César Serrano

Los gustos y los caminos

El temblor del membrillo

Sábado, 28 de Noviembre de 2015

Del Guadalquivir llegaba una brisa fresca y con aromas yodados, y desde alguna iglesia cercana, el sonido de las campanas llamando a muertos. Fue entonces cuando Fernando Luis me contó esta historia. “Yo tendría que estar muerto como lo están mis hermanos Tasito y Anastasito... César Serrano

Así me lo contó mi tía Crescencia el día que supe de mi verdadero nombre: Anastasio Fernando Luis Carmelo Trancón Gómez. Solo un cólico de vesícula de mi tía impidió que a esa larga retahíla de nombres que me acompaña se añadiese el de Crescencio”.

 

“Tendría que estar muerto porque así venía siendo en una macabra tradición familiar, donde la muerte se asomaba de forma caprichosa tras el parto. Tal vez por eso las cuatro hermanas de mi padre permanecieron solteras pese a su poderosa belleza carnal. Solo mi padre acudió al matrimonio y a mí, me decía mi tía Crescencia, me tocaba morir. También me dijo que mi nombre tenía que haber sido Anastasio, como el padre de mi padre, y Crescencio, como el de ella, pero que aquel cólico de vesícula le impidió acudir a la Casa de la Madre y al registro de los juzgados de la capital, algo que hizo que sus hermanas me pusiesen el nombre de mi abuelo, Anastasio, y el de ellas tres, Fernanda, Luisa y Carmen, robándome el nombre de Crescencia. Desde entonces, mi tía Crescencia siempre las miró con desprecio y, quizás, por ello dejo su parte de la herencia a un palmero de Jerez que se alojaba en la pensión que regentaban en Triana las cuatro bellezas carnales más deseadas de Sevilla”.

 

Cuentan, y esto nunca me lo dijo mi tía Crescencia, que el cura de la Iglesia de San Gonzalo acabó arrojándose desde la Giralda tras acudir a la confesión por sus pecados con dos de las hermanas Trancón. Una noticia ésta, no la de los amoríos sino la de la muerte del cura, que apareció perdida entre las necrológicas del ABC de Sevilla”. Fernando Luis se sentía “muy feliz” me dijo tras una larga mañana en los juzgados, donde se despidió para siempre del nombre de su abuelo Anastasio y también del nombre de su tía Carmen. Todo esto me contaba mientras disfrutamos de un queso de cabra con carne de membrillo y una copa de oloroso. También creo que me dijo: “Hoy he recuperado mi identidad. Sí, mi familia, la familia de mi padre ha sido siempre muy trágica para los Gómez, mi madre aún llora por el niño que le robaron esas cuatro mujeres hermanas de mi padre”.

 

 

 

Carne de membrillo

 

Ingredientes

 

  • 2 kg de membrillos limpios de corazones.
  • 2 kg de azúcar y agua.

 

Elaboración: cortamos en trozos medianos los membrillos y desechamos los corazones. Una vez troceados, los ponemos en un cazo con agua fría, suficiente para que cubra los trozos, llevamos a ebullición y hervimos a fuego medio hasta que estén tiernos. A continuación pasamos por la batidora y añadimos el azúcar. Llevamos de nuevo a ebullición, a fuego bajo-medio, y removemos con una cuchara de madera. Pasada media hora, retiramos del fuego y vertemos en un escurridor de verduras, que habremos forrado con un paño. Finalmente, vertemos en un tupper o en un tarro de cristal.

 

 

 

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