Primer vino del año
El beaujolais nouveau ya llegó ¡qué vino tan bien vendido!
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Vinófilos del mundo aguardan ansiosos el tercer jueves de noviembre ¿Por qué tanta excitación? el descorche –al unísono– del vino francés más popular, al grito de “¡Le beaujolais nouveau est arrivé!” es una verdadera fiesta báquica. Pedro Grifol
Estamos en el mes del Beaujolais, un vino ligero y agradable. A todas luces (el joven) no es el mejor vino francés…, pero probablemente es el vino más conocido mundialmente. El esperado descorche estalla anualmente en una multitudinaria celebración el tercer jueves de noviembre con miles de participantes jubilosos y con deseos de probar la nueva cosecha.
Una procesión nocturna de más de 2.000 personas transcurre por las habitualmente silentes calles de Beaujeu, una histórica villa medieval y capital de esta zona vinícola de la región francesa de Rhône-Alpes.
A la luz de mil cirios, una animada comitiva va haciéndose más y más numerosa avanzando hacia la plaza del pueblo. “¡Le Beaujolais Nouveau est arrivé!” es la frase que dio la vuelta al mundo desde este emblemático lugar a partir de las 12 de la noche del 19 de noviembre de este año. En ese momento el vino se sirvió en millones de copas por todo el orbe.
Dicen los franceses que Beaujolais se escribe con ‘s’ para indicar la pluralidad de sus procedencias, ya que son 12 los vinos de estas latitudes que entran en leal competencia, diferenciadas entre sí por sus variados aromas, que vienen dados por la naturaleza del subsuelo de sus viñas.
El proceder para su elaboración es muy sencillo, original y artesanal, pero tiene que realizarse con esmero. La uva empleada en la producción es la gamay negra de mosto blanco, una uva autóctona de la región; la vendimia se efectúa generalmente a mediados de septiembre y la cosecha se hace a mano para no romper los racimos; el mosto resultante del prensado deberá tener un período de maceración natural en toneles de seis semanas, pero no más tiempo; y solo así se podrá apreciar su aroma en su justo valor. Se consigue así un vino afrutado, joven, fresco y lleno de vida que tiene que beberse con pasión preferiblemente antes de que acabe el año o, excepcionalmente, antes del próximo verano.
Cuenta la historia que el joven Beaujolais era un vino del año que ya se elaboraba de forma inmediata para celebrar el final de la vendimia, pero sin ninguna repercusión más allá de la región originaria hasta la Segunda Guerra Mundial. A partir de la década los 50 se estableció el 15 de noviembre como fecha de comercialización para este tipo de vino y a partir de ahí mentes inquietas como la del viticultor y comerciante Georges Duboeuf (uno de los principales productores aun en la actualidad) comenzaron a convertir el nouveau en un gran evento de marketing para dar salida a todo ese vino barato y precoz. Se ideó una carrera para ver quién era capaz de presentar en París las primeras botellas, lo que acabó convirtiéndose en un acontecimiento nacional. En décadas posteriores, la comercialización se extendió a países limítrofes… y -–¡cómo no!– en los años 90 se dio el salto a Asia.
El país del Beaujolais
El viaje al universo del Beaujolais lo iniciamos en Le Hameau du Vin, que viene a ser como la aldea global del vino. Está situado en la pintoresca localidad de Romanèche-Thorins, a 45 kilómetros de Lyon por carretera. Se trata de un gran espacio museográfico –único en Francia– dedicado al placer y vinculado al descubrimiento y la degustación del vino, que propone una visita lúdica a través de varios siglos de historia de tradición vitícola. Este parque temático fue ideado precisamente por Monsieur Duboeuf en 1993; su frase –“yo he nacido en un viñedo y he crecido al mismo tiempo que las cepas de mi país”– da medida a la gran aventura de su vida consagrada a crear un templo donde se rinde homenaje al vino, a los hombres que lo cultivan y lo aman, a los artesanos y a los poetas. Y se puede ir con niños… En Francia la cultura de cómo se hace el vino se aprende desde pequeño.
