Reflexiones sobre el gran viñedo español

Proteger el patrimonio vitícola, el reto del siglo XXI

Martes, 10 de Noviembre de 2015

Un grupo de expertos encabezado por el enólogo y bodeguero Telmo Rodríguez encabeza un planteamiento de pautas y reivindicaciones sobre las denominaciones de origen actuales y la conservación del paisaje vitícola de valor añadido. Raquel Pardo

Telmo Rodríguez es un hombre inquieto. Lo es no solo físicamente, que también, sino mental y profesionalmente. Por eso la pasada semana encabezó un encuentro en un club del que es cofundador, Matador, en Madrid, para plantearse, junto a un grupo de bodegueros, enólogos, comerciantes de vino periodistas vinícolas si el sector del vino español, consejos reguladores incluidos, está haciendo lo posible por detectar, en la mayor superficie vitícola del mundo, esos viñedos de excepción que llevan a un país a estar en la elite del vino. La pregunta que sobrevolaba el encuentro y que llevó a las siguientes era ¿Han sabido el sector y las Denominaciones de Origen identificar los grandes viñedos españoles y se está haciendo algo por preservarlos para darles su merecido valor y generar una imagen de calidad partiendo de ellos? La cuestión es larga, y largas fueron las respuestas y disquisiciones, de los participantes: el presidente de la denominación de origen calificada Priorat, Salus Álvarez; el periodista y director de Lavinia, Juan Manuel Bellver; el distribuidor y copropietario de Alma Vinos Únicos, Paco Berciano, el director y fundador de Bodeboca, Greg Bulckaert; la periodista y colaboradora de Sobremesa y fundadora del portal informativo Spanish Wine Lovers, Amaya Cervera; el periodista y bodeguero Víctor de la Serna; el delegado de The Wine Advocate para España, Luis Gutiérrez; el bodeguero y viticultor Daniel Landi; el bodeguero Juan Carlos López de Lacalle; el experto en medio ambiente Antonio Lucio; el crítico de vinos José Peñín; el bodeguero Pepe Raventós; el distribuidor y fundador de Cuvée 3.000 Joan Valencia y el propio Telmo Rodríguez, un plantel conocido por defender la singularidad de los vinos y apostar por la zonificación en zonas tan estrictas con ella como Rioja, punta de lanza del vino español y de la que no había ningún representante oficial, lo mismo que del sector hostelero (no estaban entre los ponentes, sí en el público, se contaron hosteleros como Miguel Laredo, de Taberna Laredo, o David Villalón, ex propietario del restaurante El Padre).

 

Los argumentos

 

Cada uno de los participantes en las reflexiones había escrito un texto con la suya, y sobre la cual se articuló el encuentro, aunque el mensaje iba, en general, por el mismo camino, sin mucha discrepancia: la necesidad de que el sistema de Denominaciones de Origen establecido o bien cambie o bien acepte la diversidad de cada uno de sus territorios y evolucione para dejarles cabida en forma de vinos de pueblo, regionales y de parcelas de varias categorías, siguiendo un modelo borgoñón, sin duda, el viñedo más prestigioso del mundo. Para el conjunto, el sistema de clasificación español, por tiempos de crianza, está obsoleto y es necesario cambiarlo. Pero cada uno fue añadiendo matices a esta reivindicación.

 

Abrió la tanda de reflexiones el experto en medio ambiente Antonio Lucio, quien habló de la riqueza de España en cuanto a diversidad y recordó la “hermosura provechosa” de nuestro paisaje, esa unión entre productividad y belleza que posee, entre otros, el viñedo español y reclamó leyes para protegerlo y evitar que desaparezca, pensando en el largo plazo y no en la inmediatez de los mercados.

 

Dani Landi, viticultor en Gredos, hizo hincapié en que hay que dignificar el vino pero a base de hacerlo con el territorio, y dentro de él, a las viñas viejas y las variedades autóctonas, sin necesidad de copiar vinos extranjeros que triunfan: “necesitamos un cambio global que depende de todos nosotros e incluye un cambio de mentalidad, tenemos que pensar en vinos de artesanía y de paisaje, y enfocarnos a hacer grandes vinos”. Landi, que elabora en Gredos, se muestra partidario de que existan Denominaciones de Origen que controlen esos territorios e impidan prácticas como el regadío o el arranque de viñedo viejo a cambio de subvenciones, o que se ponga fin a paneles de cata “trasnochados”.

