría más tarde, pero parte del trabajo ya estaba hecho. Hoy la casa Dom Pèrignon mantiene en su cuvée vino procedente del viñedo fundacional, con categoría Premier Cru. Burbujas everywhereBares de champagne
Aprendiendo
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