Las carreteras de la región, perfectamente señalizadas, discurren entre viñedos, preservadas aldeas medievales y los castillos desperdigados por la zona, y constituyen un atractivo aliciente para recorrer las orillas del río Saona y practicar el enoturismo; pequeñas poblaciones en los que siempre hay una bodega para visitar... Desde Saint-Amour, el más septentrional, hasta las localidades de las tierras del sur, como Pierres Dorées (Piedras Doradas). Las otras apelaciones son Fleury, Brouilly, Côte-De-Brouilly, Chéna, Chiroubles, Juliénas, Morgon, Moulin-à-Vent, Réginé, Beaujolais-Villages, y Beaujolais (a secas).
En el recorrido por la ruta del Beaujolais, los altos del camino son constantes; para contemplar el colorido paisaje donde la uva madura serenamente entre verdes praderas y árboles frutales y para hacer la obligada parada repostadora de condumio, para conocer las tradiciones culinarias de la región, como las andouillettes lyonnaises (salchichas) o la cochonnaille (tripa, morcilla, patas de cerdo...).
A saber que todas las familias productoras del Beaujolais tienen a gala embotellar y etiquetar sus propios vinos, y así nos vamos encontrando por el camino a los viticultores orgullosos de su trabajo que nos ofrecerán amablemente degustaciones, siempre acompañadas con un plato de quesos variados y embutidos artesanales faites à la maison. Una parada más especial puede ser la visita al castillo de Montmelás, imponente bastión medieval integrado en una ciudadela de cuento de hadas con su castillo al estilo del cuento de La Bella Durmiente, donde sus propietarios, advertidos de nuestra visita, nos reciben vestidos a la antigua usanza, es decir: de nobles. Sus bodegas producen vino desde 1566 y tienen referencias más elaboradas que el beaujolais nouveau.
El castillo de Corcelles es otra imponente fortaleza digna de visitar. Construido en el siglo XV pero con aspecto de robustez feudal, está flanqueado por un gran jardín (a la francesa) que inspiró los brillantes tonos de la paleta del pintor impresionista Utrillo. Cada año, 200 vendimiadores recogen las uvas gamay para elaborar su exclusivo vino tinto Château de Corcelles. Un varietal de rosado que se embotella incluso en mágnum.
Como descubrir de las bodegas productoras de beaujolais nos llevará varios días, la mejor opción para alojarnos son los bed & breakfast, fórmula muy arraigada en Francia, ya que existen muchos establecimientos de este tipo que allí se conocen como “chambres d’hôte”. También podemos optar por un tour enológico guiado, que incluye el almuerzo y cuesta alrededor de 60 euros. Las reservas se pueden hacer directamente en la Oficina de Turismo de la Región Rhône-Alpes.
El milagro de la comercialización
Hoy la producción del Beaujolais Nouveau tiene como objetivo la uniformización del sabor. Los enólogos buscan obtener un sabor idéntico de un año para otro y asegurarse así la fiel clientela.
Convertido en un acontecimiento social, el fenómeno de la comercialización escapa a la crisis mundial. La operación de marketing mundializada por el gobierno francés y orquestada por japoneses y norteamericanos –no hay que olvidar que en Estados Unidos se promociona como un vino para beber el Día de Acción de Gracias, que cae una semana más tarde después de que el vino se haya puesto en el mercado– hará que, como cada año, más de 40 millones de botellas vayan a ser vendidas en esta cosecha de 2015 (la mayoría destinadas a la exportación). El vino se despacha a más de cien países, siendo Japón el primer mercado de facturación con cerca de siete millones de botellas; a los nipones les gusta tanto esta “cata” de vino francés, que no se lo piensan dos veces y se bañan en él, como lo demuestran algunos vídeos que circulan por YouTube. Ver para creer.
El único misterio entorno al nuevo beaujolais es su precio, ya que se determina el mismo día de su salida al mercado, es decir, el 19 de noviembre. Un día especial para recibir el primer vino del año.
Días de fiesta
Casi privado
España, que (en teoría) no es un buen cliente para el vino francés, hace años que se ha sumado al evento “Le Beaujolais nouveau est arrivé” con algunas degustaciones nocturnas ‘casi privadas’… y con catas tintadas de jolgorio. La venida del joven vino francés se celebra en algunas vinotecas de Madrid y Barcelona.
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