 

Juan Carlos López de Lacalle, a quien queda poco más de un mes con su bodega amparada por la DOC Rioja, de donde sale por voluntad propia y plenamente convencido de seguir por otros derroteros, recordó cómo se estudiaba, en su generación, tecnología para hacer que el viñedo fuera rentable y se buscaba la cantidad, pero reconoce que “algunos nos hemos transformado y hemos optado por dejar grandes producciones e ir al clima y al paisaje”. Reconoció que “yo antes era un técnico y ahora siento que mi formación técnica no me interesa para nada, no quiero hacer vinos pensando en rendimientos, me interesa el biotipo del viñedo y alrededor de él, cuidar mi entorno y vender esa emoción”. Sobre su salida del consejo explicó que “no me imagino luchando con Rioja, prefiero salirme” comentó, asegurando que “tengo ganas de que llegue el 31 de diciembre para sentirme libre”, y criticó a los que quieren ver en su salida componentes políticos, una visión que sobrevuela este asunto, puesto que De Lacalle no es el único que ha expresado su decisión de salir del consejo y junto a él han estado el ex consejero de agricultura de la Diputación de Álava, Gonzalo Sáenz de Samaniego, propietario de la bodega Ostatu, lo que argumenta esa visión politizada de la pequeña (o no tanto) revolución riojana. Sin embargo, el único que se irá de la DO, hasta el momento, es De Lacalle.  

 

Luis Gutiérrez llamó la atención sobre la responsabilidad de las personas en la elaboración de los vinos y en la identificación de esos terrenos únicos: “es muy fácil echarles la culpa a las DDOO y a que no sabemos vender”, comentó, pero reivindicó el papel del viticultor y el elaborador para no importar fórmulas que funcionan en otros países y ser capaces de desnudar los vinos, desposeerlos de excesos, pero sin tampoco irse al extremo (vinos sin madurar o sin la extracción suficiente): “si luchamos por el paraje y luego eso no se encuentra en la botella, perderemos credibilidad”, apunta.

 

Greg Bulckaert barrió para casa y destacó Internet como un canal óptimo para hacer llegar al consumidor la complejidad del clima y la diversidad de los territorios. También destacó este canal como una democratización de la influencia de los críticos, en los que se erigen ahora los consumidores, que recomiendan vinos a otros, en lugar de ser los prescriptores tradicionales.

 

Pepe Raventós afirmó ver mucho romanticismo pero poca práctica en los argumentos de sus compañeros ponentes, puesto que la realidad es que el vino español sale a un precio medio de poco más de un euro por litro, por lo que propuso medidas concretas, como prohibir las entradas de mosto de otras regiones, arrancar variedades que no sean de origen español (algo realmente difícil, si efectivamente nos ponemos en un ámbito práctico, debido a que muchas variedades que se consideran autóctonas son, en origen, importadas hace siglos); también habló de bajar los rendimientos por ley y subir el precio mínimo de la uva, algo en lo que le apoyaron sus compañeros con el argumento de que protegiendo al viticultor y haciendo que su viña sea rentable se evitará el abandono: “protegiendo al viticultor se preserva el viñedo”, aseveró Raventós.

 

Víctor de la Serna cuestiona habitualmente la clasificación de las DDOO por tipos de crianza y en este foro no fue menos, y propuso crear un sistema, bien paralelo, bien complementario al de los Consejos Reguladores para jerarquizar los viñedos, recalcando que en el primer lugar donde habría que hacerlo, dado que es ejemplo para el resto de zonas, es en Rioja. Se mostró convencido de que el origen será el que se imponga como conductor del reglamento en las denominaciones del futuro: “si sacudimos el cocotero de Rioja, las consecuencias se harán sentir en todo el territorio, porque todos procedemos de allí”, comentó, y pidió, como elaborador, que se pueda poner en la etiqueta el nombre del pueblo donde se elabora el vino.

