Vino e historia

Viaje a Borgoña, en el centro del placer sensorial

Viernes, 16 de Octubre de 2015

En el corazón medieval de Europa, Borgoña, lugar de peregrinaje para cualquier aficionado al vino más allá de las barras de los bares, posee una forma de vida rabelesiana, una historia apretada y los pagos más célebres del mundo. Francisco Po Egea

Macon, a orillas del Saona, respira todavía efluvios mediterráneos. Cuando, tras atravesar toda Borgoña, lleguemos a Joigny sentiremos los aires grises del norte. Itinerario natural entre París y el Mediterráneo, desde Vercingetórix a Julio César, desde los peregrinos medievales a los a los turistas de hoy, las gentes no han cesado de transitar por estas tierras.

 

[Img #8472]Unos, pensando en sus buenas mesas y en sus vinos sublimes, entran en Borgoña como si entrasen en el paraíso. Otros, más inclinados por los alimentos del espíritu, irán directos a Cluny. Se atraviesa entonces el Charolais, tierras onduladas de prados jugosos sobre los que pacen los bueyes blancos. Su carne roja se deshace en la boca como la mantequilla. Los pueblos son conjuntos de piedras grises cubiertos de tejas a las que se agarra el musgo, mientras las fachadas se cubren de parra, verde en primavera y roja en otoño.

 

“Madre de la civilización occidental”, Cluny evoca el espíritu del medievo. Durante los siglos XI y XII fue el centro de la Iglesia Católica. Sus 2.000 monasterios filiales se extendían por toda Europa: “por todo lugar donde el viento ventea, el abad de Cluny toma renta”. Junto a su iglesia, la mayor de la cristiandad, claustros y palacios constituían una ciudad donde abades y clérigos vivían como príncipes. Condenada por la Revolución, devastada bajo el Imperio, hoy es preciso imaginar su pasado. De la iglesia solo subsiste parte del transepto coronado por su campanario de 63 metros de altura. Quedan dos palacios abaciales y el almacén donde los monjes guardaban sus vinos, y que hoy exhibe capiteles y lápidas.

 

Legado feudal

 

A la paz cluniacense siguieron siglos de conflictos feudales. Torreones y fortalezas recuerdan glorias efímeras, asedios y cabalgadas. Así encontraremos las de Berze, Sercy, Couches y Rully ahora solo asaltados por las viñas. El castillo de Cormatin, en cambio, es ejemplo perfecto de palacio del XVII. Posee uno de los interiores más bellos de Francia, por la maravilla de sus decoraciones policromas.

 

Al norte, la flecha de piedra de la catedral de Autun nos atrae como hizo con tantos peregrinos. La perfección románica de su nave palidece ante el esplendor de sus capiteles y el tímpano de su portada, una lección bíblica que los estetas del siglo XVIII, encontrando vulgar, enyesaron. Fue de nuevo descubierto, pero la sensual “Eva yacente” permanece “secuestrada” en el vecino museo. La ciudad sigue anclada en el pasado. Ninguna mejor para evocar la cerrada sociedad tradicional de la Francia profunda.

 

Más arte en la basílica de Vezelay, la “colina prodigiosa”, cabecera de uno de los caminos a Compostela. El tímpano interior está presidido por la figura de un redentor plena de audacia y modernismo, mientras que, desde la penumbra del nártex a la explosión de luz del coro, la nave central sorprende por sus dimensiones, su claridad en un edificio románico y la ritmada alternancia de piedras blancas y ocres de sus arcos. Hay que llegar a la hora del crepúsculo para asistir a la ceremonia, casi secreta, de los monjes y monjas vestidos de túnicas blancas con velas, incienso y cantos etéreos.

 

Entre viñas

 

[Img #8473]Auxerre, acostada sobre el Yonne, es una postal perfecta con su catedral y su iglesia de Saint Germain, ambas góticas, coronando las viejas casas de su barrio antiguo. Tras un paseo por los viñedos y bodegas de Chablis, cuna de unos blancos de terciopelo, los amantes de castillos pueden visitar Tanlay y Ancy le Franc, pero, sobre todo, Bussy Rabutin.

 

Hay castillos más hermosos y frescos de mejor factura, pero ningunos tan divertidos como los que decoran este “templo de la impertinencia”. El conde Bussy Rabutin fue un delirante personaje de la corte de Luis XIV, soldado de incontables batallas de alcoba, que plasmó en los muros de su palacio sus odios y vanidades en jocosas pinturas y retratos de reyes, favoritas, damas y caballeros de la época, aderezados con referencias a sus atributos físicos y virtudes amorosas.

 

Dijon, capital de Borgoña, es una de las ciudades más acogedoras de Francia. Enseñas multicolores adornan las calles, la música acompaña a los viandantes junto al aroma de flores frescas. La placita de entrada al colorista mercado, bordeada de casas de entramado de madera, está presidida por una fuente con un vendimiador en el centro. En septiembre, durante las fiestas, fluye de ella vino tinto en vez de agua.

