Comer, beber, amar
El compromiso

La revolución de las redes me tiene un poco enredada, ofuscada, incluso cabreada. Sigo los consejos de los sabios de SEO y analizo con las herramientas adecuadas las búsquedas más populares que dentro de la temática de la gastronomía y el vino se demandan. Mayte Lapresta
Una de las favoritas son las torrijas al vino. No puedo evitar una sonrisa malévola y un guiño a mis compañeros. Me parece una verdadera chorrada. Creo que las máquinas con sentimientos, intuición y sentido común que profetizaba Isaac Asimov en los años 50 todavía no han llamado a las puertas de Google. Me aconsejan que haga contenidos más básicos, que se adecuen a lo que los –puede que insensatos o perdidos, puede que la perdida sea yo– lectores online desean. Busco las webs de éxito: veo artículos mal construidos, absurdas réplicas de notas de prensa, experiencias nefastamente redactadas. Puntos donde deben ir comas, acentuación digna de primaria, estructuras narrativas esquivas. Me aburro. Y pienso que no se puede hacer un buen plato sin excepcionales ingredientes, ni un buen vino sin un gran viñedo. Vuelvo a la base. A lo que creo que de verdad importa. Vamos a vivir una matanza en un pequeño pueblo de Extremadura. Nos sumergimos en todo un día de faena mano a mano con la familia. Participamos en las charlas de las mujeres mientras limpian, afanosamente, las tripas. Compartimos la pasión de los hombres, con la tarea de matar y despiezar claramente definida de antemano. Recuerdo esa noche en vela en un barco de pesca, en silencio, aguardando los primeros rayos del sol para la captura del atún. El mar, rojo de sangre. No olvido las manos de las vendimiadoras en los viñedos escarpados de Tokaj, recogiendo grano a grano hora tras hora. Me siento con Joan Roca para una tertulia tranquila tras una comida de descubrimiento. No hay prisa. Tampoco la hay cuando Pablo Álvarez nos recibe en Vega Sicilia. Hay que catar muchos vinos y hay que hacerlo despacio. Observo en silencio como mi equipo trabaja, se emociona cuando prueba un gran queso, descubre un nuevo restaurante que hace las cosas muy bien, vuelven cansados de un viaje, de otro y de otro. De Rueda a Rioja, del océano al norte de Europa. Conociendo gente que sabe cosas, que las cuenta, que las muestra. Viviendo para contar. Y contando para que tú lo vivas. Los buenos contenidos no se cocinan sin salir de casa. No hay que rellenar páginas. Hay que experimentar de verdad cada palabra. Y Google, que espabile.
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