 

José Peñín recordó que el viñedo viejo lo era porque en su momento no hubo dinero para arrancarlo y se quedó en las zonas más “indigentes”, pero fue precisamente ahí donde se ha ido viendo que daban buenos resultados y eran capaces de producir grandes vinos. Apoyó, como sus compañeros, la creación de categorías por tipo de viñedo, desde el pago o parcela hasta el municipio.

 

Salus Álvarez, único representante institucional de un Consejo Regulador, defendió los pasos que está dando Priorat desde hace años para poner en valor los grandes viñedos que le conciernen, pero reconoció las trabas administrativas y de diversos organismos a que sea el territorio, el paraje o la parcela, los que hablen. Diferenció los grandes vinos de los vinos grandes y pidió que cada empresario y consejo regulador apostara por uno de los dos caminos, pero sin confundir al consumidor. También defendió que, para que un territorio se conserve, el viticultor tiene que poder ganarse la vida con su cultivo, algo en lo que le apoyaron sus colegas.

 

Amaya Cervera intervino recordando el precio bajísimo de exportación al que salen nuestros vinos y reconoció que en Priorat, una región donde el vino tiene un precio medio más alto, es más fácil encaminarse hacia el cambio en las jerarquías pero, en consonancia con De la Serna, estuvo de acuerdo en que el foco tendría que ser Rioja. En su reflexión, Cervera recordó algunas actuaciones incoherentes en Denominaciones de Origen, como el hecho de que no se puedan usar, y etiquetar, variedades ancestrales que esa DO ni siquiera tiene registradas pero son anteriores a la existencia de la propia DO. También destaca que las divisiones territoriales serán asequibles para un consumidor medio, pero se han de dar herramientas a los viticultores y a las propias denominaciones para que puedan competir en su segmento, destacando el origen como el elemento más claro de diferenciación y el más identificable a ojos del consumidor.

 

Joan Valencia, quien lleva en su catálogo una creciente selección de los llamados “vinos naturales”, pidió que las DDOO analicen los suelos (en algunas zonas ya se han hecho algunos estudios) para poder clasificarlos, y recordó lo necesarios que son los viticultores pequeños para dignificar una zona y hacer que el precio medio del vino suba a niveles aceptables y no marcados por la gran presencia de graneles, una idea que sobrevolaba todas las exposiciones. Valencia ha creado una agrupación llamada Vinyes Lliures, donde caben vinos que no han pasado el corte de la DO Penedès (muchos de ellos dentro de la corriente “natural”), pero que se consideran unidos a sus terruños.

 

Paco Berciano se planteaba si clasificar los territorios podría hacerse partiendo del sistema de Denominaciones actual, donde se representa más a los comerciantes de vino que a los viticultores. Destacó también que los consejos reguladores están intervenidos por el Estado y sus pasos van más encaminados a proteger a los grandes productores, poniendo como ejemplo la controvertida creación de la DOP Islas Canarias, que acoge vinos producidos en cualquier parte del archipiélago, cuando por ejemplo, Tenerife tiene hasta cinco denominaciones de origen con su singularidad particular.

 

Vicente Todolí, experto en arte que ha creado su propio huerto, habló de la aberración que supone la corrupción urbanística, gran amenaza de los territorios vegetales y que ha absorbido a los viticultores y agricultores, haciéndolos parte del sistema.

 

Juan Manuel Bellver opinó que “la industria del vino español ha generado una dinámica perversa de la que es difícil salir” y llamó a una “resistencia activa”, como la que han protagonizado De La Calle o Pepe Raventós al salirse de sus respectivas denominaciones de origen (Rioja y Cava) y se mostró positivo porque “el consumidor distingue grano de paja”, aunque reconoció que es un camino largo.

 

El siguiente paso

 

Con un lleno total en una convocatoria que no era masiva, y que se acompañó con una interesante cata de productores de la región de Gredos (a la que, por cierto, se le buscan fórmulas de reglamentación que ya están generando las primeras discrepancias en cuanto a nombre y territorio), durante la reunión se planteó redactar un manifiesto que recoja todas estas reflexiones, que se enviará a los distintos consejos reguladores, encargados de las Denominaciones de Origen españolas, en busca de ese cambio, base del vino del siglo XXI.

 

Pinchando aquí podrás leer el manifiesto y conocer cómo adherirte a él.

 

 

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