 

Hay varias hermosas iglesias góticas y renacentistas y mansiones del XVII y del XVIII pero la gran atracción es el Museo de Bellas Artes, situado en el Palacio de los Duques de Borgoña. Sus tesoros más valiosos se hallan en la Sala de Guardias: las tumbas de Felipe el Atrevido, de Juan Sin Miedo y de su esposa Margarita de Baviera, hechas de mármoles negros, alabastro y policromados.

 

En la milla de oro

 

[Img #8470]Entre castillos y abadías, entre bosques, campos y buenas mesas, se encuentran los viñedos de la Côte d’Or, ladera dorada bendecida por los dioses y celebrada por los gourmets, por ser la región que produce los vinos más ricos y famosos del mundo. También los más caros. De Dijon a Chagny, pasando por Beaune, la N-74 separa la ladera del llano, los grandes vinos de los simplemente ordinarios, pues, aun con las mismas cepas y vinificación, la pendiente calcárea, con su drenaje de las lluvias y su insolación, es determinante para la calidad. Es la zona para visitar bodegas, aprender sobre los vinos y degustarlos.

 

Beaune es sede del monumento emblemático de Borgoña. El antiguo Hotel-Dieu, fundado en 1443, se ha conservado intacto hasta hoy y funcionó como hospital hasta 1958. La fachada exterior es austera; la entrada, lóbrega. Se accede el patio sin grandes expectativas y uno queda fascinado. Las finas columnas de la doble galería sostienen el vasto tejado adornado de ventanales y torrecillas puntiagudas. Las tejas barnizadas con motivos geométricos multicolores brillan al sol mientras el viejo pozo preside esta estampa desde hace casi seis siglos.

 

Esta “casa de pobres” es la maravilla de la arquitectura borgoñona y buen broche final a nuestro recorrido.

 

Los vinos de Borgoña

 

Los viñedos de Borgoña son un minifundio, 50.000 viticultores y un centenar de denominaciones de origen. Es en la Côte d’Or en la que se piensa cuando se habla de un borgoña. La Côte de Nuits produce solo tintos de cepas pinot noir; la Côte de Beaune, también blancos de chardonnay. Ambas cepas son muy sensibles al clima, suelo y vinificación. De aquí las grandes diferencias de calidad entre los vinos, donde la añada tiene gran importancia.

 

Los vinos base llevan en su etiqueta la palabra Bourgogne. Los de segunda categoría, el nombre del pueblo: Vougeot, Aloxe Corton, Beaune, Pommard... Los grandes vinos –veintinueve− llevan el nombre de la propiedad: Montrachet, Corton... para los blancos; Chambertin, La-Romanée, Clos de Vougeot, etc..., para los tintos. Vista la complejidad se aconseja comprar en tiendas especializadas –como Denis Perret (Place Carnot) y la Vinotheque (4, rue Pasumot), ambas en Beaune– los vinos embotellados por negociantes acreditados: Louis Latour, Chanson, Bouchard Père et Fils y Joseph Drouhin.

 
 
 

Agenda

 

Cómo ir

 

Desde Barcelona por la A-7 y su continuación en Francia A-9, dirección Montpellier y Lyon y de allí la A-6 a Macon, puerta meridional de Borgoña. Total, 710 kilómetros. Desde Irún, por Burdeos y Clermont Ferrand a Macon, 797 km. También se puede ir en avión a Lyon y allí alquilar un automóvil: Iberia y Easyjet, desde Madrid; Easyjet y Vueling, desde Barcelona.


 

Dónde dormir y comer

 

En Dijon

 

[Img #8475]Sofitel La Cloche****, un clásico de finales del XIX con habitaciones suntuosas, un buen restaurante y una impresionante bodega; desde 165 euros la doble.

Philippe le Bon***, varias casas antiguas renovadas, restaurante en el jardín; desde 95 euros.

Hostellerie du Chapeau Rouge. Habitaciones modernas, desde 99 euros. Restaurante William Frachot **Michelin.

L’Hotel Des Ducs***. En el centro histórico de Dijon, junto al palacio de los duques. Habitaciones desde 70 euros.

 


En Beaune

 

[Img #8474]L’Hôtel****. Mucho encanto desde 290 euros. Bistrot que solo sirve cenas, menú 85 euros.

Hotel des Remparts**. Encanto rústico desde 129 euros.
Caveau des arches. Restaurante en el centro de Beaune, en una antigua bodega del siglo XVII. Menús desde 25 euros.

 
 

En Cluny

 

Château d’Igé. En plena naturaleza entre Tournus y Cluny un rudo castillo medieval con bonitas habitaciones y un restaurante gastronómico con bonita terraza. Habitaciones: 100/178 euros. Menús: 37 a 89 euros.

Magnífica relación calidad/precio ofrecen los hoteles Logis de France

 

 

 

 

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