Un clásico madrileño
Juan Antonio Medina para Zalacaín, evolución velada
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El titular del ya legendario restaurante Zalacaín, primer Estrella Michelín de la capital, habla de su propia evolución en un local con una larga y consistente tradición que, sin embargo, no cierra la puerta a los cambios. Mayte Lapresta. Imagen: Álvaro Fernández Prieto
Nació en 1973, el mismo año que el restaurante cuyas cocinas hoy regenta. Y llegó a ellas casi por casualidad, empezando desde abajo a las órdenes del gran Benjamín Urdiaín. Juan Antonio Medina se ha criado bajo las normas de este clásico de la restauración madrileña, lo que no evita que ponga la mirada en nuevas cocinas y formas. Eso sí, bajo la estricta premisa del conservadurismo: “Los pasos en Zalacaín te los marca la casa y te los pide el cliente”.
Así que sin grandes riesgos, va incorporando de manera discreta ciertas actualizaciones, arropadas por el lujo de contar con unas materias primas imponentes. “Hacemos una tradición divertida”, afirma, “introduciendo pequeños cambios que nos permitan satisfacer a un público cada vez más exigente. Captamos el trabajo que se está haciendo fuera y lo versionamos al estilo Zalacaín”. La sala de este restaurante siempre se ha caracterizado por terminar muchos de los platos. “Hay que jugar con ella, emplatando y trinchando ante el comensal”.
Es un valor añadido y un sello de la casa. Juan Antonio no puede evitar confesar que demanda un mayor desarrollo: “Zalacaín es necesario, pero con una evolución. Vajilla específica para cada plato, más luz en el interior… Habría que meditar cómo queremos que sea el del siglo XXI”.
Su trayectoria
Se formó en la primera promoción del Hotel Escuela de Madrid y llegó a los fogones de Zalacaín hace 21 años, progresando de ayudante a jefe de partida durante los primeros 10 años. El resto, liderando el equipo, hoy con nuevos cocineros.
La tradición
Medina tiene claro que debe mantener el legado de Benjamín Urdiaín. Así, en la carta perduran clásicos imposibles de rechazar como su magnífico Búcaro “Don Pío”, la Manita de cerdo rellena o el Bogavante guisado a los dos vinos.
La revolución
Juan Antonio ha ido incorporando poco a poco pequeños cambios y nuevos rumbos en los platos de carta, con aciertos como el Puntalete con crema de parmesano, yema de huevo trufado y caviar, un falso risotto cremoso e impactante.
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