Sir Cámara

MATAR AL BOCADILLO

Sábado, 09 de Enero de 2016

La metáfora “matar al mensajero”, es decir, dar matarile al redactor de sucesos por traer malas noticias en lugar de hacerlo con el causante de ello nos sirve para prevenir las desgracias que se puedan cernir sobre nuestro mañanero bocata en el trabajo. Sir Cámara

La cosa emana de la resolución de la Sala IV de lo Social del Tribunal Supremo que determina que la pausa del bocadillo no disfrutada deberá ser abonada por la empresa como una compensación independiente del salario. Quedan a un lado los detalles y la polémica suscitada por el asunto,  sobre si ese tiempo se debe  considerar como horas extraordinarias, aspecto este que parece descartado, y  la desestimación de la demanda de conflicto colectivo…

 

Lo cierto es que, por unos euros… ¡¡mato!! Yo y cualquiera…  Y me importa una ración de pimientos de Iria Flavia esquina a Padrón con jamoncito de Zafra  -por no airear la mitología porcina-,  lo que opinen los de administración, pero esa parada es imprescindible para la convivencia. Es rigurosamente cierto que al trabajo se debe acudir bien desayunado y debidamente evacuado, pero esas paradas biológicas,  antes del mediodía,  contribuyen a reordenar el reloj de la actividad laboral. Otra cosa es que, por el tipo de trabajo y las exigencias de él derivadas,  esa reflexión comestible no se pueda hacer. 

 

Imaginemos que eres astronauta y a las diez y media de la mañana estaba previsto el despegue de tu cohete; no vas a decir a los del control central que esperen un ratillo para comerte un montadito de chistorra. O que eres autónomo con dictamen de  orden de alejamiento de cualquier actividad laboral desde hace ocho años y en una constante y desaforada jornada laboral low cost,  para recordar a los de tu gremio que sigues lúcido y en condiciones de hacer algo por una remuneración digna. En ese caso se hace completamente imposible la parada mañanera para dignificar el ritmo laboral, porque las cosas tienen que llegar a los medios cuando tienen que llegar y no cuando tú te has pasado por la cocina para picar algo hablando sólo, que es lo que tiene  la condición de autónomo…

 

Siempre me sorprendió que en los tiempos de la abundancia y la irreflexión se bebiera como se bebía por las mañanas y que las cosas funcionaran. Luego descubrimos que realmente no funcionaban o lo hacían por impulsos, por inercia o por casualidad. Nunca se me habían puesto los éstos de dos yemas y con patatas a la panadera hasta que vi a un rudo hombre del andamio pedir un Chinchón seco y lanzarlo contra su gaznate a las ocho de la mañana haciendo daño en el mío al observarlo.  Me asombraban en el sector de la publicidad y en la década de los 70 los güiscazos que se atizaban en plena jornada laboral, como un rasgo de distinción, en una reunión con los creativos y los compañeros del departemento de medios.

 

Desde mi ingenuidad sorprendía que los jefes estuvieran todo el día cruzándose desafíos de despacho a despacho: ¿Vienes a tomar un café?  Un café, y otro, y otro… Y además cargaditos, comentaban,  y con mezcla de torrefacto… Hasta que un día que ya llevaban muchos cafés, pasé junto a su taza y vi que aquel café tenía el mismo color que un destilado de las tierras altas escocesas. Mira que me lo había advertido un amigo que trabajó de piloto en una compañía chilena: “el café de la tripulación es más claro… Posiblemente por la tensión a la que estamos sometidos”.

 

Puede que se estén preguntando por donde les voy a salir ahora que ya casi se vislumbra la última curva, el penúltimo hervor antes de emplatar la reflexión surgida de esa resolución de pagar el tiempo del bocata cuando no se utiliza.  Pues, por una vez, y lejos de los criterios viscerales resolutivos, sugiero que echen una mano; agarren de ahí, vamos a llevar a los tribunales la ya normalizada humillación laboral que circula por ahí. Y la tácita explotación, esa canallada de hacer horas de más, sin cobrarlas y sin rechistar con riesgo de que alguien ocupe tu puesto.

 

Ya sé que esto no parece adecuado para un blog en el soporte del  vino y la gastronomía, pero opino, no sé ustedes, que nuestras vidas dependen de lo que pase por el pórtico de la vida y la nutrición, esa boquita que nos permite reclamar. Si comemos bien, digo bien, correctamente, el organismo no genera disfunciones. Unas disfunciones que pasan, en muchos casos, por los desequilibrios emocionales con guarniciones demenciales. 

 

El bocata mañanero, no las pícaras versiones aquí descritas, es un remedio ante la salud mental. Es la manera de ver en perspectiva la realidad laboral. Así evitaremos que la gente en su trabajo, los que lo tengan, esté atenta y con criterios responsables. Puede que así evitemos esos desastres que nos sobrevienen del sector servicios y que suelen tener nombre y dos apellidos. Desde un mensajero a una teleoperador, también hay chicas,  pasando por un abogado que confundió el nombre de mi calle con el del barrio, y propició que perdiera el trabajo de mi vida en la Administración General del Estado. A ver si se institucionaliza lo de la hora del bocata y esto funciona, si no mejor, con más criterio. Y, los que sepan, que recen para que ese acto no pille ni a su señoría ni al fiscal en su parada biológica mañanera.  Pues eso.

 

Por cierto, menos pan y más contenido en el bocadillo para el nuevo año. 

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